El pasado es hoy
Sorpresiva Palma de Oro en Cannes 2006, incardinada en la trayectoria anterior de Ken Loach (el tratamiento de la historia no es muy diferente al de Tierra y libertad, por ejemplo; y su reflexi¨®n sobre las revoluciones traicionadas es el mismo), El viento que agita la cebada, hermoso t¨ªtulo tomado de la letra de una canci¨®n popular, es una pel¨ªcula que, durante su primera hora y media, parece estar hablando de una cosa para, de golpe, desembocar en otra. Concretamente, en la p¨¦rdida de los sue?os de un revolucionario irland¨¦s, Damien (el brillante Cillian Murphy), para quien la independencia de su pa¨ªs, decididamente, no cuadra con los fr¨ªos datos de la realidad.
Sin ahorrar al espectador ninguna tropel¨ªa (el filme ha sido duramente recibido por algunos sectores de opini¨®n ingleses), lo que vemos es c¨®mo, en la Irlanda de 1920, se cumpl¨ªa la l¨®gica revolucionaria de la espiral acci¨®n-represi¨®n: los ingleses reprimen a los irlandeses, ¨¦stos se organizan y atacan a los que consideran ocupantes de su pa¨ªs, y as¨ª hasta la lucha final.
EL VIENTO QUE AGITA LA CEBADA
Direcci¨®n: Ken Loach. Int¨¦rpretes: Cillian Murphy, Padraic Delaney, Orla Fitzgerald, Liam Cunningham, Gerard Kearney. G¨¦nero: drama hist¨®rico, Gran Breta?a-Espa?a-Alemania, 2006. Duraci¨®n: 127 minutos.
En esta primera parte, vemos la conversi¨®n del m¨¦dico Damien de un profesional a punto de irse a Inglaterra en un hombre de acci¨®n, un nacionalista y un revolucionario. Centrada en un pueblo peque?o, en el que todos se conocen, para bien y para mal, la pel¨ªcula es la perfecta explicaci¨®n, a veces hasta demasiado pedag¨®gica, de qu¨¦ ocurre cuando se toma la senda de la violencia para alcanzar un objetivo pol¨ªtico. Pero Loach no critica la violencia (es m¨¢s, ¨¦sta se antoja l¨ªcita frente a la brutalidad del ocupante; y esa lectura es la que molesta, porque parece estar legitimando ese ayer en el hoy de Irlanda del Norte), sino que se limita a ponerla en acci¨®n y dejar que sea el espectador quien tome nota de sus ense?anzas.
Pero es justamente en el tercio final, cuando se muestran las desavenencias tr¨¢gicas en las filas del triunfante nacionalismo, cuando verdaderamente Loach ense?a sus cartas: en el b¨ªblico enfrentamiento de los dos hermanos antes camaradas de armas, ahora enemigos, se expresa una revoluci¨®n que no fue, la de clase; y ah¨ª el director est¨¢ inexcusablemente junto a su protagonista. Podr¨¢ gustar m¨¢s o menos, pero lo cierto es que resulta perfectamente coherente con la trayectoria anterior del director brit¨¢nico; y su final descarnado y terrible deja un poso de amargura que tiene el mismo olor que la tumba de todos los sue?os.
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