"De aqu¨ª no nos movemos. No tenemos ad¨®nde ir", afirman los afectados
Familias enteras de inmigrantes, en furgonetas cargadas con muebles, ropa y enseres, pasaron por el n¨²mero 31 de la calle de Estocolmo (San Blas) durante la jornada del s¨¢bado. Todos cre¨ªan que iban a empezar a vivir en una nueva casa y muchos hab¨ªan dejado ya sus antiguos domicilios. Tras conocer el enga?o, la mayor¨ªa lloraba de rabia y tristeza, mientras llamaban a sus familiares para darles la noticia.
S¨®lo una mujer ecuatoriana, Tania Jacome, ten¨ªa las llaves del piso. "Me las dio Juan [Toribio] el viernes a las diez de la noche. Le dije que o me las daba o no le pagaba el dinero que me ped¨ªa", explica Tania. Ella le entreg¨® 2.250 euros por adelantado y ¨¦l le dio las llaves. Al d¨ªa siguiente Tania fue quien abri¨® la puerta, y cuando descubri¨® el enga?o, igual de desconsolada que todos los dem¨¢s, se march¨® a poner una denuncia a la comisar¨ªa de San Blas. Pero no volvi¨® a la casa. "Todos han pagado pero soy yo quien tiene la llave. Y nadie sabe de qui¨¦n es este piso. Esto no va a acabar bien y yo no quiero l¨ªos", dec¨ªa nerviosa.
La mayor¨ªa de inmigrantes se fue inmediatamente a la comisar¨ªa a denunciar el caso, pero otros, como Mihaela, una rumana que lloraba a moco tendido, no lo hicieron por temor a ser deportados. "Yo tampoco tengo papeles, pero la polic¨ªa ha entendido mi situaci¨®n y me han tratado como a una persona", explicaba el paraguayo Alfredo David.
En algunos momentos la casa estuvo completamente congestionada. "Est¨¢bamos apretad¨ªsimos, no paraba de llegar gente", cuenta Esmilda Pe?aranda, con un ni?o de meses en los brazos. "Esto parec¨ªa una estaci¨®n de metro". Pero pasadas las horas se fue vaciando. Qued¨® una treintena de personas que se fue acomodando en la casa y empez¨® a convivir amigablemente. "As¨ª somos los latinos", exclamaba uno.
Tres ni?os y una mascota
En la casa hab¨ªa televisi¨®n, algunos muebles, electrodom¨¦sticos e incluso algo de comida y un ordenador. Entre los afectados, tres menores y un conejo que tra¨ªa como mascota una de las familias. Llegada la noche, alrededor de 20 personas se las apa?aron para poder dormir en el piso. "La casa es de todos, as¨ª que la compartimos", subrayaba Mauricio sin perder el buen humor. Unos lo hicieron en las camas que todav¨ªa hay en el piso y otros en el suelo. Alfredo David, el paraguayo, se entreten¨ªa jugando con la hija de Esmilda.
Al d¨ªa siguiente se levantaron temprano y siguieron atendiendo a gente que llegaba en su misma situaci¨®n. Leo, un ecuatoriano, y su mujer hac¨ªan una lista de afectados. Ayer por la ma?ana ¨¦l hab¨ªa contabilizado 21 familias. "Pero hay muchos m¨¢s. Muchos se fueron inmediatamente y no dejaron ning¨²n contacto". Por la tarde, hubo quien se fue a pasear por el barrio y quien acudi¨® a comprar comida a un centro comercial cercano. De vuelta, se prepararon para pasar otra noche en la casa de todos.
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