El arte de ser s¨®lo por ser algo
Tiene gracia c¨®mo responden los madrile?os cuando les preguntas de d¨®nde son. Los hay de dos tipos. Uno emite un brusco "de Madrid" casi monosil¨¢bico y luego alza la cabeza como quien dice: "Venga, menos tonter¨ªas y a lo que ¨ªbamos". Y el segundo profiere una secuencia agramatical del tipo "ah, no, bah, yo, aqu¨ª, s¨ª", que viene a significar "tierra, tr¨¢game" y no pretende m¨¢s que ganar tiempo hasta que alguien cambie de tema, o m¨¢s bien cambie a un tema propiamente dicho. Los madrile?os dominamos bien ese arte: no se trata exactamente de que parezca vergonzoso ser de Madrid. Se trata de que parezca un accidente.
El poeta Agust¨ªn Garc¨ªa Calvo lo clav¨® de un trazo zamorano en el himno oficial de la ciudad: "Viva mi due?o, que s¨®lo por ser algo soy madrile?o". El entonces presidente de la Comunidad, Joaqu¨ªn Leguina, le pag¨® por el trabajo un duro de los de 1983 -en otra comunidad ni le hubieran admitido el himno a tr¨¢mite, no hablemos ya de cobrar-, pero ning¨²n madrile?o se ofender¨ªa por ese verso n¨ªtido, aun en el improbable caso de que llegara a escucharlo alguna vez en su vida. Porque el himno, en efecto, viene a decir lo mismo que el taxista que me llev¨® el lunes a Cuatro Caminos:
Fue en esta villa donde el pastel de liebre subi¨® a palacio y la tortilla baj¨® al populacho
Aqu¨ª no somos de ning¨²n lado ni preguntamos a nadie de d¨®nde viene
"Aqu¨ª no somos de ning¨²n lado; me explico, aqu¨ª somos de todas partes menos de Madrid, porque a ver, ?a que usted no es de Madrid? ?Que s¨ª? Arrea, pues ya es raro. ?Y su padre? Pues eso es m¨¢s raro a¨²n. ?Y su madre? Ah¨ª ya le he pillado, ?no ve lo que le dec¨ªa? Aqu¨ª no somos de ning¨²n lado ni preguntamos a nadie de d¨®nde viene". Con preguntarle por su padre ya nos apa?amos.
Pero, bueno, ?ustedes pueden creerse esa cantinela? Si parece un acertijo del maestro de Kung-Fu: "Viajar¨¢s a una ciudad m¨ªtica cuyos habitantes son de todas partes menos de la misma". A m¨ª eso me suena muy raro, maestro, pero voy a hacer el viaje precisamente por ello. Voy a buscar las se?as de identidad de Madrid, que ver¨¢s t¨² como s¨ª que las hay, y me llevo de gu¨ªa a un catal¨¢n: el corresponsal en Madrid de La Veu de Catalunya entre 1931 y 1936, un tal Josep Pla. [Todas las cr¨®nicas que mand¨® Pla desde Madrid acaban de editarse en castellano en el volumen La Segunda Rep¨²blica Espa?ola, de Destino].
Es la primera vez en 45 a?os que hago un viaje de placer a mi propia ciudad. Nac¨ª all¨ª abajo, en el Puente de Segovia. Ah¨ª, donde est¨¢n esas obras, hab¨ªa unos aligustres para jugar y luego pusieron la misma M-30 que ahora est¨¢n quitando: un simple tic-tac en el callejero, media vida en el cuerpo. ?Sabe una cosa, Pla? Extra?ar¨¦ la M-30. A m¨ª no me van los aligustres.
Bueno, pues lo primero que uno se pregunta al llegar a una ciudad desconocida es ?d¨®nde est¨¢n las salidas? Y lo segundo es ?aqu¨ª qu¨¦ se come? Responde el taxista que me llev¨® ayer a la glorieta Atocha (y no glorieta de Atocha, pues el de le fue transferido hace tiempo al nombre oficial que nadie usa, que es plaza del Emperador Carlos V):
"Lo que hay es mucho pardillo que viene a Madrid de tapas, me entiende usted, pues se montan y a lo mejor te dicen usted ll¨¦veme al barrio de las tapas... ?pero mira el tirillas, mira el tirillas c¨®mo se ha metido, la madre que le pari¨®, si le llevo viendo venir desde que salimos de O'Donell!, y si usted es de Madrid ya sabe lo que hay, ?o no?, que te pides tu birrita, o tu botijo o lo que se tome cada uno, que de un pavo veinte no te baja ni que sea marca la cabra, y de tapa te mete el t¨ªo aqu¨ª la oliva, aqu¨ª el Chema que conduce un tequi, el desgraciao, ?es o no es?, y esp¨¦rate que la oliva puede ir seg¨²n los casos con o sin el f¨®sil de la anchoa de Atapuerca, ?Animal el t¨ªo, pero no sabe que hay obras en Alfonso XII o qu¨¦!, y con el segundo botijo se hace el longui y lo mismo no te pone ni las vueltas, cuidao, que se han dao casos, ?eh?, ahora que yo se lo digo, por supuesto que s¨ª, le digo t¨², s¨¢came al f¨®sil que le diga adi¨®s por lo menos, tronco, porque aqu¨ª ya me hab¨¦is visto a m¨ª otra vez los dos, t¨² y la anchoa del carbono 12, vamos, ahora que te es igual, porque te vas al bar de al lado y parece que se alquilan la anchoa el uno al otro, total que... ?Animal! Ser¨¢ posible, oyes, que llevo media hora meti¨¦ndole el morro y que el t¨ªo panoli no me deja colarme delante suyo".
Cuando Pepe Carvalho vino a Madrid a esclarecer el Asesinato en el Comit¨¦ Central, se tir¨® una semana echando pestes de la gastronom¨ªa madrile?a, integrada seg¨²n ¨¦l por el escueto tr¨ªptico del cocido, los callos y la tortilla de la T¨ªa Javiera. Y la ¨²ltima bien pudiera ser un sarcasmo del detective, pues est¨¢ por ver que alguien la haya catado. Esto nos deja el cocido, que tal vez importamos de Extremadura, y los callos, que los hacen hasta en Ly¨®n. Pla, que a decir de Manuel Allue derrota hacia "langostas, becadas, nabos y coles", quiere hacer frente com¨²n con Carvalho, pero ninguno de los dos ha reparado en que la verdadera gastronom¨ªa madrile?a es otra: el pulpo a la gallega, el bacalao a la vizca¨ªna y los calamares a la romana. Seg¨²n la gu¨ªa de Red 2000, "Madrid es la capital europea que m¨¢s ha absorbido las cocinas regionales de su pa¨ªs", circunstancia que se remonta a los tiempos en que Felipe II le otorg¨® la capitalidad, con la consiguiente "llegada masiva de emigrantes de las m¨¢s diversas comarcas, que trajeron consigo sus costumbres gastron¨®micas". Ah¨ª lo tiene, Pla: si es que as¨ª no hay forma de conservar las se?as.
Pla, creo yo, se inclinar¨ªa a creer que esa gastronom¨ªa madrile?a -la del pulpo a la gallega- es s¨®lo una de las facetas del poli¨¦drico talento de esta ciudad para cambiar de decorado, y me recordar¨ªa aquel 14 de abril de 1931, cuando se iz¨® en el Palacio de Comunicaciones la primera bandera republicana y "Madrid corri¨® a destruir y a esconder los s¨ªmbolos mon¨¢rquicos. Los comerciantes proveedores de la Real Casa, las tiendas con el escudo real, las fondas, teatros y restaurantes hicieron desaparecer r¨¢pidamente los nombres comprometedores y din¨¢sticos". Bueno, pues tambi¨¦n es comprensible. "Y un busto de bronce de Primo de Rivera fue colgado en el balc¨®n de Gobernaci¨®n". Por Dios. Pero Pla concede a los madrile?os "una finura cr¨ªtica indudable" y una "causticidad proverbial", admitiendo que ese d¨ªa los Reyes "no fueron tratados por la masa con cumplidos, pero tampoco con una crueldad exagerada". Y a lo mejor, "alguna an¨¦cdota de car¨¢cter anticlerical se produjo en los suburbios, pero no puede decirse que aquello acabara dando el tono al espect¨¢culo". En cuanto a los actos de celebraci¨®n, parece ser que hubo un "desbordamiento del entusiasmo de la juventud popular que dur¨® 26 horas seguidas". Un d¨ªa entero de desbordamiento m¨¢s dos horas para volver a casa, ser¨ªa la cosa. Eso podr¨ªa ser una se?a de identidad, mira t¨².
En Madrid se habr¨¢ inventado poco plato, pero alguno s¨ª ha cambiado aqu¨ª de estrato social. Fue en esta villa, no lo ignoremos, donde el pastel de liebre subi¨® a palacio y la tortilla baj¨® al populacho. Pla no cree que aquello fuera un buen negocio, sin embargo, porque a la liebre no se la ha vuelto a ver por aqu¨ª abajo. Ser¨¢ que no le gusta la tortilla, le apunto yo, pero el catal¨¢n no se f¨ªa un pelo del aparato palaciego del foro: "Aquel 14 de abril, una monarqu¨ªa que duraba 15 siglos cay¨® muerta por la base, y ni la aristocracia, ni el Ej¨¦rcito ni las familias ligadas con la Casa y el Estado dieron pr¨¢cticamente se?ales de vida, salvo que los c¨ªrculos aristocr¨¢ticos fueron los primeros en izar la bandera republicana. La frivolidad de Madrid -no del pueblo, sino de las clases que tienen como raz¨®n principal de su existencia la monarqu¨ªa- ha sido un fen¨®meno casi tr¨¢gico".
Volvemos a lo de antes: que esto es una ciudad con talento para cambiar el decorado.
Pero hay que reconocer que esa gastronom¨ªa del trae pac¨¢ dista de ser ¨®ptima como se?a identitaria, y que habr¨¢ que buscar las se?as en alguna otra parte. ?Qui¨¦n se puede haber visto en un trance similar? Los ingleses, qu¨¦ tonter¨ªa. Convencidos como parecen de que la gastronom¨ªa es una marca de comida para gatos, y estancados como llevan un siglo en el nivel creativo de las beans on toast (alubias sobre tostada), los ingleses no parecen haber tomado sus se?as de la comida, sino de Ricardo Coraz¨®n de Le¨®n y de Robin Hood. ?Qu¨¦ tenemos sobre Madrid en este apartado concreto?
Responde el primer cronista oficial de la Villa, Ram¨®n de Mesonero Romanos: "Madrid tiene sus aduladores panegiristas que trataron de rebuscar su origen en la m¨¢s remota antig¨¹edad, enlaz¨¢ndola con h¨¦roes mitol¨®gicos". ?Aduladores panegiristas? Eso es justo lo que necesitamos, Mesonero Romanos. Rebuscando un poco por el Ayuntamiento, los documentos nos aclaran: "Desde los siglos XVI y XVII, como consecuencia del traslado de la Corte, los cronistas de Madrid retrotrajeron sus or¨ªgenes a muy pocos a?os despu¨¦s del diluvio universal". Qu¨¦ panda de incompetentes: lo hubieran puesto antes del diluvio, que habr¨ªa borrado todas las pruebas. "Madrid tambi¨¦n pudo ser fundada por el pr¨ªncipe griego Ocno-Bianor, hijo de T¨ªber". Pues a lo mejor tambi¨¦n fue eso, ahora que lo dices.
La etapa m¨¢s enigm¨¢tica de la historia madrile?a, en cualquier caso, es la comprendida entre el diluvio y el siglo IX, toda vez que en dicho siglo aqu¨ª no hab¨ªa m¨¢s que un cuartel, o almudayna, que ahora viene a ser la Almudena donde se casaron los Pr¨ªncipes. El emir Muhammad I (852-886), al "fundar" la almudayna junto a dos colinas, se encontr¨® con un "n¨²cleo visigodo en el barranco de la calle Segovia". Total, que nos plantamos casi en el siglo X con un cuartel, dos colinas y un barranco. Pero no nos enga?emos, que Magerit empez¨® a despegar un siglo escaso despu¨¦s, como revela el hecho de que "en 1050 rindi¨® tributo al cuerpo de San Isidoro de Sevilla, de paso para Le¨®n, donde le enterraron definitivamente". Esperando desde el diluvio para eso.
Si no tienes m¨¢s gastronom¨ªa que el Reino Unido ni m¨¢s mitos fundacionales que el Casino de Montecarlo, ya vas a la desesperada. Puedes aducir un monumento, pero la Cibeles no es que sea la Torre Eiffel. Y, aunque sepas que la Castellana es un museo vivo de arquitectura contempor¨¢nea, tampoco vas a identificar a tu ciudad con esa especie de autopista de cinco carriles en cada sentido. A Pla seguro que le va a gustar m¨¢s la Gran V¨ªa, que quieras que no tiene compuesta una zarzuela, y hasta sale bien parada en la Enciclopaedia Britannica:
"Tras el plan de Arturo Soria para una ciudad lineal de 50 kil¨®metros en 1892, y el de N¨²?ez Granes para una ciudad sat¨¦lite, que no encontraron suficiente apoyo, fue en 1910 cuando Madrid adquiri¨® uno de sus principales rasgos urban¨ªsticos actuales. El barrio de San Bernardo fue biseccionado por una broad way, una gran v¨ªa, que sal¨ªa de la calle de Alcal¨¢ y luego bajaba hasta la plaza de Espa?a, que es donde se levantaron los primeros grandes edificios comerciales. Esta Gran V¨ªa fue dise?ada para ser la calle principal del centro comercial de la ciudad, y tiene una vitalidad caracter¨ªstica, con cines, cafeter¨ªas, tiendas y bancos. Tras la Guerra Civil fue redenominada avenida de Jos¨¦ Antonio, en referencia al fundador de partido fascista, la Falange Espa?ola".
Vaya por Dios, esto del cambio de nombre no le va a gustar nada a Pla, porque miren la que arm¨® cuando el advenimiento de la Rep¨²blica por un par de retoques de similar intenci¨®n:
"Por otra parte", escrib¨ªa Pla el 20 de abril de 1931, "las calles han sido objeto de una nueva rotulaci¨®n espont¨¢nea. Las principales innovaciones han consistido en colocar la coletilla Zamora a la magn¨ªfica calle de Alcal¨¢, y en dar el nombre de Marcelino Domingo a la plaza de Bilbao. El ministro de Instrucci¨®n P¨²blica ha vivido en una casa de hu¨¦spedes de la vieja plaza y el cambio de nombre llega con la aureola de las cosas rom¨¢nticas". Caramba, Pla, qu¨¦ mala uva tiene usted. Peor que la Enciclopaedia Britannica, si me permite decirlo.
As¨ª que calle de Alcal¨¢ Zamora y Gran V¨ªa de Jos¨¦ Antonio. Ya se ve que hasta las calles son parte del gigantesco decorado desmontable de esta ciudad descapotable. ?Tampoco van a estar ah¨ª las escurridizas se?as de identidad del foro? Responde el taxista que me trajo hace un rato de Carabanchel:
"Pero que yo paso mucho de la Gran V¨ªa, tron, pero que la Gran V¨ªa yo la habr¨¦ pisado qu¨¦ te digo, ?una vez, tron? ?Dos? Pero, o sea, t¨² para qu¨¦ vas a la Gran V¨ªa, colega, o sea t¨² te levantas un s¨¢bado y le dices a la pe?a 'pe?a, me abro a la Gran V¨ªa', ?no?, y la pe?a de colores, o sea la pe?a te regala una Biblia, ?no? Yo te voy a decir una cosa, tron. Yo si no fuera por el tequi no sal¨ªa de Legan¨¦s, pero es que te lo juro. La brasa que habr¨¢ dao con la Gran V¨ªa el pavo, tron, la identidad y no s¨¦ qu¨¦ movidas que le han dao en el tarro, te lo juro, tron, y yo a m¨ª qu¨¦ me cuentas, chaval tron".
Entonces nos queda el schotis y la calidad de vida, o el f¨²tbol y la pol¨ªtica, que es de lo que siempre se ha hablado aqu¨ª, entre otras cosas para tener a punto los nuevos decorados. Pero eso lo dejamos para ma?ana, tron.
![Vista de las obras de soterramiento de la M-30.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/LSNZF4NKV6EYFNQ6HITRF7LGIM.jpg?auth=04d4b603b50da1ca2f0557c1fac8744bfc49a5c0e4838acf044a2f051fea60f1&width=414)
![Miles de ecuatorianos asisten a la procesi¨®n de la Virgen del Cisne, patrona de Ecuador, en la plaza Mayor.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/GXH3RSBU7NLPAZYNTOIBVP3R24.jpg?auth=cf1440e4a45e72e9dc13e5e8e0ab97917a8d57ba78e7bcc6e1c0f11112dfa5d0&width=414)
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