El irresistible encanto de la izquierda
Hace unos d¨ªas, el nuevo presidente de la Confederaci¨®n de Ikastolas, Koldo Tellitu, explicaba las razones por las que eligi¨® para sus hijos ese modelo educativo: "Como persona de izquierda, tuve en cuenta que las ikastolas son una iniciativa popular, es decir, los verdaderos protagonistas son los padres, los profesores. En un conjunto se decide hacia d¨®nde va la ikastola y esa perspectiva me parec¨ªa enriquecedora, mucho m¨¢s que el sistema p¨²blico que existe en Euskal Herria, heredero del modelo franc¨¦s napole¨®nico, en el que el padre Estado lo define todo". Hay que felicitar al se?or Tellitu por lo atinado de sus juicios, si bien, con la amabilidad y el respeto necesarios, exigen alguna puntualizaci¨®n.
En primer lugar, el adjetivo que utiliza para calificar la iniciativa de las ikastolas resulta sorprendente. ?Qu¨¦ quiere decir que la iniciativa es "popular"? Evidentemente, se?ala que no es p¨²blica, que surge de la sociedad, que no est¨¢ controlada por la autoridad constituida. Pero para ello ya existe un adjetivo m¨¢s clarificador: el adjetivo "privado". En efecto, la iniciativa de las ikastolas es privada, en contraposici¨®n a lo que ser¨ªa una iniciativa p¨²blica. No hay ning¨²n acomplejado espacio "popular" entre lo p¨²blico y lo privado. Las cosas son del gobierno, esto es, p¨²blicas; o son de particulares, esto es, privadas. M¨¢s all¨¢ s¨®lo habita la entelequia. Privado es el ¨¢nimo de lucro, pero privados son muchos otros ¨¢nimos, educativos, religiosos, culturales, que no se resignan a que el Estado, su burocracia o su polic¨ªa le digan a la gente qu¨¦ debe hacer o qu¨¦ debe pensar. Si la Confederaci¨®n de Ikastolas considera, acaso, que lo privado es patrimonio de avariciosos empresarios y belicosos fascistas se equivoca de plano. Por supuesto que lo privado incluye, entre otros, a los empresarios, pero en cuanto a los fascistas es notoria su afecci¨®n a un Estado fuerte y al control p¨²blico de la econom¨ªa, la educaci¨®n y las conciencias. El fascismo, o socialismo nacional, nada tiene que ver con la promoci¨®n de lo privado.
Resulta estimulante comprobar que una persona de tan alta significaci¨®n en el sector educativo pondere, siquiera mediante eufemismos, la autonom¨ªa de la sociedad frente al sector p¨²blico. Lo parad¨®jico es que quiera situarse al margen del sector privado, as¨ª como la ficci¨®n de que ello trae causa de un posicionamiento de izquierdas. Estamos tan convencidos de que la izquierda es moralmente superior a la derecha que incluso la defensa de la libertad de ense?anza (que las ikastolas practican, pero que calculadamente evitan subrayar) impone volatines doctrinales. Si, por malhadados prejuicios, el mantenimiento de la libertad educativa exige que nos digamos de izquierdas, bienvenida la grotesca confusi¨®n, pero ser¨ªa conveniente que la misma no alcanzara a las aulas (de escuelas, colegios e ikastolas) en pro de una adecuada ilustraci¨®n de las generaciones futuras, que no merecen cargar con nuestras faltas.
El n¨²cleo diferenciador entre izquierda y derecha es la relevancia mayor o menor que asignan al ¨¢mbito privado y al ¨¢mbito estatal. S¨®lo en los extremos del espectro se invierten los t¨¦rminos, seg¨²n aquella m¨¢xima que recuerda c¨®mo, en pol¨ªtica, los extremos se tocan. As¨ª, desde la izquierda, la ideolog¨ªa anarquista escapa a la devoci¨®n por el Estado (y por eso el anarquismo se confunde con el liberalismo m¨¢s radical); del mismo modo que, desde la derecha, el fascismo idolatra al Estado hasta convertirse en una nueva versi¨®n de socialismo, en este caso, de corte nacional.
Es loable que el se?or Tellitu critique un sistema p¨²blico donde, como ¨¦l dice, "el padre Estado lo define todo" y loable que defienda la existencia de otros modelos educativos (si bien de inspiraci¨®n diversa) que gozan de notable aceptaci¨®n entre la ciudadan¨ªa. S¨®lo un detalle malogra su ideario: que eso que defiende no es necesariamente de izquierda y que, por mucho que le duela, lo que no es de titularidad p¨²blica, en Euskadi o en Honolul¨², es y ser¨¢ privado. Arrastramos tantos prejuicios del horrendo siglo XX que hasta la m¨¢s peque?a lealtad con el lenguaje parece una provocaci¨®n.
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