La plaza digital
La tecnolog¨ªa cambia el mundo, la concepci¨®n que del mismo tiene el ser humano y al humano mismo. Siempre fue as¨ª pero nunca tan profunda y velozmente como sucede actualmente con la revoluci¨®n digital. Las puertas que abre son infinitas y las culturas de uso de esta nueva tecnolog¨ªa que se adopten en una sociedad dependen de muchos otros factores. Siempre han sido muchos los que han ignorado las innovaciones. Porque consideran no necesitarlas para sus propias ambiciones de prosperidad o felicidad o porque, sin m¨¢s, no las entienden. La tecnolog¨ªa, por m¨¢s amigable que sea, exige una voluntad de aproximaci¨®n, y las rutinas impiden a muchos dar el salto. Es por ello perfectamente l¨®gico que sean los j¨®venes los que m¨¢s f¨¢cilmente adquieren acceso a la innovaci¨®n tecnol¨®gica.
La nueva generaci¨®n nacida con Internet tiene un trato familiar con la Red. Internet, como espacio de encuentro, ayuda mutua, ocio, red social en definitiva, tiene una serie de apellidos (youtube, myspace, digg, men¨¦ame) muy populares. Es el fen¨®meno que engloba el t¨¦rmino de Web 2.0. Un concepto m¨¢s amplio porque tambi¨¦n se refiere a otro tipo de aprovechamientos, por ejemplo en el universo empresarial. En resumen, es un Internet colaborativo donde el internauta no s¨®lo contempla lo que hay colgado sino que, a su vez, cuelga lo que le interesa, propio o ajeno. Esta interacci¨®n facilita la creaci¨®n de comunidades a las que se pertenece por elecci¨®n y se compaginan el tiempo que se desee. Sin la tradicional solidez tribal, son comunidades que tienen su fortaleza. La prueba es que son capaces de hacer crecer un sitio como Youtube (donde se exponen v¨ªdeos de todo tipo) a pesar de que los grandes del sector, desde Google a Yahoo!, han intentado emularlo sin ¨¦xito. En Youtube, seis millones de internautas acuden diariamente al sitio para ver en su panza los millones de v¨ªdeos que han colgado otros colegas de Internet. Han sido los propios internautas, con un "p¨¢salo" planetario, recomend¨¢ndolo uno a otro, avisando desde las bit¨¢coras digitales, quienes han puesto este sitio en la c¨²spide de Internet.
Padres y tutores contemplan carcomidos de preocupaci¨®n c¨®mo sus pupilos pasan horas con la mensajer¨ªa instant¨¢nea o navegando por sitios donde los grupos de m¨²sica presentan sin peajes sus canciones. No es dedicaci¨®n exenta de riesgos. Por absorbente y por el acceso f¨¢cil a contenidos nocivos. Pero la inmensa mayor¨ªa se ha volcado a ella porque accede a contactos personales o de contenidos enriquecedores. Los soci¨®logos deber¨¢n revisar su equipaje te¨®rico para explicar este tipo de ocio y de vecindad digital, mucho m¨¢s abierta. Las estad¨ªsticas a veces levantan un alarmismo que se antoja infundado. Las horas ante el ordenador no son siempre tiempo perdido como creen algunos mayores. Los usuarios son capaces, por ejemplo, de practicar la multitarea (preparar un trabajo y charlar con un amigo a la vez) con facilidad impensable para los abuelos. Tambi¨¦n las empresas que miden audiencias televisivas deber¨¢n repensar su t¨¦cnica de audimetr¨ªa. Si no contabilizan Internet ignoran a una creciente poblaci¨®n que ve televisi¨®n por otro canal. Adem¨¢s, estos telespectadores del PC pueden cambiar de rol y convertirse en programadores o productores de su propio v¨ªdeo y exhibirlo en el sitio.
No es ning¨²n problema que estos j¨®venes escriban "queso" con k en un SMS telef¨®nico si dominan los distintos est¨¢ndares ling¨¹¨ªsticos. El problema es que no sepan c¨®mo se escribe. No es ning¨²n problema que acudan a los sitios donde les explican el mundo de la manera que ellos quieren verlo si tienen la curiosidad de saber y acudir a sitios con otros puntos de vista. El problema no est¨¢ en el artefacto digital que abre un horizonte in¨¦dito y espl¨¦ndido. El problema est¨¢ en tener una cultura de uso sin embobamiento. De disfrute y cr¨ªtica a un tiempo. Y eso no depende de Internet.
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