Carta a un portugu¨¦s desconocido
Si yo fuese portugu¨¦s, es que ni muerto querr¨ªa ni apoyar¨ªa jam¨¢s una uni¨®n pol¨ªtica y territorial con Espa?a. En todas las cosas de los hombres, en todo orden o jerarqu¨ªa de relaciones, nada ha llegado a ser tan reiterada y tan eficazmente destructivo para la amistad como esa supercher¨ªa de la unidad. La amistad relaciona a los hombres en su condici¨®n de hombres; la unidad los junta y mantiene juntos como cosas. La unidad destruye la amistad porque la desplaza y la reemplaza, usurpando su lugar. La unidad funciona igual que un pegamento, es una especie de sindetic¨®n, que mantiene pegados a los hombres como cascotes inertes, inconscientes, de un cacharro roto. Como cacharros rotos y arreglados con el sindetic¨®n de la unidad son hoy las sociedades, ya apenas casi humanas, porque no hay ya memoria de los a?os en que se vienen remediando y defendiendo con el trist¨ªsimo sustitutivo del "Pegamento Unidad", no siempre en todo igualmente eficaz, pues pegamento es el matrimonio y pegamento la disciplina militar. Y, ciertamente -ya que el Pisuerga me viene a pasar siempre por mi Valladolid-, el ¨¦xito incuestionable y sin comparaci¨®n en otro campo alguno, -desde que los helenos inventaron, en el entresiglo VII-VI antes de Cristo, la falange hoplita- de la m¨¢s despersonalizada unidad en el combate, que cosificaba literalmente a los guerreros, convirti¨¦ndolos en piezas sincr¨®nicamente articuladas de un ¨²nico instrumento, viene a mostrar hasta qu¨¦ punto, de tan particular idoneidad para la guerra, que es justamente el supremo paradigma de toda enemistad, ese siempre alabado pegamento de la "unidad" en sus m¨¢s diversas formas no es solamente el destructor de hecho de la amistad en las relaciones de los hombres, sino tambi¨¦n, de derecho, su t¨¦rmino antag¨®nico. El origen del concepto de "unidad" no es otro que la guerra y la dominaci¨®n. No s¨¦ si usted, portugu¨¦s, habr¨¢ advertido si tambi¨¦n en su lengua -tal como a m¨ª me parece harto probable, pues hoy las jergas son internacionales-, se ha impuesto la expresi¨®n "cohesi¨®n social"; en castellano es una f¨®rmula que no tendr¨¢, como mucho, m¨¢s de 20 a?os; lo m¨ªo era "concordia social". Compare usted el esp¨ªritu de esas dos palabras: la concordia se produce en la conciencia de los hombres; la cohesi¨®n se consigue mediante un pegamento. Y ahora perm¨ªtame, portugu¨¦s, que le pregunte: ?prefiere usted que haya concordia entre portugueses y espa?oles o por alguna raz¨®n le parece mejor que nos formen a todos, "como un solo hombre", en Aljubarrota y nos den una buena mano de pegamento por la espalda.
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