?pera, por fin
Un tr¨ªo de voces de primera fila (Meier, Seiffert y Salminen) ha encabezado el reparto de la primera ¨®pera representada en el Palau de les Arts. Zubin Mehta, al frente de la orquesta reci¨¦n creada para el recinto, se dej¨®, por su parte, la piel en el podio, sin permitir que la tensi¨®n dram¨¢tica bajara un solo momento, y dibujando un Beethoven todo bravura, valent¨ªa y emoci¨®n.
La orquesta decepcion¨® un punto en el primer acto, donde falt¨® empaste y se escucharon demasiadas aristas. En el segundo, sin embargo, volvi¨® a brotar el delicioso sonido de la cuerda que se hab¨ªa percibido en el concierto del d¨ªa 8 (su ¨²nica actuaci¨®n hasta la fecha). La Leonora III que se intercala antes de la ¨²ltima escena de la ¨®pera, consigui¨®, por la energ¨ªa y la plasmaci¨®n de las diferentes atm¨®sferas que la conforman, los aplausos m¨¢s encendidos del p¨²blico. No puede obviarse, en cualquier caso, que la agrupaci¨®n necesita m¨¢s rodaje en su ajuste con la escena. El coro, muy correcto en la escena final, fue mucho m¨¢s que eso en la de los prisioneros, donde consigui¨® un clima realmente estremecedor.
Fidelio
La direcci¨®n de Pier'Alli fue tambi¨¦n en este punto donde logr¨® los efectos m¨¢s brillantes: los desacompasados movimientos de los prisioneros, convertidos en aut¨¦nticos muertos vivientes que salen a la luz, trazaron una imagen perfecta del mensaje beethoveniano en torno a la libertad. Por el contrario, el desfile de los soldaditos que ilustr¨® la Marcha (parec¨ªan de plomo, por el atav¨ªo), cort¨® de ra¨ªz el sombr¨ªo clima que se hab¨ªa gestado, descolocando al espectador.
La escenograf¨ªa de Pier'Alli, tradicional, funcion¨® en t¨¦rminos generales. Los efectos de luz y proyecciones del segundo acto, fueron efectivos en el caso de las paredes carcelarias que se prolongan. Las nubecitas y los soles sirvieron m¨¢s para truncar lo conseguido hasta entonces que para potenciarlo.
Waltraud Meier, aun no estando en su mejor momento, es Leonore. Las ocasionales quebraduras en la voz de Seiffert no parecen importantes, ya que Beethoven le obliga a estar todo el tiempo en la zona de paso. Salminen, impecable, totalmente due?o de la voz y del papel. Raimondi y Trost cumplieron, sin entusiasmar, y Uusitalo exhibi¨® un vibrato excesivo. Pero, en conjunto, Fidelio se represent¨® con una altura y unos medios a los que Valencia, en el terreno de la ¨®pera, no estaba, hasta anoche, acostumbrada.
Babelia
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