Calcuta, lev¨¢ntate y anda
Un comunista convierte la antigua capital de la miseria en s¨ªmbolo del empuje de la nueva India
Basta con poner un pie en Calcuta para darse cuenta del cambio experimentado por la ciudad en los ¨²ltimos a?os. S¨ªmbolo de la miseria lacerante que llev¨® a la hermana Teresa a convertirse en madre de "los pobres de los pobres" y fundar las Misioneras de la Caridad, la capital del Estado indio de Bengala Occidental vive un espectacular crecimiento econ¨®mico, que ha devuelto a sus siempre abigarradas calles el auge y la pasi¨®n del comercio, mientras en sus arrabales crecen parques tecnol¨®gicos y multitud de edificios que acomodan a la nueva clase media.
Orgullosa de su marcha hacia delante, Calcuta -primera capital de la joya de la Corona brit¨¢nica (1757-1911)- se rebautiz¨® en 2000 con el nombre de la aldea que le dio origen y ahora se llama Kolkata. Aparte del apelativo, pretende recuperar la grandeza que tuvo bajo dominio brit¨¢nico y ser de nuevo el gran foco cultural y econ¨®mico del subcontinente asi¨¢tico.
La pobreza domina Howrah, el barrio que Dominique Lapierre bautiz¨® como 'La Ciudad de la Alegr¨ªa'
Para atraer inversi¨®n exterior, el Gobierno de Calcuta proh¨ªbe las huelgas en el sector tecnol¨®gico
"Somos comunistas, pero no locos. Hay que ser pragm¨¢ticos", asegura el l¨ªder de Bengala Occidental
Traductor al bengal¨ª de Garc¨ªa Lorca, el l¨ªder comunista cree que redistribuir la riqueza no es la clave
"Si India es ahora rica, aqu¨ª no se nota", afirma una enfermera de la Casa de los Moribundos
El verano pasado hubo 300 espa?oles trabajando para aliviar la situaci¨®n de los m¨¢s pobres
Su sofisticaci¨®n es tal, que no quiere que sus parques tecnol¨®gicos se confundan con otros que proliferan por India, cuyo principal negocio son los centros de llamadas de atenci¨®n al cliente de grandes compa?¨ªas estadounidenses, brit¨¢nicas y canadienses, fundamentalmente. La ambici¨®n de Kolkata es mucho m¨¢s amplia. Aspira a ser el n¨²cleo del llamado Modelo Global de Subcontrataci¨®n de Servicios (Global Service Delivery Model), por el que un banco, una consultora, una agencia de seguros u otras empresas en cualquier parte del mundo ofrecen, con las garant¨ªas de la compa?¨ªa, un servicio a sus clientes que ser¨¢ realizado en India.
"Es como un coche. Lo que vale es la garant¨ªa Mercedes, y a nadie le importa si las ruedas, los asientos o las luces han sido fabricados en otro pa¨ªs", explica Roopen Roy, director en Kolkata de PricewaterhouseCoopers, con 3.000 empleados en India, de los que un tercio trabaja en la sede bengal¨ª. La auditora, que comenz¨® los servicios de tecnolog¨ªa de la informaci¨®n en India en 1996, mantiene un crecimiento anual medio del 55%.
Hay ya 235 empresas de tecnolog¨ªa de la informaci¨®n instaladas en Bengala Occidental, entre las que destacan IBM y los gigantes indios de la industria de software Wipro y Tata Consultancy Services. Infosys, el tercero del pa¨ªs, se encuentra en conversaciones para establecer una amplia sucursal en uno de los 13 parques tecnol¨®gicos dise?ados, cuya construcci¨®n debe finalizarse en dos a?os.
India se despereza de los a?os dormida a la sombra de la desaparecida Uni¨®n Sovi¨¦tica y, cortejada por EE UU, que teme un crecimiento incontrolado de la influencia china sobre Asia, ha roto las compuertas con que se proteg¨ªa de la competencia exterior para sumergirse en la globalizaci¨®n. Los primeros pasos por este camino los dio de la mano de la tecnolog¨ªa de la informaci¨®n, pero la urgente necesidad de crear puestos de trabajo para sus m¨¢s de 1.100 millones de habitantes la ha llevado a dise?ar un generoso plan de infraestructuras hasta 2010, en el que se invertir¨¢n 18.000 millones de euros. El plan, que pretende facilitar el fomento de la industria manufacturera, ha sido acogido con entusiasmo en Kolkata, que fue hasta la d¨¦cada de los setenta capital comercial de India.
Calcuta recibi¨® su primer golpe con el traslado de la capital a Nueva Delhi, aunque conserv¨® el control econ¨®mico hasta despu¨¦s de la II Guerra Mundial. La debacle lleg¨® con la independencia del Imperio Brit¨¢nico y la partici¨®n en India y Pakist¨¢n (1947), que dej¨® al otro lado de la frontera las tierras en las que se cultivaba el yute, y en Calcuta, toda una industria y un comercio sin material para abastecerse. Adem¨¢s, cientos de miles de refugiados de Bengala Oriental inundaron la ciudad. La guerra de Bangladesh (1971) produjo un nuevo r¨ªo de desgraciados que, sin trabajo ni recursos, se instalaron en las calles, en un periodo en que la ciudad herv¨ªa en huelgas y protestas por las decenas de miles de obreros v¨ªctimas del cierre masivo de f¨¢bricas.
Los profesionales emigraron; las empresas, tambi¨¦n. La huelga general era casi permanente. Calcuta se convirti¨® en un infierno; el s¨ªmbolo del lado m¨¢s oscuro de la humanidad, cuyas ¨²nicas luces proced¨ªan del ej¨¦rcito de voluntarios, con la madre Teresa al frente, que trataban de repartir comida, consuelo y cobijo, y que inspiraron a Dominique Lapierre su famoso libro La Ciudad de la Alegr¨ªa.
Gobernada desde 1977 por el Partido Comunista de India (Marxista), Calcuta arrib¨® exhausta a los inicios de la d¨¦cada pasada, cuando el Gobierno central decidi¨® abrir las puertas de la protegida econom¨ªa india. Nadie crey¨® entonces que esa bocanada de aire fresco podr¨ªa acabar con los olores nauseabundos de la putrefacci¨®n que infectaban las calles de Calcuta. Sin embargo, en menos de una d¨¦cada, el nivel de vida de Bengala Occidental ha pasado de ser el vig¨¦simo sexto de los 29 Estados de la Uni¨®n India, al tercero.
"Somos comunistas, pero no estamos locos. El comunismo ha cambiado en todo el mundo, y est¨¢ claro que en las circunstancias actuales y en medio de un entorno capitalista, lo mejor es ser pragm¨¢ticos y realistas". Quien as¨ª habla no es otro que el jefe del Gobierno de Bengala Occidental. A sus 62 a?os, y pese a lo poco que disfruta con los flashes de los fot¨®grafos, Buddhadeb Bhattacharjee se ha convertido en una de las estrellas de la pol¨ªtica india y en uno de los dirigentes m¨¢s cotizados de Asia.
Tiene la fama bien merecida: elegido por primera vez en 2000 y reelegido el pasado mayo por una mayor¨ªa aplastante, Bhattacharjee se ha empe?ado en revitalizar la econom¨ªa del Estado, propulsar el desarrollo tanto de la industria manufacturera como de las altas tecnolog¨ªas y recuperar los cerebros que emigraron en la ¨¦poca negra.
"En el pasado se cometieron serios errores. Fue el caos. Ahora queremos alcanzar la armon¨ªa y cambiar esa imagen estereotipada que tanto da?o ha hecho a Kolkata", se?ala el l¨ªder comunista, en quien muchos ven el Deng Xiaoping de la transformaci¨®n de Bengala Occidental.
Para atraer inversores y convencerles del nuevo clima empresarial, ha prohibido las huelgas a los empleados del sector tecnol¨®gico y liberado de impuestos a la inversi¨®n exterior. La oposici¨®n en la Lok Sabha (Parlamento central) le acusa de "hacer econom¨ªa en Kolkata y pol¨ªtica en Nueva Delhi", donde el Partido del Congreso lidera la coalici¨®n gubernamental que integra su formaci¨®n.
Bengala Occidental es el ¨²nico Estado de India donde los comunistas realizaron una reforma agraria que acab¨® con los terratenientes y reparti¨® las tierras entre el campesinado, que supone el 72% de los 80 millones de bengal¨ªes. Pero a Bhattacharjee no le tiembla el pulso cuando, en aras de la nueva industrializaci¨®n, confisca tierras de cultivo para establecer parques tecnol¨®gicos y dar terrenos a las compa?¨ªas que decidan instalarse en la zona.
De poco han servido los meses de protestas de m¨¢s de 15.000 campesinos, aparceros no registrados, trabajadores de la industria artesanal y peque?os comerciantes que habitan en Singur, en la margen izquierda del r¨ªo Hugli, obligados a aceptar una simple indemnizaci¨®n a cambio de ser privados de sus cultivos y sus viviendas para la construcci¨®n por Tata Motors de una f¨¢brica de peque?os utilitarios, coches de coste muy bajo -unos 3.500 euros- con los que el primer conglomerado industrial del pa¨ªs pretende revolucionar el mercado indio.
Vestido con un salwar kamiz (pantalones sueltos y camisa hasta casi la rodilla) de algod¨®n blanco, Bhattacharjee desgrana, en una austera y desconchada sala contigua a su despacho, sus deseos de acabar con la imagen de violencia sindical que se gan¨® Kolkata. Para este comunista pragm¨¢tico, que se dice "hombre de consenso", lo importante es aprovechar el momento, y "en la actualidad, el capitalismo lleva las de ganar". Aunque sostiene que el capitalismo es el camino, y que la meta es la alternativa de izquierdas.
Profesor de filosof¨ªa y traductor desde el ingl¨¦s al bengal¨ª de poemas de Federico Garc¨ªa Lorca y de novelas de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, el primer ministro de Bengala Occidental no s¨®lo es un pol¨ªtico inusual -huye de recepciones y galas p¨²blicas-, sino sobre todo un comunista at¨ªpico, que loa la productividad -"sin ella no hay crecimiento"- y asegura que "la distribuci¨®n de la riqueza no es lo prioritario".
La apabullante victoria en las elecciones de mayo, donde, despu¨¦s de 29 a?os de Gobierno, los comunistas se hicieron con 235 de los 293 esca?os del Parlamento de Bengala Occidental, ha acerado el humor de sus gentes, que cuentan que la industria bengal¨ª del futuro ser¨¢ la tur¨ªstica porque "dentro de unos a?os, cuando el comunismo haya desaparecido de Cuba, China y Corea del Norte, millones de curiosos de todo el mundo acudir¨¢n a Kolkata a ver c¨®mo son los comunistas".
Un paseo por la calle Park, una de las m¨¢s comerciales, revela hasta qu¨¦ punto la distribuci¨®n de la riqueza ha dejado de importar. El lujo y el dise?o europeos se asoman a muchos de sus escaparates. Caf¨¦s como el Fiuris son los lugares de moda de los nuevos ricos y de la emergente clase media.
Nadie tiene dudas de que India se ha puesto las pilas, y menos S. B. Ganguly, presidente de Exide, el mayor fabricante de bater¨ªas del pa¨ªs, una empresa fundada en 1945 por los colonizadores brit¨¢nicos, que mantienen el 55% de ¨¦sta. Con nueve f¨¢bricas repartidas por India, dos de ellas en Bengala Occidental, Ganguly asegura que en la ¨²ltima d¨¦cada han tenido un crecimiento medio anual del 20%, y ¨¦l mismo se sorprende de c¨®mo despu¨¦s de la conflictividad laboral de los a?os setenta y ochenta, "los obreros tratan ahora de recuperar el tiempo perdido y se sientan a la mesa a negociar".
Sumit Mazumder, director general de TIL, empresa dedicada a la importaci¨®n de maquinaria pesada para arrendarla a constructoras privadas y p¨²blicas, se?ala que el fuerte impulso a las infraestructuras ha hecho crecer su compa?¨ªa un 30% anual desde 2002. Y lo que es m¨¢s significativo, ha multiplicado por ocho el valor de las acciones en Bolsa. Atribuye buena parte del auge a la reducci¨®n de los impuestos de importaci¨®n, desde un 150% en 1992 al actual 15%.
Sin embargo, cuando se atraviesa el puente sobre el r¨ªo Hugli para adentrarse en Howrah, el barrio que Lapierre bautiz¨® como La Ciudad de la Alegr¨ªa, la pobreza sigue siendo el denominador com¨²n de sus millones de habitantes. Empleos precarios, sueldos m¨ªnimos y una econom¨ªa de supervivencia para la inmensa mayor¨ªa, que sigue sin beneficiarse del crecimiento econ¨®mico de India.
"He recurrido a una ONG india para que hiciera la selecci¨®n de las 30 ni?as con graves problemas familiares que atendemos en el proyecto Anand Bhavan. Yo habr¨ªa seleccionado a miles", afirma Antonio Mesas, presidente de la ONG espa?ola Un Ladrillo en Calcuta, que ha abierto en Howrah una casa para que 30 indigentes vivan y estudien. Lleva cuatro a?os como voluntario en Calcuta.
"Si India es ahora rica, aqu¨ª no se nota. Aqu¨ª no cambia nada", afirma Teresa Volpato, una enfermera italiana de 70 a?os que hace 10 que trabaja como voluntaria en Kalighat, la Casa de los Moribundos, la primera instituci¨®n fundada por Teresa de Calcuta, para que tuvieran una muerte digna los que hab¨ªan vivido una vida indigna. Kalighat tiene una sala para hombres y otra para mujeres, cada una con 50 camastros, aunque siempre hay m¨¢s de 60 personas. Se trata de indigentes a los que una enfermedad, un accidente o el hambre sit¨²an al borde de la muerte, y sus conocidos, o quienes les encuentran en esas circunstancias, informan a las misioneras de la Caridad para que vayan a recogerles. Volpato reconoce, sin embargo, que hay un cambio en la actitud de la gente: "Los ricos de antes no se molestaban en venir por aqu¨ª, y los de ahora vienen, se conmueven, y los hombres, sobre todo, lloran".
En la calle Sudder, donde se hospedan en diminutas y humildes pensiones la mayor¨ªa de los voluntarios de todo el mundo que acuden a Kolkata -el verano pasado hubo unos 300 espa?oles que trabajaron entre un d¨ªa y un mes en labores de apoyo a los desharrapados-, el cambio se nota en una mayor limpieza y en la disminuci¨®n del batall¨®n de mendigos. Pero en los talleres de este c¨¦ntrico barrio de mayor¨ªa musulmana, pese a que lo proh¨ªbe la ley, la mayor¨ªa de trabajadores son ni?os de entre 8 y 12 a?os.
Embelesado en las mieles de la inversi¨®n exterior, el Gobierno cree que ¨¦se es el camino para arrancar de la miseria al 30% de la poblaci¨®n que a¨²n vive con menos de un euro al d¨ªa.
En Bengala est¨¢ el mayor proyecto de India por financiaci¨®n exterior: 302 millones de euros. Se trata de una planta de Mitsubishi Chemicals para producir PTA (material con el que se fabrica el pl¨¢stico), establecida en 1997. Lo m¨¢s interesante es que la empresa japonesa ha decidido doblar la inversi¨®n para 2008.
"Es un ejemplo de lo mucho que se puede hacer", dice el jefe del Gobierno comunista, que no deja de invitar a las empresas espa?olas para que inviertan en biotecnolog¨ªa, hosteler¨ªa o cueros.
La globalizaci¨®n transforma la antigua 'capital de la pobreza'
EL FRENES? DE CALCUTA, sus calles angostas repletas de gentes, sus incre¨ªbles contrastes, la belleza de su arquitectura colonial y el tamiz profundamente bengal¨ª que impregna la ciudad corren peligro de extinci¨®n. Surgida a escasos kil¨®metros de la boca del Ganges -el r¨ªo sagrado de los hind¨²es-, del esp¨ªritu comercial de la antigua Compa?¨ªa de la Indias Orientales, el car¨¢cter ind¨®mito de Calcuta se desvanece bajo la influencia de la globalizaci¨®n. La musa hospitalaria de hind¨²es, musulmanes y cristianos, que ha inspirado a tantos escritores -uno de los libros m¨¢s recientes es el de Ana M. Briongos ?Esto es Calcuta!-, se esfuma en su apresurada inmersi¨®n en el siglo XXI.
El crecimiento econ¨®mico de la ¨²ltima d¨¦cada -por encima de la media anual nacional: un 8% frente al 6%- se ha traducido en una furia de la construcci¨®n. La palma se la llevan los centros comerciales. Kolkata se ha infectado del gran invento estadounidense, que se ha extendido como una plaga por el mundo y ha cambiado la fisonom¨ªa de las ciudades. "Asistimos a la vulgarizaci¨®n de la cultura. La ciudad cambia para perder su alma y dejar que la pueblen los mismos edificios de cristal y metal que promocionan las pel¨ªculas de Hollywood y Bollywood (la industria del cine india)", afirma el poeta y novelista Nabarun Bhattacharya.
Alimentado culturalmente de las ubres de una megal¨®polis que oficialmente tiene nueve millones de habitantes y en la realidad, alrededor de doce, Bhattacharya, de 58 a?os, sostiene que los ¨²nicos beneficiados con el cambio de rumbo de la pol¨ªtica del Gobierno comunista bengal¨ª son los oportunistas y los nuevos ricos.
Sin embargo, Dibyajyoti, vicepresidente del Instituto de Cultura de la Fundaci¨®n Ramakrishna, considera que la mejora del nivel de vida ha supuesto "un importante impulso a la Feria del Libro de Calcuta", la m¨¢s importante de India, y a la literatura escrita en ingl¨¦s, aunque reconoce un cierto abandono de las obras escritas en bengal¨ª, al igual que sucede en las otras muchas lenguas vern¨¢culas indias. A su vez, la pintura ha experimentado un considerable auge, tanto en estilos como en precios. Entre los artistas m¨¢s cotizados se encuentra Sunil Das. Los galeristas, mientras tanto, afinan la vista y buscan nuevos talentos.
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