El doble de Franco
Paradojas de las transiciones: la justicia espa?ola jug¨® un papel muy importante en las inculpaciones contra Pinochet y, sin embargo, los espa?oles fuimos incapaces de echar a Franco en vida y de juzgar sus cr¨ªmenes.
Sin duda, la orden de detenci¨®n internacional contra Pinochet emitida por Garz¨®n el a?o 1998 es un hito en la historia del derecho y habr¨¢ contribuido a hacer m¨¢s dif¨ªcil la vida de los dictadores que, aunque en general son poco dados a viajar, todav¨ªa tendr¨¢n que ser m¨¢s cuidadosos con sus desplazamientos. Pero sospecho que Pinochet ha jugado en el imaginario espa?ol una especie de papel de doble de Franco. Papel que ¨¦l mismo reforz¨® con su presencia en las exequias del dictador. En la ira contra Pinochet se han proyectado buena parte de las iras contra Franco, y en el af¨¢n de conseguir que fuera condenado por sus cr¨ªmenes tengo la sensaci¨®n de que la opini¨®n democr¨¢tica buscaba, quiz¨¢ inconscientemente, una satisfacci¨®n compensatoria por no haber podido condenar a Franco. De aqu¨ª la contradicci¨®n: hemos hecho por Chile lo que no fuimos capaces de hacer por nosotros mismos.
A los historiadores corresponder¨¢ decir si el ruido de sables, como se dec¨ªa en la ¨¦poca, era una amenaza suficiente como para que los partidos dem¨®cratas hicieran tantas concesiones sobre el pasado. El hecho es que la creencia de que las relaciones de fuerza estaban del otro lado hizo que se aceptara una amnist¨ªa general que significaba poner al mismo nivel los delitos cometidos por los antifranquistas conforme a la legalidad franquista que los cr¨ªmenes de un r¨¦gimen autoritario que dos meses antes de la muerte del dictador todav¨ªa fusil¨® a cinco personas. Lo aceptamos y este lastre de partida no ha impedido que el balance global de la Transici¨®n se considere positivo.
Del concepto jur¨ªdico de amnist¨ªa se pas¨® al pol¨ªtico de amnesia. La derecha ten¨ªa todo el inter¨¦s del mundo en dejar pasar el tiempo para despu¨¦s empezar a blanquear el franquismo como hizo cuando regres¨® al poder en 1996. Y los partidos de tradici¨®n democr¨¢tica, puesto que sab¨ªan que no hab¨ªa posibilidad de alcanzar condenas y reparaciones significativas, prefirieron olvidar tambi¨¦n, aunque fuera para evitar problemas y frustraciones. Al fin y al cabo, la cultura de solidaridad de la resistencia estaba dejando paso a la lucha por el poder entre partidos, con lo cual el pasado tambi¨¦n pod¨ªa ser un estorbo.
Se muri¨® Pinochet, y no podremos seguir dando ca?a a este monigote en el que ve¨ªamos un doble de Franco, su maestro, precisamente cuando estamos enfrascados en el debate de la memoria hist¨®rica. El Gobierno no ha acertado en el planteamiento. Ya el propio concepto es absurdo: la memoria no la establecen las instituciones. Ni siquiera los historiadores, cuya tarea es la explicaci¨®n e interpretaci¨®n del pasado sobre la base de las metodolog¨ªas de las ciencias sociales. Lo cual s¨®lo indirectamente puede tener que ver con la creaci¨®n de imaginarios colectivos. La memoria forma parte de la conciencia de los ciudadanos y es una construcci¨®n que en las sociedades heterog¨¦neas modernas nunca ser¨¢ cerrada. Pas¨® el tiempo de los grandes mitos nacionales, como, por ejemplo, el de la resistencia en Francia que el general De Gaulle convirti¨® en comuni¨®n obligatoria a pesar de la evidencia de que un gran n¨²mero de ciudadanos -la mayor¨ªa- opt¨® por la colaboraci¨®n y por la adaptaci¨®n. El Estado tiene poco que decir sobre el pasado. Pero s¨ª hay dos tareas que le corresponden por elemental pedagog¨ªa democr¨¢tica: el reconocimiento a los que dejaron su vida por negarse a aceptar el r¨¦gimen dictatorial y la defensa de la superioridad pol¨ªtica y ¨¦tica de un r¨¦gimen democr¨¢tico respecto de una dictadura.
La derecha quiere hacernos creer que entre el franquismo y la democracia s¨®lo hay diferencias de matices. Y utiliza las crueldades de la guerra, abundantes en ambos bandos, como argumento para igualar la preguerra, la guerra y la posguerra. ?sta es una falsificaci¨®n de la realidad que s¨®lo debilita la democracia. Rajoy dice repetidamente que no ser¨ªa admisible que ETA pudiera conseguir ventajas pol¨ªticas con el chantaje de la violencia. Y tiene raz¨®n. Pero Rajoy no ignora que el r¨¦gimen franquista consigui¨® permanentemente ventajas pol¨ªticas mediante el uso de la violencia, empezando por el modo en que tom¨® el poder. ?Por qu¨¦ no quiere que se sepa?
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