Jos¨¦ Luis, el cazador del caim¨¢n
El hombre que atrap¨® al cocodrilo de Collserola reivindica su acci¨®n
El cazador del caim¨¢n se llama Jos¨¦ Luis, tiene 35 a?os y vive en Ciudad Meridiana. Jos¨¦ Luis Serrano no se considera un h¨¦roe ni un descerebrado, reivindica su acci¨®n y dice que sangr¨® poco cuando le mordi¨® el bicho. No le guarda rencor al animal (no se conoce, por otro lado, la opini¨®n del cocodrilo) y de hecho proyecta ir a visitarlo muy pronto, quiz¨¢ hoy mismo, en compa?¨ªa de su familia, al centro de recuperaci¨®n de reptiles y anfibios de Masquefa, donde el caim¨¢n ha quedado depositado.
Con la revelaci¨®n de la identidad de la persona que captur¨® al caim¨¢n que hab¨ªa asentado sus reales en el pantano de Can Borrell, en Collserola, queda casi cerrado el singular episodio zool¨®gico y cineg¨¦tico del hallazgo de un cocodrilo en plena naturaleza catalana. S¨®lo falta un eslab¨®n: la identidad del genio que tuvo la extravagante idea de soltar a su dentada mascota en un lugar p¨²blico. Es normal que guarde silencio.
"Le consegu¨ª pasar el lazo por el cuello. Me mordi¨®. Sangr¨¦ poco, no hubo forcejeo"
El caim¨¢n, que se las deb¨ªa de prometer muy felices tras pasar de un terrario a un amplio espacio pantanoso conocido por sus grandes carpas, fue descubierto y capturado el martes por unos paseantes. En la acci¨®n llev¨® la voz cantante -y se gan¨® el mordisco- Jos¨¦ Luis, que relat¨® as¨ª su peripecia a este diario.
"Hac¨ªamos el dominguero en un merendero cerquita, mi hermano Juli¨¢n, su mujer y yo, con nuestras respectivas hijas. Barbacoa, bicicletas, esas cosas. Tras el caf¨¦ nos fuimos de paseo al lago. Nos pusimos a contemplar las carpas y entonces vimos al bicho. Al principio pensamos que era un castor o algo as¨ª, pero no hay castores en Catalu?a. S¨®lo sacaba del agua la nariz y los ojos. Cuando descubrimos que, efectivamente, era un cocodrilo, imag¨ªnate la sorpresa; llamamos a las autoridades: Guardia Urbana, Guardia Civil, Mossos d'Esquadra, agentes rurales... pero al explicarles que hab¨ªamos visto un cocodrilo, la comunicaci¨®n se cortaba autam¨¢ticamente. Pensar¨ªan que est¨¢bamos borrachos o drogados. Tratamos de enviarles fotos que hab¨ªamos hecho con los m¨®viles. Pero nada. As¨ª que decidimos atraparlo mi hermano y yo. Nuestras hijas son peque?as, la m¨ªa tiene seis a?os, y en el lugar pod¨ªamos ver que hab¨ªa otros ni?os a¨²n m¨¢s peque?os. ?sa fue nuestra motivaci¨®n, impedir que alguien fuera mordido. No es que seamos valientes ni atrevidos, ni nada. Sab¨ªamos del peligro. Cre¨ª conveniente sacarlo, ni m¨¢s ni menos".
Con una capacidad de improvisaci¨®n digna de Robinson Crusoe, Jos¨¦ Luis y su hermano se construyeron un dispositivo de captura. "Juntamos unos palos y unos trozos de cordel que hab¨ªa en el suelo y montamos un lazo corredizo". La pregunta de c¨®mo se les ocurri¨® esa t¨¦cnica de captura tiene la respuesta que todos est¨¢bamos esperando: "Lo hab¨ªamos visto en la tele, al cazador de cocodrilos, por supuesto, ?qu¨¦ gran tipo! Por ah¨ª nos guiamos". El pobre Steve Irwin estar¨ªa orgulloso. M¨¢s a¨²n de saber que Jos¨¦ Luis -la vida imita al arte- llevaba pantal¨®n corto.
?Intent¨® escapar la presa? "Pues claro, chiquillo, aquello fue una caza. Pero le consegu¨ª pasar el lazo por el cuello". Y le mordi¨®. "Me mordi¨®, pero s¨®lo fue un ara?azo en el dedo gordo de la mano derecha, sangr¨¦ poco, no hubo forcejeo. Se ha hecho un mucho de eso. Cuando se me tir¨® me ca¨ª de espaldas y, como llevaba la camiseta en la mano para cogerlo, me rasqu¨¦ con alg¨²n arbusto. No es que me ara?ara. Ver¨¢s, yo mido 1,80, le pego una patada y lo mato. Hombre, claro que doli¨®. Y me impresion¨®. He tomado mis precauciones. He ido al m¨¦dico".
A Jos¨¦ Luis le molesta que le califiquen de imprudente. "Imprudentes fueron aquellos a los que llamamos, por hacer caso omiso". Con el cocodrilo atrapado, nuestro hombre y su hermano lo llevaron hasta el restaurante de Can Borrell, donde, ya s¨ª, lograron que acudieran agentes de la autoridad. "No quiero criticar a nadie. Era la Diada y es l¨®gico que la polic¨ªa tuviera cosas m¨¢s importantes que hacer que acudir porque alguien dec¨ªa que hab¨ªa visto un caim¨¢n", afirma con deportividad Jos¨¦ Luis.
En el ¨ªnterin, la hija de Jos¨¦ Luis, que le habr¨ªa cogido cari?o al cocodrilo que mordi¨® a su padre, aprovech¨® para bautizarlo. "Le puso Marco, as¨ª que ¨¦se es su nombre", afirma Serrano con la autoridad que da haber cazado al caim¨¢n. Es dif¨ªcil saber cu¨¢l ser¨ªa el nombre original que le puso el due?o, el que lo solt¨® (pues es altamente improbable, seg¨²n los especialistas, que el cocodrilo se escapara y caminara ¨¦l solito hasta Collserola). Seguramente ¨¦l, el propietario, habr¨ªa preferido algo como Killer Croc.
"Suerte que lo atrapamos el lunes, porque si no ahora ser¨ªa muy dif¨ªcil cogerlo", reflexiona Jos¨¦ Luis. "Con lo que ha llovido, aquel sitio es ahora un gran lago".
El cazador de cocodrilos est¨¢ contento porque los agentes rurales le han devuelto la camiseta con la que envolvi¨® al caim¨¢n, y tambi¨¦n los artilugios de la captura. Lo guardar¨¢ todo, junto a las fotos hechas con los m¨®viles, para recordar la ins¨®lita experiencia. "No todos los d¨ªas cazas un cocodrilo, chaval", establece con una risa. Y acaba con un giro que te deja con mal cuerpo: "?Y si soltaron m¨¢s de uno? ?Nadie lo ha pensado?".
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