Por la calle
Siempre nos quedar¨¢ la calle. La calle da para mucho. Se puede, por ejemplo, hacer. Pero nadie hace la calle en Donosti, para eso est¨¢n los anuncios de contactos. Porque siempre queda m¨¢s fino -y sugerente- decir que se tienen unos pezones esquizofr¨¦nicos o que a una le encanta jadear que mostrarlo a la intemperie. Fuera de eso tenemos calle para rato. Lo m¨¢s frecuente es que las utilicemos para pasear. Y ah¨ª se distingue a los guiris de los aut¨®ctonos. Al donostiarra, no digamos a las donostiarras, le gusta callejear con la mirada puesta en los escaparates. Se trata de la aut¨¦ntica especialidad local: comprar para vestirse y poder as¨ª contemplar la ropa que se adquirir¨¢ para seguir paseando, es decir, yendo de tiendas. Los guiris van con otra mirada, se beben la calle. Bien es verdad que cuando son franceses van a Zara. Pero no es raro encontrarse extranjeros en los lugares m¨¢s ins¨®litos de la ciudad y a la hora m¨¢s ins¨®lita. Son capaces incluso de subir a Urgull y visitar el museo. Aunque hay un lugar que no falla, el paseo de La Concha, que es donde se dan cita los de aqu¨ª y los de all¨¢ para embriagarse con el Marco Incomparable. No son infrecuentes los ataques de ansiedad ante tanta belleza aunque para eso se han previsto las cagadas de perro, los cortan de inmediato.
San Sebasti¨¢n se ofrece como el mayor espect¨¢culo del mundo, es decir, como un circo
No se puede decir que sea una especialidad donostiarra lo de utilizar la calle como escenario pero dada su calidad de ciudad de veraneo y sobre todo de ciudad en fiestas, San Sebasti¨¢n se ofrece como el mayor espect¨¢culo del mundo, es decir, como un circo. Ilusionistas, malabaristas, genios del di¨¢volo, caricatos y payasos est¨¢n a la vuelta de cada esquina. No faltan los titiriteros y retratistas, ni el cuadro flamenco. Este a?o las estatuas vivientes se llevan poco. He o¨ªdo que hay una conspiraci¨®n mundial para no echarles monedas a fin de que se anquilosen porque antes anquilosadas que faltando a su deontolog¨ªa de estatuas. Por eso hay cada vez menos y es que la gente no sabe qu¨¦ inventar para fastidiar al pr¨®jimo. Tambi¨¦n est¨¢n de capa ca¨ªda los conjuntos sudamericanos. Antes eran legi¨®n hoy a penas se ven representados por una superbanda que se viste con mucha sofisticaci¨®n y sopla las flautas andinas ataviada con atuendos cheroquis en un homenaje al kitsch.
La parte de la calle denominada acera es utilizada de vel¨®dromo por quienes no se sienten motivados a compartir espacio con los coches o encuentran que los famosos carriles-bici o bidegorris o bien coartan su sentido de la libertad o bien no van a donde ellos quieren ir o por donde quieren ir, con lo que se montan aut¨¦nticas jaranas pero ?no estamos de fiesta? Y como estamos de fiesta y bailamos en la calle muchos creen necesario convertir la calle en urinario. Existe una callejuela en el coraz¨®n de la Parte Vieja llamada Santa Corda que por las noches -y a veces antes- se convierte en una letrina a cielo abierto. Tanto dar¨ªa que le pusieran un desag¨¹e en un extremo y un dep¨®sito en el otro para que se pudiera tirar de la cadena y vaciarla de inmundicias. Si nos quitaran la calle tendr¨ªamos que hacer la fiesta en las nubes. A menos que la estemos haciendo ya.
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