El buche
Si el Burger King se salta a la torera los compromisos de autorregulaci¨®n y presenta la reina del Kingsize de las hamburguesas, l¨®gico ser¨¢ obligarle a que asuma lo pactado. Pero a estas alturas se sabe que ni la obesidad infantil ni la anorexia se atajan s¨®lo con sanciones. Recuerdo hace cinco a?os el juicio contra McDonalds por la obesidad de una criatura adolescente. El padre, vecino de Queens, responsabilizaba a la empresa por no informar en sus men¨²s del exceso de grasa del Bicmac. La empresa se compromet¨ªa a partir de ese momento a "advertir" al cliente de los niveles de grasa y az¨²cares, pero se defend¨ªa aduciendo que nadie obliga a nadie a comerse un Mcpollo a diario. Recuerdo haber pensado que este pa¨ªs, EE UU, hab¨ªa dado con el invento del siglo: la maravilla de la responsabilidad delegada. Siempre habr¨¢ otro, persona o empresa, que se har¨¢ cargo de tus vicios irrefrenables. Lo que se persigue a la hora de cargar la culpa en otras espaldas es una liberaci¨®n psicol¨®gica, pero, en este pa¨ªs tan aficionado a la demanda, las "v¨ªctimas" desean adem¨¢s ser recompensadas con la so?ada indemnizaci¨®n, que no cura pero reconforta. Un dinero que servir¨ªa para la asistencia sanitaria a la ni?a obesa pero en absoluto har¨ªa reflexionar a los padres sobre la nula atenci¨®n que hab¨ªan prestado a la alimentaci¨®n de la ni?a desde su nacimiento. La irracionalidad de la alimentaci¨®n americana es hist¨®rica y tiene su origen, as¨ª lo creo, en la propia dureza de la creaci¨®n del pa¨ªs, pero en Espa?a no hay excusa para el abandono de la sabia utilizaci¨®n de ingredientes que practicaban nuestras madres y que se materializaba en ese olor riqu¨ªsimo que desped¨ªan las cocinas a la hora de comer. Hace poco le¨ªamos que en un colegio andaluz en el que los profesores trataban de ense?ar a los alumnos a alimentarse racionalmente, algunas madres aprovechaban el recreo para meter a escondidas bollos industriales por la verja. Mientras que en Estados Unidos lo que prima es llenar el buche y as¨ª se transmite a los hijos, en Espa?a nos pierde el exceso de mimo materno, el gusto por satisfacer el capricho, el no querer darle al angelico un disgusto oblig¨¢ndole a que se coma algo tan aburrido como una manzana.
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