Mucho m¨¢s que un beso
Doisneau fue el autor de una fotograf¨ªa emblem¨¢tica, 'El beso'. Aquella instant¨¢nea tap¨® el resto de sus fotos de un Par¨ªs m¨ªtico. El f¨®tografo de la gente corriente recibe hoy en una gran exposici¨®n el reconocimiento franc¨¦s, 12 a?os despu¨¦s de su muerte
La foto de una pareja bes¨¢ndose ondea en el cartel de la exposici¨®n Par¨ªs en libertad. Aquel retrato se hizo all¨ª mismo, ante el Ayuntamiento de la capital francesa hace m¨¢s de medio siglo. De la trasera de ese mismo edificio parte ahora la cola de viejos y j¨®venes que esperan horas girando por la calle de Rivoli para poder ver las fotos de Robert Doisneau en la que es la muestra estrella del oto?o en la capital francesa. La larga espera es una suerte de homenaje, 12 a?os despu¨¦s de su muerte, al hombre que fabric¨® con El beso un icono, la Mona Lisa de la fotograf¨ªa. Francia ha hecho de su c¨¦lebre Beso un fetiche nacional. El retrato de Doisneau fue el protagonista de la campa?a para los Juegos Ol¨ªmpicos 2012 de Par¨ªs. Es un emblema, y Doisneau, otro. Una cincuentena de escuelas llevan su nombre en Francia. Se le han dedicado m¨¢s de un centenar de libros y varias pel¨ªculas. Su obra adorna millones de tarjetas postales, de agendas y calendarios, y del cartel de El beso se han vendido m¨¢s de 500.000 ejemplares en todo el mundo. Doisneau llev¨® bien esta popularidad tard¨ªa: "Todo antes que la indiferencia", sol¨ªa decir.
La doisneauman¨ªa alcanza tambi¨¦n a los originales de sus fotos. En la galer¨ªa Claude Bernard, de Par¨ªs, sus fotograf¨ªas oscilan entre 6.000 y 8.500 euros, excepto El beso, que alcanza los 25.000 euros. Algo insospechado para un Doisneau que vivi¨® modestamente, en su apartamento de siempre, en Montrouge, en las afueras de Par¨ªs, desde 1937 hasta su muerte, entre sus negativos, mientras el mundo que captaba se extingu¨ªa lentamente. Porque en la vida de Doisneau, la fotograf¨ªa lo era todo, las veinticuatro horas del d¨ªa.
Robert Doisneau (Gentilly, 1912 - Par¨ªs, 1994) fue durante seis d¨¦cadas un pescador en las aguas tranquilas de la gran ciudad inamovible. Pacientemente esperaba el milagro. "Yo no he visto pasar el tiempo, estaba demasiado ocupado en el espect¨¢culo permanente y gratuito que me ofrec¨ªan mis contempor¨¢neos en cuanto se presentaba la ocasi¨®n de capturar una imagen al pasar", afirmaba quien ten¨ªa a gala atrapar "los gestos corrientes, de gente corriente, en situaciones corrientes". Doisneau nunca ridiculiz¨® a quien fotografiaba. Su mirada captaba lo mejor, la ternura, la sonrisa. Fue ante todo un hombre bueno, que hizo de su pasi¨®n por atrapar la vida, un arte. Su timidez fue la clave de su ¨¦xito. Como tem¨ªa acercarse a la gente, Doisneau renunciaba a los primeros planos. "En mis im¨¢genes procuro encontrar en los personajes un espacio interior por donde corra el aire; es lo que en definitiva le da la vida a una fotograf¨ªa".
"La fotograf¨ªa es la mirada. O se tiene o no se tiene", aseguraba el tambi¨¦n fot¨®grafo Willy Ronis. Doisneau la ten¨ªa sin duda alguna. El ojo de Doisneau logr¨® algunas de las m¨¢s bellas p¨¢ginas de la historia de la fotograf¨ªa. Entre ellas, su inevitable Beso, de 1950, una narraci¨®n visual con una fuerte carga simb¨®lica: el beso de dos amantes representaba la esperanza de futuro de unos j¨®venes en una Europa traumatizada tras la II Guerra Mundial.
El paseo imaginario por el Par¨ªs de Doisneau que recrea la exposici¨®n es a la vez un recorrido por el tiempo. De 1934 a 1990, cada instant¨¢nea atrapa al espectador por la extraordinaria modernidad del artista. Las calles de Par¨ªs, con todas sus mutaciones, son las protagonistas del trabajo del que fuera un impenitente paseante, armado los primeros a?os con una Rolleiflex -una c¨¢mara legendaria que le permit¨ªa a Doisneau esconderse: "La nariz dentro del visor me permit¨ªa una actitud respetuosa, casi una genuflexi¨®n, algo que conven¨ªa a mi timidez"-, con una Leica despu¨¦s. Todo est¨¢ en las fotograf¨ªas de Doisneau. La Resistencia, la guerra, la bohemia, la intelectualidad. Fotos de encargo o improvisadas en el estudio-vivienda familiar de Montrouge, pero tambi¨¦n fotos sacadas del pulso cotidiano de la ciudad con la paciencia infinita de un buscador de oro.
Aprendi¨® fotograf¨ªa leyendo las instrucciones de las cajas de emulsiones para revelar. Sus comienzos como grabador le llevaron a trabajar a los 18 a?os con Andr¨¦ Vigneau, un artista que lo fue todo para ¨¦l: "Cuando yo empec¨¦, nadie conoc¨ªa a nadie. No hab¨ªa revistas que difundieran la obra de los fot¨®grafos m¨¢s interesantes. Por eso, la ¨²nica persona que me influy¨® fue Vigneau. Era formidable: escultor, pintor, fot¨®grafo" (El Pa¨ªs Semanal, 1991). Posteriormente fue fot¨®grafo industrial y de publicidad en la factor¨ªa de Renault, de donde fue despedido por "sus escasas apariciones en el trabajo, seguidas de largas ausencias". Las calles de Par¨ªs tiraban de ¨¦l y los d¨ªas eran demasiado cortos como para encerrarse en aquella f¨¢brica: "Desobedecer me parec¨ªa una funci¨®n vital y no me priv¨¦ de hacerlo".
En 1939 se alist¨® en la Resistencia francesa y sus fotograf¨ªas sobre la ocupaci¨®n y liberaci¨®n de Par¨ªs dieron la vuelta al mundo. Terminada la guerra, trabaja junto con Cartier-Bresson y Capa. Se integra luego de por vida en la agencia de Charles Rado, Rapho. Fue un pionero en el arte de fotografiar a los personajes en sus lugares cotidianos: Giacometti, Sartre, Camus, Cocteau, Orson Welles, Juliette Gr¨¦co? "Mi foto es la del mundo tal como deseo que sea".
En 1950, la revista Life encarga a la agencia Rapho un reportaje sobre los amantes de Par¨ªs. De ah¨ª saldr¨¢ la serie Besos, y su obra m¨¢s significativa, El beso del H?tel de Ville. Un a?o despu¨¦s, Doisneau expone sus fotos en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, MOMA. Luego, durante a?os, su obra pasar¨¢ inadvertida. Los a?os sesenta no son buenos para la fotograf¨ªa. La prensa se aleja de la instant¨¢nea humanista y llega una nueva generaci¨®n de fot¨®grafos que nada tienen que ver con los anteriores. En los ochenta, el mito Doisneau resurge y su obra conoce un ¨¦xito arrollador en todo el mundo. Sin embargo, Par¨ªs y los parisienses han cambiado. "Los fot¨®grafos se han convertido en algo sospechoso", dice, "la magia se ha roto".
En 1993 su Beso fue llevado a juicio. Una pareja afirmaba haberse reconocido en la imagen y reclamaban su porci¨®n del pastel. Hasta ese momento, Doisneau hizo creer que aquella era una instant¨¢nea improvisada, pero cuando empezaron a aparecer mujeres y hombres asegurando ser los amantes de la obra y planteando demandas de derecho de imagen, aquella mentira no pudo mantenerse. Fran?oise Bornet, la real protagonista de la foto junto a su novio de entonces, Jacques Carteaud, decidi¨® descubrir su secreto y vendi¨® la copia de su foto que le regal¨® Doisneau a un coleccionista suizo que pag¨® por ella 155.000 euros. Doisneau se fijo en la pareja mientras tonteaban en un caf¨¦ y les propuso posar para ¨¦l: "No es una foto fea, pero se nota que es fruto de una puesta en escena, que se besan para mi c¨¢mara", reconocer¨ªa m¨¢s tarde.
El 25 de septiembre de 1993, Doisneau tom¨® su ¨²ltima foto. El 1 de abril de 1994, a la edad de 81 a?os, morir¨¢ dejando un legado fabuloso, m¨¢s de 450.000 negativos, que sus hijas Francine y Annette cuidan celosamente. Y dicen que no pasa un d¨ªa sin que una foto del gran Doisneau aparezca publicada en alg¨²n lugar del mundo.
La exposici¨®n 'Doisneau. Paris en libert¨¦' puede verse en el Ayuntamiento de Par¨ªs hasta el 17 de febrero de 2007.
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