Sicilia, paso a paso por la isla de los c¨ªclopes
La m¨ªstica grecolatina de h¨¦roes y dioses atrapa al visitante
Italia es el primer pa¨ªs del mundo en n¨²mero de lugares denominados por la Unesco patrimonio de la humanidad. Cinco de esos lugares se encuentran en Sicilia: El ¨¢rea arqueol¨®gica de Agrigento; la villa romana del Casale, en Piazza Armerina; las islas Eolias; las ciudades barrocas del valle de Noto, y Siracusa y la necr¨®polis rocosa de Pantalica. El recorrido que aqu¨ª proponemos, ce?ido sobre todo a la cultura grecolatina, puede ser completado con alguno de esos otros itinerarios tambi¨¦n imprescindibles para conocer una isla repleta de historia que lleg¨® a ser el centro del mundo en varias ¨¦pocas, como en la fase tard¨ªa del Imperio Romano.
Por fin llegamos. El estrecho de Messina, de tres kil¨®metros, nos sit¨²a de golpe ante el mito cl¨¢sico y los monstruos que asediaban a los viajeros navegantes, los vientos y las tormentas, una especie de finis mundi. Messina, ciudad industrial, sin embargo, no presenta especial fascinaci¨®n tal y como esperamos encontrar en esta isla legendaria, y decidimos hacer escala m¨¢s al sur, en Castelmola, un pueblecito medieval algo m¨¢s econ¨®mico que se alza en un pico escarpado sobre Tauromenion o monte Tauro, la actual Taormina. Sin duda son numerosos los encantos de esta antigua colonia griega, fundada en el siglo VIII antes de Cristo, pero sus precios son los m¨¢s altos de toda Sicilia. Con miradores espl¨¦ndidos hacia la costa j¨®nica, Taormina es una ciudad tur¨ªstica con un clima agradable, y una reciente historia envuelta en el sue?o de los rom¨¢nticos y artistas, donde se respiraba libertad respecto a las uniones homosexuales a comienzos del siglo XX. Su teatro grecolatino ofrece un belvedere incomparable, una riqueza inmensa a la que nuestros ojos deber¨ªan ya irse habituando en este viaje. No hay que dejar de acercarse, justo a los pies de Taormina, a Giardini-Naxos, que recoge el top¨®nimo de la mayor de las islas C¨ªcladas griegas y que fue el primer asentamiento que fundaron los primeros colonos griegos que desembarcaron en la isla. Pero desde este enclave, e incluso antes, hay una presencia poderosa que nos vigila y nos inquieta de un modo inigualable, casi indescriptible, una fuerza tel¨²rica que ejerce un misterioso poder de atracci¨®n sobre sus habitantes: el Etna, el volc¨¢n m¨¢s grande de Europa, con sus nubes y humos revoloteando... Cuenta la leyenda que Zeus en su lucha contra los Titanes arroj¨® a Tif¨®n al volc¨¢n, y que as¨ª se transform¨® la boca del monstruo en el cr¨¢ter, y que escupe la lava cuando se enfada, y ruge en los terremotos, consider¨¢ndose los brazos y su cuerpo la isla entera, como si estuviera tendido en dec¨²bito supino con los pies hacia el oeste. El Etna, sin embargo, es m¨¢s, porque recoger¨¢ otros muchos mitos alrededor de su fuego, como el de morada de Vulcano y albergar en su interior la herrer¨ªa donde se forjaban las armas para el dios de la guerra, Marte. Tambi¨¦n este volc¨¢n fue donde naci¨® el dios Dionisos, a quien se le rend¨ªan cultos desenfrenados en torno a la cultura del vino, la fiesta y la org¨ªa... Hay excursiones organizadas en autob¨²s, por el lado sur, hasta la torre del Fil¨®sofo, donde Emp¨¦docles, otro siciliano insigne, se lanz¨® a la lava incandescente, exigiendo a la sociedad en cierta manera purificarse, puesto que consideraba que en aquel entonces ¨¦sta se hab¨ªa corrompido en demas¨ªa... y all¨ª mismo recordamos el c¨¦lebre poema de Bertolt Brecht Las sandalias de Emp¨¦docles: ?qu¨¦ dir¨ªa ahora el fil¨®sofo si viviera! Hay otro camino, por el lado norte, hasta la Piana Provenzana, rodeada de nieves perpetuas, en ese paisaje lunar que queda despu¨¦s de las erupciones.
Cicer¨®n dijo que Siracusa era la ciudad m¨¢s bella del mundo. El mism¨ªsimo Plat¨®n vino aqu¨ª reclamado por el tirano Dionisos. Su teatro, el m¨¢s grande de Occidente y del mundo antiguo, posee capacidad para 20.000 personas
Hambrientos tras tanta historia, en ninguna ocasi¨®n nos va a decepcionar la cuesti¨®n culinaria en la isla, sobre todo por su exquisita pasta ('caserecci', 'ravioli'...). No dejen de probar sus dulces: la tradicional 'cassata', o las 'cassatine' (diminutivo plural), para aquellos que est¨¦n a dieta, y los 'cannoli' rellenos de 'ricotta '
Polifemo, el c¨ªclope
A las faldas del volc¨¢n hay parajes y pueblos hermos¨ªsimos, como Linguaglossa o Castiglione di Sicilia; Le Gole di Alc¨¢ntara (as¨ª, con el nombre espa?ol, una de tantas huellas del paso de los aragoneses), intensos limonares (de ellos se elabora el t¨ªpico licor de lim¨®n o limoncello, un digestivo muy apreciado cuando es casero), peque?as carreteras tupidas, y la tierra, en general, que parece que tiembla, en la que existe una inquietud sin objeto que, en cualquier caso, se debe a las fuerzas subterr¨¢neas siempre presentes.
Pero es hacia el litoral donde el mito cobra cuerpo de nuevo. Llegamos, a menos de tres o cuatro kil¨®metros, a Aci Trezza, el pueblecito en el que suced¨ªa la historia de Los malasangre, la novela de Giovanni Verga, y donde se rod¨® la opera prima de Luchino Visconti, La tierra tiembla (1948). El pastor Acis, hijo del dios Pan, estaba enamorado de Galatea, pero igualmente de la hermosa ninfa se hab¨ªa quedado prendado el c¨ªclope Polifemo, que, celoso, mat¨® al joven pastor. Luego lo troce¨® en nueve porciones y las disemin¨® por la zona, fundando as¨ª los pueblos circundantes que llevan su nombre: Aci Trezza, Aci Castello, Aci Reale, etc¨¦tera. Y de este modo inspir¨® la preciosa F¨¢bula de Polifemo y Galatea a Luis de G¨®ngora, aunque con un lenguaje bastante m¨¢s rebuscado... Adem¨¢s, en Aci Reale se puede pasear por la Ribera de los C¨ªclopes, donde quedan a¨²n restos de la furia de Polifemo, el m¨¢s famoso de estos gigantes monstruosos cuando, tras haber apresado a Ulises y a su tripulaci¨®n, ¨¦ste le ceg¨® su ¨²nico ojo y escap¨®: el c¨ªclope lanz¨® grandes piedras al h¨¦roe que hu¨ªa por el mar, y he aqu¨ª la explicaci¨®n de los escollos que adornan el litoral con sus llamativas formas arrojadizas.
Siracusa
Hacia el sur, y siguiendo el litoral, dejamos a un lado Catania y las ruinas de Megara Hyblaea, aunque la imagen del Etna sigue acompa?¨¢ndonos. Llegamos a Siracusa. Aqu¨ª la estratificaci¨®n de culturas llega a ser alucinante, con m¨¢s de 2.500 a?os superpuestos; por ejemplo, la catedral, de estilo barroco, que se sirve de las columnas exteriores con los capiteles d¨®ricos incrustados en la construcci¨®n. Arqu¨ªmedes fue su ciudadano m¨¢s ilustre, y Cicer¨®n dijo que Siracusa era la ciudad m¨¢s bella del mundo. El mism¨ªsimo Plat¨®n vino aqu¨ª reclamado por el tirano Dionisos. Su teatro, el m¨¢s grande de Occidente y del mundo antiguo, posee capacidad para 20.000 personas. Aqu¨ª se represent¨® a Eur¨ªpides y a S¨®focles, y por supuesto a Esquilo, que era siracusano. Otras ruinas emocionantes son su anfiteatro, y el templo de Apolo, que se halla en el centro de Siracusa y fue redescubierto en la primera mitad del siglo XX. Queda un poco dibujada y al aire su elegante estructura, la cual presenta unas inscripciones profundamente originales: son la ¨²nica se?al y caso conocido en un templo griego donde se puede leer qui¨¦n fue el arquitecto. La cercana fortificaci¨®n griega, que se erige en una suave colina, se considera la m¨¢s importante y grande que existe, fruto no s¨®lo de la competencia con Atenas, sino sobre todo como resultado de haber sido la capital del Mediterr¨¢neo durante varios siglos, hasta la llegada del poder¨ªo cartagin¨¦s y, justo despu¨¦s, romano. Citamos s¨®lo de paso el magn¨ªfico castillo medieval del emperador Federico II, pero que hay que visitar obligadamente.
La Capilla Sixtina del mosaico
Al sur quedan ciudades espl¨¦ndidas y barrocas en el valle de Noto, como Ragusa, Noto o Modica, y sus bellos campos de algarrobos y chumberas. Todav¨ªa se puede divisar muy a lo lejos el Etna vigilante. Pero nos dirigimos directamente hacia la villa romana del Casale, en Piazza Armerina, m¨¢s o menos en el centro de la isla, que nosotros denominamos, con permiso de otros testimonios de mosaicos tunecinos, como la Capilla Sixtina del mosaico. En esta villa romana, descubierta en 1929, habitaron, entre otros, el emperador Maximiano H¨¦rcules (286305) y su familia a comienzos del siglo IV. Se considera como uno de los monumentos m¨¢s importantes de Sicilia, algo realmente incomparable. Las escenas plasmadas en los mosaicos en sus 4.000 metros cuadrados constituyen un extraordinario testimonio de la vida social y las costumbres del bajo Imperio Romano. De las 46 salas que podemos contemplar, la de las 10 muchachas en biquini jugando a la pelota y haciendo gimnasia se considera la joya de la villa; pero existen otras igualmente extraordinarias, con escenas de caza o de amor, o el traslado de las fieras de ?frica del Norte en barcos destinadas a los juegos y diversiones romanas. El mito tambi¨¦n alimenta, cerca de Piazza Armerina, en el lago di Pergusa, uno de los episodios m¨¢s trascendentales para la historia de la antropolog¨ªa: el rapto de Proserpina. Hija de Ceres (la diosa de la Tierra y de las cosechas), viv¨ªa en este lago -hoy un humedal a punto de secarse-, y por sus alrededores jugaba cogiendo flores y cantando hasta que fue raptada por Plut¨®n para que reinase con ¨¦l en los infiernos. Luego la leyenda se ocupa del resto, no s¨®lo porque de ah¨ª se deriva la explicaci¨®n del cambio de las estaciones, sino porque si Proserpina se comi¨® aquellos granos de la granada no fue por otra raz¨®n que para no tener que volver a la tierra.
Agrigento
Antes de descender hasta el sur podemos acercarnos a las excavaciones de Morgantina, que dispone de un teatro griego y de algunas columnas resistiendo al oraje todav¨ªa con cierta dignidad. Pero a algo menos de 100 kil¨®metros hacia el suroeste queda Agrigento, donde visitamos el famos¨ªsimo valle de los Templos, una muestra indeleble del poder de la religi¨®n en la antig¨¹edad. Con Puerto Emp¨¦docle al fondo, la ciudad ostenta algunos otros atractivos, pero nada que ver con el mencionado valle de los Templos, casi apote¨®sico. Hambrientos tras tanta historia, en ninguna ocasi¨®n nos va a decepcionar la cuesti¨®n culinaria en la isla, sobre todo por su exquisita pasta (caserecci, ravioli...). No dejen de probar sus dulces: la tradicional cassata, o las cassatine (diminutivo plural), para aquellos que est¨¦n a dieta, y los cannoli, rellenos de ricotta, el c¨¦lebre reques¨®n italiano. ?En el meridi¨®n la pasteler¨ªa es una cosa muy seria! Y retomamos, hacia Selinonte, nuestra ruta, pasando por las ruinas de Heraclea Minoia, en las que puede adivinarse sin dificultad, c¨®mo no, otro teatro.
Eternas enemigas
Selinonte, sin embargo, sin presentar tanta fama como Agrigento, nos parece mucho m¨¢s interesante y nos punza a¨²n m¨¢s, por su atm¨®sfera. Los vestigios de Selinonte son grandiosos. Su eterna enemiga, Segesta, casi en la costa norte, la cual al principio se ali¨® a los cartagineses, a partir del siglo III antes de Cristo se cambi¨® de bando con los romanos y logr¨® destruir a Selinonte. Siglos despu¨¦s, no obstante, ambas son s¨®lo piedras amontonadas. El parque arqueol¨®gico de Selinonte ofrece sus templos frente al mar, las fortificaciones y las calles, las casas, los caminos. En Segesta, al margen del magn¨ªfico templo que ya qued¨® en aquel tiempo inacabado, un teatro es testigo de excepci¨®n de su esplendor, en lo alto de una colina, con una panor¨¢mica envidiable; un teatro que, al contrario de los teatros griegos que hemos visitado hasta ahora, excavados en la piedra y aprovechando las sinuosidades del terreno, est¨¢ construido artificialmente.
Isla de Ulises
Continuando por la costa norte hacia el este, de nuevo hacia Messina, dejamos una jornada para Palermo y Monreale, que, aunque no exhiben a simple vista trazas grecolatinas, son un repertorio vivo del pasado medieval siciliano. Pasamos, por supuesto, por Cefal¨², mirando de reojo a las ruinas de Halaesa, y tras esta breve escala s¨®lo nos queda visitar T¨ªndaris, antigua y esplendorosa ciudad que hacia el siglo IX fue destruida por los ¨¢rabes, y en cuyas playas, seg¨²n el mito hom¨¦rico, fue donde naufrag¨® Ulises y su tripulaci¨®n. Y es que, en general, otras lecturas explican que el astuto h¨¦roe griego fue un nost¨¢lgico que nunca quiso regresar a cumplir con sus deberes conyugales, buscando la aventura lejos de su patria; como nosotros, que preferir¨ªamos permanecer en esta isla luminosa indefinidamente, pero que debemos inexorablemente volver. As¨ª completamos un recorrido inolvidable por la "isla de Ulises", como reza en el conmovedor poema del poeta y premio Nobel Salvatore Quasimodo, natural de Modica. Otro nost¨¢lgico que cant¨® las excelencias del sur. Otro que no quer¨ªa volver.
- Juan Carlos Abril (Los Villares, Ja¨¦n, 1974) ha publicado los poemarios Un intruso nos somete (Ellago Ediciones) y El laberinto azul (Rialp).
GU?A PR?CTICA
C¨®mo llegar- Alitalia (www.alitalia.es; 902 10 03 23) vuela a Palermo, con escala en Mil¨¢n o Roma. Saliendo de Madrid, ida y vuelta desde 234 euros, tasas y cargos incluidos.- Meridiana (www.meridiana.it) vuela entre Madrid y Palermo, y Barcelona y Catania, v¨ªa Florencia. Ida y vuelta en ambas rutas, a partir de 237 euros, tasas y cargos incluidos.Viajes organizados- Politours (www.politours.es; en agencias) tiene un vuelo especial para el puente de la Constituci¨®n, con salida el 6 de diciembre desde Madrid. Lo ofrece combinado con cinco d¨ªas de coche de alquiler y estancias de cuatro noches en Catania, o en forma de circuito organizado de cinco d¨ªas por toda la isla, con visitas y media pensi¨®n, por 435, 580 y 770 euros, respectivamente. Su folleto sobre Sicilia incluye paquetes y circuitos con salidas todo el a?o.- En su cat¨¢logo Europa Secreta, Catai (www.catai.es; en agencias) re¨²ne media docena de propuestas para descubrir la isla italiana. Por ejemplo, el programa Sicilia en Libertad, un viaje de ocho d¨ªas que contempla los vuelos, coche de alquiler y siete noches en hoteles de Agrigento, Cefal¨², Catania, Messina, Palermo, Siracusa, Taormina y otros lugares de la isla, desde 836 euros, m¨¢s tasas (consultar).Informaci¨®n- www.agriturismo.it (re¨²ne casas rurales y de vacaciones).- www.regione.sicilia.it.- www.enit.it.
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