'Ikebana'
"LO QUE es particular a Jap¨®n", afirma Michitaro Tada (Kyoto, 1924), en su ensayo Gestualidad japonesa (Adriana Hidalgo), "es que si las mujeres exhiben su belleza, dejan de ser hermosas". Esta afirmaci¨®n sobre la insoslayable discreci¨®n de la est¨¦tica nipona tradicional la hace su autor, un notable escritor y antrop¨®logo, en el cap¨ªtulo dedicado al arte del arreglo floral o ikebana, mediante el cual las mujeres comunican un mensaje dom¨¦stico ¨ªntimo; esto es: no se limitan simplemente a adornar una estancia con mejor o peor gusto, sino que dejan, por as¨ª decirlo, su huella an¨ªmica, lo m¨¢s personal de sus gestos. He de a?adir que el libro de Tada, como su t¨ªtulo indica, es un intento de explicar los gestos m¨¢s caracter¨ªsticos, que no son siempre los m¨¢s obvios, de la cultura japonesa, no s¨®lo para as¨ª ilustrar mejor a los muy antit¨¦ticos occidentales, sino, sobre todo, como un esfuerzo de autorreflexi¨®n antropol¨®gica. En cualquier caso, lo maravilloso del libro de Tada es el estilo japon¨¦s, forma y contenido, con que est¨¢ escrito, que me recuerda la elegante discreci¨®n del tambi¨¦n muy celebrado Elogio de la sombra, de Tanizaki, pero aqu¨¦l, a diferencia de ¨¦ste, se adentra en el terreno m¨¢s oscuro e incontrolable de la gestualidad, esa comunicaci¨®n humana no verbal y no objetual. ?Es que un arreglo floral, se dir¨¢, no es acaso objetual? No en el sentido con que lo usa Tada, porque, como nos lo explica, busca en el ikebana "los sutiles gestos de la mujer que lo cre¨®".
En japon¨¦s el t¨¦rmino "gesto" se denomina shigusa, que significa un movimiento corporal controlado y, en particular, marcado por la suavidad. En castellano, etimol¨®gicamente procede del latino gestus, que significa "actitud o movimiento del cuerpo", y ¨¦ste, a su vez, procede del verbo genere, que equivale a "conducir", "llevar a cabo", "mostrar una actitud". Entre sus m¨²ltiples derivados, destaquemos los de "gesta", "gesti¨®n" y "gestaci¨®n", este ¨²ltimo con el significado de "llevar encima" una criatura o una idea. Pero, sin caer en disquisiciones filol¨®gicas, por muy sabrosas que resulten, se puede decir que la gesta de los gestos nipones consiste en lo que expresan parad¨®jicamente de una gesti¨®n introvertida de la comunicaci¨®n social; es decir: de, como lo aclara muy bien Tada en relaci¨®n con la importancia de la imitaci¨®n para los japoneses, asimilarse, m¨¢s que imponerse, al otro.
Se comprende entonces que, en el Jap¨®n tradicional, cualquier exhibicionismo, y, por tanto, tambi¨¦n y sobremanera, el art¨ªstico, transforme lo, en principio, hermoso y distinguido en feo y vulgar. Esto es algo que aprecia cualquier amante del arte japon¨¦s, siempre tan cuidadoso con los m¨ªnimos detalles y, en especial, tan indirecto. Pero el m¨¦rito del libro de Michitaro Tada (Gestualidad japonesa) es que nos retrotrae a los gestos, que es lo previo a la creaci¨®n de cualquier obra y, por tanto, su ra¨ªz m¨¢s profunda. Al analizar la arqueolog¨ªa de estos gestos primigenios japoneses y proceder inevitablemente a compararlos con los nuestros, ?qui¨¦n podr¨ªa seguir creyendo en la teor¨ªa del progreso art¨ªstico y, si se me apura, a¨²n peor, en el moral?
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