?Hasta qu¨¦ punto debe mostrarse agresivo Israel?
Israel se encuentra en estos momentos en guerra con un enemigo cuya hostilidad es extrema, expl¨ªcita e incontenible, y est¨¢ guiada por una ideolog¨ªa de odio religioso. Pero se trata de un enemigo que no dispone de ej¨¦rcito; que carece de estructura institucional y de una cadena de mando visible; que no reconoce el principio legal y ¨¦tico de inmunidad de los no combatientes; y que, de hecho, no admite ninguna regla de combate. ?C¨®mo puede uno -c¨®mo puede cualquiera- luchar contra un enemigo as¨ª? No puedo tratar temas como la estrategia y las t¨¢cticas de una lucha semejante. C¨®mo asestar un golpe efectivo, c¨®mo evitar una escalada peligrosa, son cuestiones importantes, pero no de mi incumbencia. La cuesti¨®n que yo quiero abordar tiene que ver con la moralidad y la pol¨ªtica.
La parte f¨¢cil de la respuesta es decir lo que en justicia no se puede hacer. No puede haber ataques directos contra objetivos civiles (aunque el enemigo no crea en la existencia de civiles), y este principio constituye tambi¨¦n una importante limitaci¨®n para los ataques contra infraestructuras econ¨®micas. Cuando escrib¨ª sobre la primera guerra de Irak, en 1991, alegu¨¦ que la decisi¨®n estadounidense de atacar "sistemas de comunicaci¨®n y transporte, instalaciones de suministro el¨¦ctrico, edificios gubernamentales de cualquier tipo, estaciones de bombeo de agua y plantas purificadoras" era un error. "El seleccionar determinadas infraestructuras como blanco es f¨¢cil de justificar: los puentes por los que se transportan las provisiones al ej¨¦rcito en el campo de batalla son un claro ejemplo. Pero la electricidad y el agua... son equiparables a la comida: ambas son necesarias para la supervivencia y la actividad cotidiana de las tropas, pero son igualmente necesarias para todos los dem¨¢s. Atacarlas supone un ataque contra la sociedad civil... Son las consecuencias militares, si es que las hay, las que son colaterales". Este razonamiento ten¨ªa y tiene car¨¢cter general; es claramente v¨¢lido para los ataques israel¨ªes contra las estaciones de suministro el¨¦ctrico en Gaza y L¨ªbano.
El argumento es, en este caso, prudencial y ¨¦tico a la vez. Al reducir la calidad de vida en Gaza, ya de por s¨ª baja, se pretende presionar a los responsables pol¨ªticos de los habitantes de esta zona de forma que los mismos, se espera, arremetan contra las fuerzas ocultas que atacan a Israel. En L¨ªbano, en donde dichas fuerzas no est¨¢n tan ocultas, se ha aplicado la misma l¨®gica. S¨®lo que nadie asume la responsabilidad en ninguno de los dos casos o, mejor dicho, aquellos que podr¨ªan asumirla optaron hace mucho tiempo por no hacerlo. Los l¨ªderes del Estado soberano de L¨ªbano aseguran que carecen de control sobre la parte sur del pa¨ªs y, lo que es a¨²n m¨¢s sorprendente, que no tienen obligaci¨®n alguna de ejercerlo. Aun as¨ª, es poco probable que los ciudadanos palestinos atribuyan la responsabilidad de su destino a alguien que no sean los israel¨ªes y, aunque los libaneses tendr¨¢n m¨¢s discernimiento, gran parte de la culpa seguir¨¢ recayendo en Israel. Ham¨¢s y Hezbol¨¢ se nutren del sufrimiento que sus actividades provocan, y una respuesta israel¨ª que no hace sino aumentar este sufrimiento s¨®lo les dar¨¢ m¨¢s alas.
?Qu¨¦ puede hacer Israel entonces? Uno de los principios importantes de la teor¨ªa sobre la guerra justa es que si bien la justicia puede descartar muchas modalidades de enfrentamiento, no puede descartar el enfrentamiento en s¨ª, ya que ¨¦ste es en ocasiones necesario tanto desde un punto de vista ¨¦tico como pol¨ªtico. La respuesta militar a la captura de tres soldados israel¨ªes no era, literalmente, necesaria; en el pasado Israel ha optado por negociar en lugar de luchar y luego ha intercambiado prisioneros. Ahora bien, puesto que Ham¨¢s y Hezbol¨¢ describen dichas capturas como operaciones militares leg¨ªtimas -actos de guerra-, dif¨ªcilmente pueden alegar que los actos de guerra cometidos en respuesta sean ilegales. Las nuevas acciones tienen que ser proporcionadas, pero dado que el objetivo de Israel es impedir futuras incursiones, adem¨¢s de rescatar a los soldados, la proporcionalidad no s¨®lo debe medirse en relaci¨®n con lo que Ham¨¢s y Hezbol¨¢ ya han hecho, sino tambi¨¦n conaquello que intentan hacer (y ambas dicen que est¨¢n haciendo).
El objetivo israel¨ª m¨¢s importante tanto en el norte como en el sur es prevenir los ataques con cohetes contra su poblaci¨®n civil, y, en este sentido, su respuesta claramente satisface el requisito de la necesidad. El fin primordial de cualquier Estado es defender la vida de sus ciudadanos; ning¨²n Estado puede tolerar ataques indiscriminados con cohetes contra sus pueblos y ciudades. Desde que Israel se retir¨® del norte de Gaza hace un a?o se han disparado 700 cohetes desde esa zona; imaginemos la respuesta estadounidense si se lanzase un n¨²mero similar de proyectiles sobre Buffalo y Detroit desde una tierra de nadie canadiense. Da igual que los cohetes arrojados desde Gaza apenas hayan causado da?os; la intenci¨®n con la que se dispara cada uno de ellos es destruir alguna casa o colegio y, tarde o temprano, dicha intenci¨®n se ver¨¢ materializada. Israel ha esperado durante mucho tiempo que tanto la Autoridad Palestina como el Gobierno liban¨¦s se ocupen del lanzamiento de cohetes desde Gaza y del incremento de estas armas en la frontera libanesa. En este ¨²ltimo caso esperaba tambi¨¦n la intervenci¨®n de la ONU, que tiene desplegada una fuerza en el sur de L¨ªbano encargada de "restaurar la paz y la seguridad internacionales", pero que no obstante ha asistido al despliegue de miles de cohetes sin hacer nada al respecto. Hace un par de a?os, el Consejo de Seguridad aprob¨® una resoluci¨®n en la que exig¨ªa el desarme de Hezbol¨¢; es de suponer que sus tropas se habr¨¢n percatado de que esto no ha sucedido. Ahora Israel ha decidido con raz¨®n que no tiene m¨¢s remedio que sacar los cohetes ¨¦l mismo. S¨®lo que, una vez m¨¢s, ?c¨®mo puede hacerlo?
El argumento crucial es el uso palestino de escudos humanos. Los fil¨®sofos acad¨¦micos han escrito largo y tendido sobre estos "escudos inocentes", ya que estos hombres y mujeres explotados de forma radical (pero puede que, en ocasiones, con su consentimiento) plantean un dilema que pone a prueba la habilidad dial¨¦ctica de los fil¨®sofos. A los soldados israel¨ªes no se les exige tener dotes dial¨¦cticas, pero, por un lado, se supone que deben hacer todo cuanto est¨¦ en su mano para prevenir la muerte de civiles, y, por otro, se espera que luchen contra un enemigo que se esconde detr¨¢s de civiles. As¨ª que (citando una famosa frase de Trotski), aunque puede que a ellos no les interese la dial¨¦ctica, la dial¨¦ctica s¨ª que est¨¢ interesada en ellos.
No hay una soluci¨®n palmaria para su dilema. Cuando los militantes palestinos lanzan ataques con cohetes desde zonas civiles, ellos, y s¨®lo ellos, son los responsables de la muerte de civiles que causa el contraataque israel¨ª. Pero (prosigue el enfrentamiento dial¨¦ctico) a los soldados israel¨ªes se les exige que apunten con la mayor precisi¨®n posible a los militantes, que asuman riesgos para poder hacerlo y que suspendan los contraataques que puedan acarrear la muerte de un gran n¨²mero de civiles. Esta ¨²ltima exigencia supone que, en algunas ocasiones, la utilizaci¨®n de escudos humanos por parte de los palestinos, aunque sea una forma cruel e inmoral de luchar, tambi¨¦n es efectiva. Funciona porque para los israel¨ªes es ¨¦ticamente correcto y a la vez pol¨ªticamente inteligente el minimizar -y hacer ver que minimizan- las bajas civiles. No obstante, minimizar no significa evitar por completo: la poblaci¨®n civil seguir¨¢ sufriendo en tanto en cuanto el lado palestino (o el lado liban¨¦s) no adopte medidas para poner fin a los ataques con cohetes. Desde ese lado, aunque no desde el lado israel¨ª, lo que se debe hacer probablemente se podr¨ªa hacer sin causar da?os a la poblaci¨®n civil.
Hace poco me pidieron que firmase una condena a la operaci¨®n israel¨ª en Gaza, una declaraci¨®n en la que se afirmaba que los ataques con cohetes y la incursi¨®n militar que hab¨ªan desembocado en la captura de Gilad Shalit eran sencillamente una consecuencia inevitable de la ocupaci¨®n israel¨ª: "No habr¨¢ paz y seguridad hasta que no acabe la ocupaci¨®n". Estoy seguro de que en el pasado algunos ataques palestinos estuvieron motivados por la experiencia de la ocupaci¨®n. Pero eso es algo que hoy en d¨ªa ha dejado de ser verdad. Ham¨¢s ha seguido atacando despu¨¦s de la retirada israel¨ª de Gaza y despu¨¦s de la formaci¨®n de un gobierno que se ha comprometido (o que se hab¨ªa comprometido hasta que se produjeron los ataques) a efectuar una gran retirada de Cisjordania. De igual modo, los ataques de Hezbol¨¢ se produjeron despu¨¦s de que los israel¨ªes se retiraran de L¨ªbano. El objetivo de estos militantes no es crear un Estado palestino junto a Israel, sino destruir Israel. Hay que reconocer que se trata de un objetivo a largo plazo que se deriva de una interpretaci¨®n religiosa de la historia. A los seglares y a los pragm¨¢ticos les cuesta mucho aceptar dicha interpretaci¨®n, y no digamos comprenderla.
Por el contrario, la respuesta israel¨ª s¨®lo tiene un objetivo a corto plazo: poner fin a los ataques en sus fronteras. Hasta que no se consiga eso, ning¨²n Gobierno israel¨ª dar¨¢ un paso m¨¢s para emprender otra retirada. De hecho, probablemente sea verdad que los ataques de Ham¨¢s y Hezbol¨¢ ya hayan hecho imposible cualquier futura retirada unilateral. Israel necesita un socio en el otro lado que sea, ante todo, capaz de mantener la seguridad en la nueva frontera y que, adem¨¢s, est¨¦ realmente dispuesto a hacerlo. No puedo pretender que las operaciones militares que Israel ha puesto en marcha vayan a producir un socio as¨ª. En el mejor de los casos, el ej¨¦rcito y la fuerza a¨¦rea debilitar¨¢n la capacidad de Ham¨¢s y Hezbol¨¢ para atacar Israel, pero no le har¨¢n cambiar su decisi¨®n. Lo m¨¢s probable es que la comunidad internacional -Estados Unidos, Europa, Naciones Unidas y algunos Estados ¨¢rabes- tenga que intervenir para que el ej¨¦rcito liban¨¦s se instale en el sur del pa¨ªs y, una vez que est¨¦ all¨ª, transformarlo en una fuerza efectiva. Y har¨¢ falta una coalici¨®n similar para apadrinar y apoyar a un Gobierno palestino comprometido con dos Estados con una frontera permanente y pac¨ªfica, y preparado para reducir a los militantes religiosos que se oponen a semejante compromiso. Hasta que no exista un ej¨¦rcito liban¨¦s efectivo y un Gobierno palestino que crea en la coexistencia, Israel tiene derecho a actuar, dentro de los l¨ªmites dial¨¦cticos, en su propio nombre.
Michael Walzer es colaborador y codirector de The New Republic. ? The New Republic. Traducci¨®n de News Clips
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