El regreso
Antonio Banderas ha vuelto a la ciudad de M¨¢laga para dirigir 'El camino de los ingleses', la pel¨ªcula que refleja los a?os de su juventud. Melanie, sus sue?os y su hija Stella aparecen en esta conversaci¨®n sincera, y entre amigos
Elegante y discreto, como s¨®lo puede ser un barrio burgu¨¦s de Londres, South Kensington disfruta estos ¨²ltimos d¨ªas de septiembre de unas tardes de sol inusitadas. La hilera de casas elegantes, id¨¦nticas, proporcionan al esp¨ªritu una felicidad serena y uno imagina la emoci¨®n de la visita del sol para quien ya no esperaba tenerlo en muchos meses. El coche se detiene ante el hotel Blakes, cuya fachada se camufla entre las casas del vecindario, y que es c¨¦lebre por ofrecer un lujo no ostentoso a quien fuera de casa quiere sentirse como en un hogar. El Blakes es cobijo de actores internacionales que conf¨ªan en el buen hacer de Anouska Hempel, actriz que acab¨® dedic¨¢ndose al negocio de la decoraci¨®n y la hosteler¨ªa y que conoce bien a ese tipo de personaje rico, caprichoso y vulnerable que quiere sentirse arropado. El artista, el actor. Se disfruta nada m¨¢s entrar de una decoraci¨®n suntuosa, rica en detalles orientales, que abriga estos muros de arquitectura victoriana. En medio de esa oscuridad que ahora parece reinar en todos los lugares de moda brilla la cabeza de Melanie Griffith, que parece iluminar el espacio como si fuera una alta l¨¢mpara de pie que estuviera rematada por una tulipa dorada y sobresaliera por encima de los empleados del hotel que se dirigen a ella familiarmente. Melanie Griffith revisa el correo en la mesa de recepci¨®n, pero enseguida distingue el aspecto de esta compatriota de su marido. Me mira, sonr¨ªe y pronuncia mi nombre. Me estaban esperando. Y quien esto escribe, que no es particularmente dada a la mitoman¨ªa, se queda un momento engolfada en la ilusi¨®n de haber escuchado su nombre en boca de la mujer que protagoniz¨® Armas de mujer, La noche se mueve o Algo salvaje. La voz infantil y tremendamente sexy que susurr¨® palabras de amor al o¨ªdo de Harrison Ford, la misma voz que juguetea ahora hablando en un espa?ol torpemente gracioso, aprendido con poca disciplina y muchas reuniones de amigos de su marido. La melena rubia se agacha para darme dos besos, dos, y se echa a andar por el pasillo haci¨¦ndome una indicaci¨®n con el brazo para que la siga. Es el brazo largo y flaco que luce el coraz¨®n tatuado del que todo el planeta tiene noticia. "Antonio". Voy tras ella, tras la figura esbelta y sobriamente vestida, toda de negro, rematada con unas botas de cuero elegant¨ªsimas y planas que ha estrenado esa misma tarde. Es al verla de espaldas cuando percibo su calidad de estrella. No hay duda: hay algo en ella que la distingue, algo que no necesariamente poseen todas las actrices, el halo que har¨ªa que el espectador la distinguiera entre un millar de figurantes.
Melanie ha venido desde Los ?ngeles a acompa?ar a su marido en los d¨ªas en los que ¨¦ste mezcla la pel¨ªcula que ahora est¨¢ a punto de estrenarse, El camino de los ingleses. Es dif¨ªcil hablar en fila india por un pasillo con alguien que acabas de conocer, as¨ª que, aparte de celebrar el buen tiempo, le pregunto tontamente si disfruta de estos d¨ªas en Londres. Me dice: "Es una ciudad especial para m¨ª, aqu¨ª me cas¨¦ con Antonio". Y el Antonio cuyo sonido "t" la belleza rubia salpica hacia fuera aparece al fondo de uno de esos patios en los que la burgues¨ªa inglesa juega a la jardiner¨ªa. Antonio, con los brazos abiertos, con esa simpat¨ªa natural que la experiencia ha convertido en el saber hacer de un hombre de mundo, me conduce al sal¨®n del apartamento decorado en blanco provenzal y me invita a sentarme y a disfrutar de una merienda que su mujer ha dispuesto para nosotros. Exquisiteces que tristemente se quedar¨¢n sin ser probadas: ellos, por frugalidad; quien esto escribe, por educaci¨®n. Suena de fondo Modern times, el ¨²ltimo disco de Bob Dylan.
"Me encanta", dice Antonio y se enciende un cigarrillo americano, "es m¨¢s de lo mismo, pero por eso me gusta".
Tengo ante mis ojos sus ojos mediterr¨¢neos que desde el primer momento miran sorprendentemente abiertos, sin parpadear, haci¨¦ndote sentir, como dir¨ªan en Am¨¦rica, la persona m¨¢s importante de la habitaci¨®n. Es su arma, el arma con la que cautiva al interlocutor y con la que se ha ganado su lugar en el mundo. Dejando a un lado esos ojos excepcionales, de expresi¨®n honesta y a la vez humor¨ªstica, Antonio Banderas es f¨ªsicamente moderado. Ni muy alto ni demasiado fuerte. ?l s¨ª podr¨ªa salir a la calle y camuflarse tras unas gafas de sol, ¨¦l s¨ª podr¨ªa ser uno m¨¢s, ¨¦l s¨ª. El hombre que tengo ahora delante de m¨ª, haci¨¦ndome ver que estar¨¢ dedicado en cuerpo y alma a esta charla sin l¨ªmite preestablecido, podr¨ªa haber sido otro Antonio, haber abandonado su anhelo juvenil de ser actor y haber sido el feliz due?o de un restaurante o haber regentado un negocio, siempre exitoso, siempre el centro de un lugar en el que pudiera hacer gala de su buen car¨¢cter. Ser¨ªa este mismo Antonio, con el mismo cigarrillo en la mano, tarareando de vez en cuando la canci¨®n del ya viejo Bob Dylan. De alguna forma, de eso trata la historia que ha llevado al cine, de los sue?os realizados y de las muchas vidas posibles. ?l est¨¢ muy capacitado para hablar del deseo porque la realidad aument¨® las expectativas que ese deseo hab¨ªa trazado. Eso es algo que suele suceder a la inversa.
"Es cierto, cuando empec¨¦ en el grupo de teatro de M¨¢laga, muy jovencillo, mi sue?o era ser actor, pero la realidad siempre me fue sorprendiendo. El irme a Madrid, el llegar a trabajar en el teatro Mar¨ªa Guerrero con Llu¨ªs Pasqual, el trabajar con Almod¨®var y luego en Am¨¦rica? Siempre cuento que yo viv¨ªa en la pensi¨®n de do?a Antonia, en el centro de Madrid; recuerdo que algunas noches no pod¨ªa dormir porque la pensi¨®n daba, pared con pared, con el teatro en el que se interpretaba Evita. Los bajos del musical me mataban, todas las noches me las pasaba maldiciendo. Qui¨¦n me iba a decir a m¨ª que acabar¨ªa interpret¨¢ndola en el cine. Todo es algo que pod¨ªa no haber ocurrido y, si no hubiera ocurrido, yo no me hubiera sentido especialmente desgraciado porque hay muchas cosas que tengo que no esperaba".
Desgraciado no es un adjetivo que describa al personaje, ni en su momento actual ni en su actitud ante la vida. Lo que sus amigos definen como una suerte que le acompa?a desde que naci¨® se basa en algo menos misterioso y que a todas luces define la psicolog¨ªa de Banderas por encima de ninguna otra cosa: es un so?ador activo, es optimista. Alegre. Esa alegr¨ªa es la que ha sabido transmitir a toda la troupe de j¨®venes actores con la que rod¨® en M¨¢laga los pasados meses una historia de sue?os juveniles, basada en la novela del tambi¨¦n malague?o Antonio Soler, pero que ¨¦l ha transformado en algo muy personal.
"La novela fue la excusa. Me la regal¨® Antonio Meliveo (m¨²sico y productor de cine). Meliveo es amigo m¨ªo de juventud y Soler tambi¨¦n; con Soler tuve menos relaci¨®n, pero todos nos conoc¨ªamos, nuestros intereses eran comunes, el teatro y cierta inquietud cultural muy de la ¨¦poca. Date cuenta de que la historia transcurre en 1978. Hac¨ªa tiempo que quer¨ªa contar algo as¨ª, generacional, y al leer la novela lo vi clar¨ªsimo. Cuando el director de fotograf¨ªa me pregunt¨® qu¨¦ es lo que quer¨ªa hacer, yo le dije: "Mira, lo que yo quiero exactamente es fotografiar el recuerdo". Yo admiro mucho el realismo puro y duro, lo valoro, pero no es mi estilo. A m¨ª me gusta mirar hacia atr¨¢s de la manera en que lo hac¨ªa Federico Fellini o Bob Fosse? Ellos me interesan m¨¢s porque no te cuentan exactamente los hechos, sino c¨®mo t¨² has asimilado lo que pas¨®, c¨®mo el recuerdo es modificado por la memoria y la propia vida. No s¨¦ qu¨¦ van a decir los malague?os de la pel¨ªcula, a lo mejor hay gente que se siente decepcionada porque espera que sea como un documental sobre M¨¢laga. Lo siento, pero? lo que uno recuerda siempre tiene algo de sue?o, de irrealidad. Quer¨ªa ver en pantalla los colores del recuerdo, que para m¨ª eran tan fuertes. Porque s¨ª, viv¨ªamos en una dictadura, pero si uno es sincero lo que m¨¢s te importa en esos a?os juveniles es una novia, lo que deseas hacer con ella, los amigos, y esa fuerza que tiene la vida cuando la tienes entera por delante. Eso era lo que yo quer¨ªa retratar. En la juventud y en la ni?ez los colores siempre son luminosos".
Mientras nos dejamos llevar por esta conversaci¨®n desordenada y caprichosa, Melanie entra y sale. Interviene, come un peque?o bocado, se sienta encima de ¨¦l, le besa, se deja preguntar tambi¨¦n.
-Ahora est¨¢s de vacaciones? -le digo.
-Bueno? No tengo trabajo.
-?No tienes trabajo?
-No.
-?Pero tienes proyectos?
-Tampoco, no tengo nada.
-?Nada?, ?Melanie Griffith no tiene ning¨²n proyecto para el futuro?
-No, soy demasiado mayor. Para los productores soy demasiado mayor.
-Entonces?
-Entonces soy esposa y mami. Est¨¢ bien. Me gusta.
-Ahora te pareces m¨¢s a tu madre?
-? (Ella sonr¨ªe y mira a Antonio).
- ?Qu¨¦ aprendiste de ella?
Los dos se miran con una complicidad e iron¨ªa que me excluye de entender claramente qu¨¦ es lo que se est¨¢n diciendo con la mirada.
-A maquillarme. (Se r¨ªen los dos).
-Mi suegra -dice Antonio- es una mujer excepcional, con mucha fuerza, mucha personalidad. Ella ten¨ªa una belleza muy especial, fr¨ªa, un poco a lo Catherine Deneuve? Esa belleza encuadraba muy bien en el cine que hac¨ªa Hitchcock, pero Melanie es otra cosa. Melanie es la maestra.
-No escribas eso -me dice ella.
-Es verdad, Melanie es la maestra en el arte de la naturalidad, nadie puede superarla en eso. Es una actriz maravillosa. Yo estoy deseando dirigirla.
-T¨², Antonio, con una familia tan malague?a, tan espa?ola, tan protegido siempre, y t¨², Melanie, que viviste una infancia americana y de Hollywood, ?c¨®mo conseguisteis unir esos dos mundos?
-Fue un l¨ªo al principio -dice Antonio y los dos se r¨ªen.
-Todo era raro para m¨ª -dice Melanie-. Hasta la pata de cerdo seca, el jam¨®n, que hab¨ªa en la cocina.
-Siempre nos acordamos de las primeras navidades. Juntamos a las dos familias enteras en M¨¢laga. Qu¨¦ valor. Imag¨ªnate, mi padre enfrente de mi suegra. Mi padre, como les ocurre a todos los espa?oles de su generaci¨®n, piensa que si le gritas a un extranjero te va a entender mejor y se pas¨® la cena gritando: "?Que le digo que c¨®mo me gust¨® usted en Los p¨¢jaros!". Pero lo gracioso es que luego mi padre se met¨ªa detr¨¢s de mi madre a la cocina para ayudarla y segu¨ªa gritando, y mi madre le gritaba a ¨¦l: "?A m¨ª no me grites, que yo s¨ª que te entiendo!".
Los dos son ¨¢giles, juveniles, con esa rara cualidad de los que atravesar¨¢n los a?os de j¨®venes a viejos pasando de puntillas por la madurez.
-Hago yoga -me dice abrazado a Melanie-, me introdujo ella. Nunca me ha gustado la gente musculosa, creo que el cuerpo ha de responder a una armon¨ªa y el yoga ayuda a eso. Lo hago todos los d¨ªas y luego corro durante una hora. Me gusta sudar, me viene muy bien. Soy muy nervioso y eso me beneficia. En estos d¨ªas que sufro jet-lag me levanto, hago meditaci¨®n, practico mis ejercicios. En mi casa no entran las pastillas, por razones obvias (las razones obvias provienen de la mujer de pasado dif¨ªcil que acaba de salir de la habitaci¨®n y tras un "I love you, babe" se acaba de marchar a la calle).
-Tengo que confesarte que he venido por conocerla a ella tambi¨¦n?
-Ya lo s¨¦. No me extra?a.
-Cuando la ves en persona comprendes la esencia de la vulnerabilidad que siempre le ha concedido a todos sus personajes?
-S¨ª, s¨ª, es una mujer que dan ganas de acurrucarla.
-?C¨®mo puede llevar un actor y m¨¢s una actriz de su categor¨ªa el no trabajar?
-Pues sorprendentemente bien. Ella est¨¢ muy centrada en nuestros hijos; es una madre excepcional, ?sabes? Pero yo te confieso que no lo llevar¨ªa igual, a m¨ª me llevar¨ªan los demonios. Si me faltara el trabajo creo que sufrir¨ªa much¨ªsimo, afortunadamente eso no me ha pasado y por eso en parte estoy iniciando esta carrera como director. No descarto que finalmente me dedique fundamentalmente a esto.
-?T¨² entiendes la raz¨®n por la que a una mujer a partir de los 35 a?os le empieza a faltar trabajo en el cine?
-No, en absoluto. A m¨ª, que una actriz de su talento est¨¦ sin trabajar me parece un desperdicio.
-Quiero decir que si t¨², como espectador, puedes entender que el p¨²blico quiera ver a una protagonista joven, si crees que s¨®lo una mujer joven puede despertar deseo?
-Eso es una conclusi¨®n a la que han llegado los productores, que intentan cautivar al p¨²blico juvenil, que se supone que es el mayoritario. No es mi caso. A m¨ª me gustan las mujeres mayores; vamos, maduras. Me gusta tener alguien en la vida con quien entenderme de igual a igual. Mis mitos han sido mujeres como Anna Magnani o Simone Signoret y no necesariamente cuando eran j¨®venes. Quiero que una mujer sea interesante. Hombre, claro que me gusta una t¨ªa buena, pero no es lo ¨²nico que me interesa de una mujer, tiene que haber m¨¢s cualidades. Pero date cuenta de una cosa: si en una pel¨ªcula una mujer joven est¨¢ con un hombre maduro se acepta como algo natural; si una mujer madura est¨¢ con un hombre joven, ¨¦se es el argumento de la historia. F¨ªjate que Melanie es s¨®lo tres a?os mayor que yo y nunca se cansan de repetirlo.
-?Y c¨®mo crees que te ve a ti ahora en Am¨¦rica?
-A m¨ª me gusta el momento en el que estoy, me gusta porque me encuentro en ese lugar intermedio que me resulta ventajoso. No estoy arriba, en el top, ni estoy abajo. Hago pel¨ªculas supercomerciales en las que me permito pedir un dinero que luego me deja hacer otras cosas.
-?No tienes un cach¨¦?
-No, ni Melanie ni yo tenemos cach¨¦. Si hago una pel¨ªcula popular para todos los p¨²blicos s¨¦ lo que puedo llegar a pedir, pero si me llama un director que me interesa para un proyecto que me interesa art¨ªsticamente, voy volando. Yo le dije a Brian de Palma que s¨ª a un papel peque?o s¨®lo por ver c¨®mo rodaba. Le ped¨ª que me dejara verle trabajar, y aunque a veces eso es inc¨®modo para un director, me lo permiti¨®.
-?Qu¨¦ le dir¨ªas a la gente que echa de menos al Antonio de ?tame?
-Que no descarto volver a trabajar con Almod¨®var.
-?Y sigues condicionado a hacer papeles de latino, con todo lo que ello implica?
-No, los americanos han aceptado mi acento. El acento Banderas ya ha sido admitido.
-Y en cuanto a la cr¨ªtica, ?c¨®mo se te considera en estos momentos?
-Bueno, para m¨ª hacer el musical Nine en Broadway fue decisivo, ha sido important¨ªsimo. Han empezado a verme de otra manera, como algo m¨¢s que un actor comercial. Era teatro, que para ellos son palabras may¨²sculas, no todos los actores de Hollywood se atreven. F¨ªjate los palos que le han dado ahora a Julia Roberts. Era cantar en directo una m¨²sica que no era f¨¢cil. Era sostener toda una obra.
-?Te gustan los musicales?
-Much¨ªsimo. Me gusta mucho la m¨²sica. Aprend¨ª a tocar el piano; bueno, a defenderme en un rodaje en Almer¨ªa en el que estaba aburrid¨ªsimo. Me compr¨¦ un pianito port¨¢til y ah¨ª empec¨¦. Aqu¨ª, por ejemplo, en Londres, he cantado con Sting y con Billy Joel, que yo mismo lo pensaba y me dec¨ªa: Dios m¨ªo, aqu¨ª estoy con estos dos monstruos. Y en mis dos pel¨ªculas la m¨²sica es muy evocadora. En esta de ahora hasta hay una canci¨®n de los Who, porque era la m¨²sica de mi juventud.
-?Qu¨¦ sentiste en el momento en que se levantaba el tel¨®n en Broadway?
-P¨¢nico. De pronto es el momento ese en el que piensas: qu¨¦ co?o hago yo aqu¨ª. Pero ten¨ªa tantas cosas que hacer en escena durante dos horas que no tuve mucho tiempo para regodearme en ese pensamiento. La cr¨ªtica lo valor¨® much¨ªsimo. Creo que para ellos no soy el mismo desde entonces.
Melanie vuelve a entrar gatuna y misteriosa de la calle.
-Melanie, ?t¨² estuviste al mismo tiempo haciendo Chicago?
-S¨ª, me pareci¨® el mejor momento aprovechando que Antonio estaba all¨ª. Hab¨ªa trabajado, cuando empec¨¦, en el Off-Off Broadway, pero nunca en un teatro comercial, as¨ª que esta vez me present¨¦ a una audici¨®n para el papel de Roxie Heart.
-?Te presentaste a una audici¨®n, no te daban el papel directamente?
-No, yo quer¨ªa hacer las cosas bien, como todo el mundo. Y fueron tres meses m¨¢gicos, porque nuestros teatros estaban uno frente al otro en la calle 49, el teatro Ambassador y el teatro Eugene O'Neill.
-S¨ª -dice Antonio-, toda aquella experiencia es para que yo me pusiera un d¨ªa y la escribiera. Alg¨²n d¨ªa lo har¨¦. Era algo m¨¢gico, desde mi camerino yo la ve¨ªa a ella arreglarse el pelo, pintarse.
-Mi funci¨®n -dice Melanie- acababa diez minutos antes que la de Antonio. Entonces yo sal¨ªa del teatro y cruzaba la calle, pero nunca la cruzaba sola, siempre hab¨ªa un mont¨®n de admiradores esper¨¢ndome, y era muy divertido ir de una puerta a otra escoltada por una masa de gente. Entraba al teatro de Antonio y todas las noches ve¨ªa acabar su funci¨®n y los aplausos. Me encantaba. Lo recog¨ªa y nos ¨ªbamos a cenar.
-Hab¨ªa un d¨ªa en que yo no ten¨ªa funci¨®n y me gustaba ir a verla entre cajas y ver a las chicas que sal¨ªan con ella (se r¨ªe), que estaban estupendas.
Melanie se esfuma de nuevo despu¨¦s de ense?arme los libros que le han comprado a la ni?a Stella en una elegante librer¨ªa de viejo cercana. Alicia en el Pa¨ªs de las Maravillas y cinco vol¨²menes de aquellos libros de serie de Enyd Blyton con que los ni?os de la generaci¨®n de Banderas y la m¨ªa supimos algo de la cultura escolar inglesa y de las tartas de frambuesa comidas en secreto en maravillosos cobertizos.
-?C¨®mo consegu¨ªs mantener cierta normalidad en vuestras vidas?
-Bueno, pasamos tanto tiempo fuera de casa que nos gusta recogernos. No hacemos casi vida social, recibimos amigos. Por casa pasan Sharon (Stone), Salmita, Pen¨¦lope. Yo les preparo una paella. Arnold Schwarzenegger, por ejemplo, es un fan tremendo de mi paella. Pero nos dedicamos fundamentalmente a los hijos. Me gusta que nuestros hijos est¨¦n en M¨¢laga rodeados de mucha gente, como yo me cri¨¦, de los hijos de mis amigos, de mi familia. En Hollywood los ni?os han vivido siempre muy abandonados; detr¨¢s de cada hijo de estrella que se cri¨® all¨ª hay una historia desgraciada. Nosotros, cuando llegamos de un viaje, hacemos terapia de sof¨¢. Hablamos con ellos. Yo soy para los hijos de mi mujer una referencia. Es verdad que en Am¨¦rica enseguida se desentienden de los hijos. Nosotros queremos estar encima de ellos. Queremos que conozcan el mundo verdadero. Viven en una casa magn¨ªfica, tienen lo mejor, pero nos gusta aprovechar los rodajes para que conozcan mundo. El tiempo que yo he trabajado en Am¨¦rica Latina los pase¨¢bamos por all¨ª, les dec¨ªamos: mirad, as¨ª viven los ni?os de estos pa¨ªses, as¨ª es la realidad, lo vuestro es una excepci¨®n.
-Pero vosotros ya no pod¨¦is ser como cualquiera, viv¨ªs con la condici¨®n ineludible de ser dos grandes estrellas del cine.
-Es verdad, pero hasta en ese mundo de estrellas encuentras la debilidad humana. Al principio, yo me sent¨ªa muy impresionado; imag¨ªnate, me ve¨ªa al lado de Tom Hanks, por ejemplo, y era como si no pudiera comportarme de forma natural, pero enseguida empec¨¦ a normalizarlo.
-En eso te ayud¨®, imagino, la manera de ser de tus padres.
-Seguramente, a mis padres siempre les ha encantado el cine. Era una de sus aficiones. Cuando yo era peque?o siempre se iban al cine. A mi padre le encantaba David Lean, por ejemplo. Y sab¨ªan much¨ªsimo, conoc¨ªan a todos los actores. Pero no eran mit¨®manos, siempre han sido muy naturales, siempre han sabido c¨®mo comportarse. Por ponerte un ejemplo, cuando se estren¨® Evita aqu¨ª, en Londres, hab¨ªa una sala donde estaban los vips, los invitados de los artistas. Ah¨ª dej¨¦ a mis padres. Cuando volv¨ª, mi madre estaba ri¨¦ndose y hablando sin parar con el entonces primer ministro John Major, que sab¨ªa espa?ol porque veraneaba en Espa?a. Y Sarah Ferguson me dijo: pero qu¨¦ gracios¨ªsima es tu madre.
-Por esas casualidades de la vida yo hice un trayecto en coche con ella, en el Festival de M¨¢laga, ella recog¨ªa un premio especial que te daban. Me habl¨® de lo que admiraba a Melanie antes de que fuera tu mujer, de lo que le hab¨ªa gustado Armas de mujer?
-S¨ª, mi madre es la bomba.
-?Recuerdas la primera vez que viste t¨² a Melanie Griffith?
-Perfectamente. No fue en Two much, fue antes. Yo estaba en Hollywood con Mujeres al borde de un ataque de nervios. Iba con Pedro. Y ella iba precisamente con Armas de mujer. Esa noche perdimos todos. Recuerdo que la vi al entrar, vestida con un traje largo gris perla, con perlas que le colgaban en el escote. Estaba espectacular, y yo voy y le pregunto a Pedro: "?Qui¨¦n es esa t¨ªa tan buena?", y me dijo: "Qui¨¦n va a ser, Melanie Griffith".
En estos d¨ªas en los que da los ¨²ltimos toques a la pel¨ªcula, Londres le sirve de base para las entrevistas espa?olas. Le veo posar en la calle, aceptar disciplinadamente las indicaciones de los fot¨®grafos, cambiarse de ropa, de chaqueta, siempre en un estilo muy juvenil, discreto. S¨®lo la coleta y el pelo pegado hacia atr¨¢s le disparan la fuerza de sus ojos, que utiliza de forma intencionada y coqueta en su pose m¨¢s caracter¨ªstica: baja la cabeza y mira fijamente a la c¨¢mara, con una dureza ligeramente ir¨®nica, llena de sentido del humor. En la mano derecha, un anillo de hombre duro, la cabeza de un leopardo con dos ojos de rub¨ª. El anillo que le regal¨® Melanie Griffith al poco tiempo de conocerlo. La forma de sellar un compromiso que entonces parec¨ªa el simple coqueteo del chico de M¨¢laga que se hab¨ªa ligado a la extranjera y que el tiempo ha consolidado convirti¨¦ndole en padre de familia, marido, tatuaje y artista internacional.
-?Antonio Banderas! -le grita un se?or de la vecindad cuando nos estamos subiendo al Mercedes que nos ha de llevar a los estudios donde Antonio empezar¨¢ a trabajar de siete a tres de la madrugada-. Encantado de verlo por aqu¨ª.
-Qu¨¦ raro debe de ser que le conozcan a uno en todo el mundo? -le digo.
-Lo vas asimilando.
-Creo que mientras rodabas la pel¨ªcula en el centro de M¨¢laga hab¨ªa cientos de personas observando el rodaje.
-S¨ª, eso fue muy divertido.
-Parecer¨ªa como si una pel¨ªcula de Berlanga tuviera lugar al mismo tiempo que t¨² rodabas tu historia.
-S¨ª, algo as¨ª. Era muy gracioso porque la gente se tomaba aquello como un espect¨¢culo. Y t¨² sabes lo pesados que son los rodajes. A lo mejor est¨¢bamos rodando simplemente a Juan Diego saliendo de la c¨¢rcel. El ayudante mandaba callar y la gente se quedaba en silencio, y cuando yo dec¨ªa ?corten!, todo el mundo empezaba a aplaudir.
-Parece que has logrado encontrar una cierta paz cuando vas a M¨¢laga, que puedes vivir m¨¢s o menos tranquilamente.
-Bueno, en estos a?os me han dado all¨ª medallas, reconocimientos, habr¨ªa quien podr¨ªa considerar todo ese tipo de cosas algo cheesy (hortera), pero la verdad es que yo lo agradezco; adem¨¢s, con el tiempo he necesitado volver a mis ra¨ªces. Si he estado en la Semana Santa malague?a lo he hecho de coraz¨®n. A Melanie le encanta, ella percibe que hay algo m¨¢s que lo puramente religioso, que es una expresi¨®n de espiritualidad.
-Pero t¨² no puedes ir por M¨¢laga como cuando eras joven. Hacer lo que te d¨¦ la gana sin ser observado se te ha acabado all¨ª.
-Esa era otra de las razones por las que quer¨ªa hacer esta pel¨ªcula, para vivir a trav¨¦s de estos personajes la forma tan libre en que yo viv¨ª esa M¨¢laga y que nunca volver¨¦ a disfrutar. Tuve una infancia bastante feliz. Normal, sin grandes lujos, de clase media. Madre maestra y padre polic¨ªa. Es gracioso, ahora pienso que pas¨¦ de presumir en la escuela porque mi padre era polic¨ªa a ocultarlo precisamente en los a?os en los que transcurre la pel¨ªcula. Aunque mi padre no era de la brigada pol¨ªtico-social y eso para m¨ª fue un alivio.
-?Le hubiera gustado a tu mujer vivir una infancia como la tuya?
-No lo dudes. Es duro, pero es as¨ª, para ella es algo envidiable.
-?Y hay alg¨²n sitio del mundo donde puedas tener de nuevo tu libertad juvenil?
-Pues no es en Los ?ngeles, porque Los ?ngeles no es nada. All¨ª est¨¢s por lo que est¨¢s. Mi pr¨®xima ciudad ser¨¢ Nueva York, creo que all¨ª es donde vamos a poder sentirnos m¨¢s a gusto. Viviremos en el Upper West, cerca de Columbus Circle, en ese barrio, que es de verdad un barrio, y donde creo que nuestros hijos podr¨¢n criarse sin ser asediados.
-?Te refieres tambi¨¦n al asedio que hay en Espa?a a la gente famosa?
-Absolutamente. Me parece indignante. Lo de Marbella est¨¢ siendo sangrante. Si una persona como Juli¨¢n Mu?oz ha cometido alg¨²n delito hay mecanismos en nuestro pa¨ªs para que pague, pero que a un individuo se le acose de esa manera es inhumano. Yo no quiero que a mi hija Stella le hagan pagar el hecho de que su madre y su padre son famosos. Ella no lo ha buscado. No quiero que salga del instituto y tenga veinte fot¨®grafos esper¨¢ndola. No quiero que nadie le perturbe y le fastidie su juventud. Eso en Nueva York no le va a pasar, ella podr¨¢ ser simplemente ella.
En los estudios est¨¢n esperando gente de producci¨®n de la pel¨ªcula: el t¨¦cnico de mezclas, Peter Maxwell, y los otros dos Antonio de la historia, Soler y Meliveo. Banderas se pone inmediatamente manos a la obra y no s¨®lo controla los desajustes ac¨²sticos, sino que sirve de traductor, sin pereza y con elocuencia, entre los t¨¦cnicos ingleses y los espa?oles. El acento Banderas, como as¨ª lo han acu?ado los cr¨ªticos americanos, se basa sobre todo en la naturalidad con la que los dos acentos que andan en su cabeza, el andaluz y el americano, se han acabado ajustando, haciendo que el andaluz a veces suene algo americanizado y el americano tenga un deje. Pero aquel joven que hizo su primer protagonista en el Mar¨ªa Guerrero gracias a esa vieja historia que se repite de generaci¨®n en generaci¨®n de c¨®micos por la cual el actor principal se pone enfermo y el jovencillo pilla al vuelo su oportunidad, aquel joven que vivi¨® intensamente el Madrid de los ochenta y cuyo entusiasmo cautiv¨® a Almod¨®var, el joven que tuvo una entrevista en Londres para su primera pel¨ªcula americana, Los reyes del mambo, sin tener casi ni idea de ingl¨¦s, mirando a los ojos de su interlocutor, dici¨¦ndole a todo que s¨ª y aprendi¨¦ndose luego el papel fon¨¦ticamente, hoy es un hombre de mundo, que ha conjugado el desparpajo malague?o con la campechan¨ªa americana.
-Quise tener a los actores cerca de m¨ª -me dice mientras los vemos en pantalla, jovenc¨ªsimos, luminosos, primerizos-, viv¨ªa con ellos, quer¨ªa que todos nos empap¨¢ramos de lo que se cuenta en la pel¨ªcula. Al fin y al cabo, les dec¨ªa, vosotros est¨¢is en la misma situaci¨®n que los personajes, tambi¨¦n quer¨¦is que vuestra vida cambie, que d¨¦ un giro.
Mientras Banderas se concentra en la pantalla, hago un aparte con Meliveo, al que es f¨¢cil imaginar en sus a?os juveniles, cuando recorr¨ªa M¨¢laga de punta a cabo en una moto imposible, hecha de retales. Hablamos en voz baja.
-?Se parece este Banderas al que fue tu amigo de juventud?
-El Banderas de mediados de los setenta era un joven ilusionado e ilusionante, impetuoso, alegre y entusiasta, hiperactivo, irreflexivo, so?ador; era un parlanch¨ªn ret¨®rico, un embaucador ingenioso, desprendido, desordenado, olvidadizo? Un vendaval. Despu¨¦s de treinta a?os, el vendaval se ha convertido en hurac¨¢n y el so?ador ya no lo es. Ahora ya no cuenta sue?os, ahora cuenta realidades. Ya no sue?a, proyecta y realiza. Por esto, si me dice: "subamos en coche al Everest", yo le digo: "?en el tuyo o en el m¨ªo?".
Al otro lado est¨¢ Soler, el responsable de que estemos todos esta noche aqu¨ª. Se ha encontrado con un Banderas al que los amigos llamaban, y a veces a¨²n llaman, Jose. Ha sido tratado con respeto y consideraci¨®n por el actor-director que le consultaba los cambios a los que la historia se iba sometiendo.
-S¨ª, Antonio era Jose. Lo recuerdo entusiasta y con un punto de inocencia bastante acusado. Con una especial habilidad para ver el lado bueno de las cosas y no dejarse enredar por aquello que no pudiera proporcionarle un enriquecimiento personal.
A la hora de la cena, los Banderas nos llevan a Zuma, un restaurante japon¨¦s inmenso en el que la gente cool inglesa se desfoga el viernes por la noche. La entrada del matrimonio en el restaurante parece un plano secuencia de Martin Scorsese. Irrumpe la estrella rubia seguida del actor espa?ol. Se abre un pasillo natural para que ellos pasen. Los camareros les van saludando, el ma?tre, el propietario, la gente moderna y guapa de las mesas se vuelve sin reparo a mirarlos. Hay sonrisas, saludos, codazos. Nos sentamos en el suelo en torno a una mesa, pedimos la bebida. Melanie le explica al camarero c¨®mo ha de preparar un c¨®ctel sin alcohol al m¨¢s puro estilo Shirley Temple.
Brindamos por esta pel¨ªcula. ?Qu¨¦ esperas que diga la cr¨ªtica, el p¨²blico?, le pregunto. "No lo s¨¦, dice ¨¦l, creo que va a sorprender, no es una historia costumbrista al uso. Pero estoy tranquilo. He aprendido a no tener expectativas. El yoga, los a?os, me han ayudado a no sufrir con las expectativas". Los ojos de "la rubia", como ¨¦l la llama cari?osamente, brillan en la penumbra. Sonr¨ªe a los dos amigos de su marido. Imagino que para ella es como ver algo de lo que fue el pasado del chico malague?o, ese pasado que no nos pertenece del ser amado. Algo de aquel Antonio podr¨¢ ver, y nosotros, en esta pel¨ªcula, aunque sea una confesi¨®n camuflada por los personajes que cre¨® el escritor Soler. La rubia escucha con atenci¨®n, entendiendo a medias, una conversaci¨®n que gira en torno a un nuevo proyecto que al actor le tienta desde hace un tiempo. Ella es ahora, m¨¢s que nunca, una de esas chicas c¨®micas llenas de melancol¨ªa que dio vida en el cine. Esa belleza desvalida.
Banderas me mira fijamente y me dice: no escribas nada sobre esto, que es un proyecto delicado y no quiero que se me frustre. Le aseguro que no lo har¨¦, que se sienta libre hablando, que yo he venido a la cena s¨®lo para divertirme.
-A ver si en vez de una entrevista lo que resulta de todo esto es que nos estamos haciendo amigos.
Entonces comprendo que el secreto de este hombre no radica en su suerte sino en su encanto. En un encanto que consigue que el mundo, la rubia, los amigos, el camarero, la novela de Soler, el pasado de Meliveo, los productores, los padres, yo, M¨¢laga, y el tatuaje sobre esa luminosa piel blanca, giremos en torno suyo.
'El camino de los ingleses', la pel¨ªcula de Antonio Banderas, se estrena el pr¨®ximo 1 de diciembre.
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