Allende: "Si quedo herido, p¨¦game un tiro"
El m¨¦dico Danilo Bartul¨ªn, que vivi¨® los ¨²ltimos momentos del presidente, reconstruye el asalto golpista a La Moneda
El palacio de la Moneda ard¨ªa por los cuatro costados despu¨¦s del intenso bombardeo golpista y los milicos insurrectos ya asomaban sus fusiles por las esquinas de la calle Morande, convencidos de que ese d¨ªa, 11 de septiembre del a?o 1973, habr¨ªan de detener al vendepatrias comunista atrincherado en el edificio bajo asedio. En uno de los salones, el presidente constitucional de Chile, Salvador Allende, disparando con la metralleta regalada por Fidel Castro, pidi¨® un ¨²ltimo favor a Danilo Bartul¨ªn: "T¨² has sido mi mejor y m¨¢s leal amigo. Si quedo herido, p¨¦game un tiro". "Usted es el ¨²ltimo que debe morir aqu¨ª. Antes moriremos nosotros", le respondi¨® Bartul¨ªn.
La traici¨®n se hab¨ªa adue?ado de la marina en Valpara¨ªso y despu¨¦s de los cuartos de banderas de todo el pa¨ªs. La escuadrilla que atacaba la sede del Gobierno en Santiago efectu¨® 14 pasadas sobre el edificio donde resist¨ªan el presidente y 32 fieles, y las 28 bombas lanzadas por los cazas redujeron a escombros parte de sus instalaciones, y las esperanzas de los combatientes.
"Salvador Allende, con el casco puesto, estaba tranquilo, muy sereno, pero decepcionado"
"?No voy a renunciar! Colocado en un tr¨¢nsito hist¨®rico, pagar¨¦ con mi vida la lealtad al pueblo"
Allende acept¨® la rendici¨®n despu¨¦s del bombardeo porque se lo pidieron varios combatientes
Bartul¨ªn propuso al presidente pedir la intercesi¨®n del Papa para neutralizar los planes golpistas
Las tropas encargadas de expugnar el edificio obedec¨ªan al general Augusto Pinochet, que hab¨ªa sido nombrado jefe del ej¨¦rcito por sus m¨¦ritos en la represi¨®n del golpe del 29 de julio contra el Gobierno socialista de la Unidad Popular. Hacia las diez de la ma?ana del 11 de septiembre, un edec¨¢n militar comunic¨® que Pinochet estaba dispuesto a enviar un veh¨ªculo para trasladar al presidente ante su presencia. Danilo Bartul¨ªn, entonces con 33 a?os -m¨¦dico personal de Allende, su confidente pol¨ªtico y amigo del alma, miembro de la direcci¨®n del Grupo de Amigos Personales (GAP)-, recuerda la contestaci¨®n del hombre que perder¨ªa la vida sin haber renunciado a la Presidencia. "Dile esto: que un presidente digno recibe en la Presidencia; si quiere parlamentar, que venga ¨¦l aqu¨ª". Nunca pudo hablar con Pinochet, ni con el generalato alzado contra su Administraci¨®n.
"Allende, con el casco puesto, estaba tranquilo, muy sereno, pero decepcionado. Los edecanes militares de La Moneda le dijeron: 'Mire, todas las Fuerzas Armadas est¨¢n en el golpe, as¨ª que renuncie'. ?l les responde: 'Ustedes p¨®nganse a disposici¨®n de sus mandos, que yo me quedar¨¦ aqu¨ª como presidente'. Poco antes transmitir¨ªa por Radio Magallanes el discurso de la despedida; el pliego de cargos contra la deslealtad castrense, las ambiciones de la oligarqu¨ªa nacional y su sometimiento a Washington: '?Yo no voy a renunciar! Colocado en un tr¨¢nsito hist¨®rico, pagar¨¦ con mi vida la lealtad al pueblo (...). Sigan ustedes sabiendo que, mucho m¨¢s temprano que tarde, de nuevo se abrir¨¢n las alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor". Allende muri¨® sin saber si su voz hab¨ªa sido escuchada. El bombardeo se anunci¨® para las once y comenz¨® diez minutos antes del mediod¨ªa. "La primera bomba me tir¨® al piso [suelo] y los cristales me hicieron un corte en la mano", dice Bartul¨ªn.
?Por qu¨¦ el golpe? "Quiz¨¢ el proceso de reformas fue demasiado r¨¢pido", afirma el m¨¦dico de Allende, que salv¨® la vida milagrosamente despu¨¦s de a?o y medio de detenci¨®n y salvajes torturas. El exilio le llev¨® a M¨¦xico 10 a?os y otros 20 a Cuba, dedicado al comercio exterior.
Salvador Allende hab¨ªa ganado las elecciones de 1970, en coalici¨®n con los comunistas y otros partidos menores, y durante los primeros 1.000 d¨ªas de su mandato ejecut¨® cambios que levantaron ampollas entre el empresariado y la burgues¨ªa militar y civil: nacionaliz¨® la banca, estataliz¨® los sectores claves de la econom¨ªa y ejecut¨® una redistribuci¨®n agraria que en un solo a?o expropi¨® m¨¢s de dos millones de hect¨¢reas. Estados Unidos, todav¨ªa en guerra fr¨ªa con la URSS, baj¨® el pulgar. Richard Nixon ocupaba la Casa Blanca; Henry Kissinger, el Departamento de Estado, y George Bush, padre, estaba al frente de la CIA. "Imag¨ªnese el tr¨ªo", subraya Bartul¨ªn. La ultraizquierda oficialista tambi¨¦n presionaba para imponer sus pol¨ªticas en el precario Gobierno de la Unidad Popular.
Los efectos de la pinza nacional y extranjera, y la complicidad de los sectores de la Democracia Cristiana que supieron de la conspiraci¨®n cuartelera, fueron fulminantes; tambi¨¦n pes¨® la decisi¨®n de Allende de comunicar a Pinochet, en quien confiaba entonces, de su decisi¨®n de convocar un plebiscito sobre su mandato. Los conjurados aceleraron la insurrecci¨®n para impedirlo. "La ma?ana del bombardeo, Allende nos reuni¨® a todos en el sal¨®n de conferencias y ceremonias de La Moneda. Est¨¢bamos unas 60 personas, pero nos quedamos 33. Nos dijo: "Tiene obligaci¨®n de quedarse conmigo solamente mi guardia personal y, si quieren, todo aquel que tenga un arma y sepa disparar". Danilo Bartul¨ªn era uno de los jefes de la guardia personal. Usaba pistola. Aquel d¨ªa llevaba dos. Los helic¨®pteros ya ametrallaban el p¨¦treo palacio neocl¨¢sico inaugurado dos siglos atras. "Allende dice: 'Vamos a buscar los sitios de defensa: los balcones, las ventanas, donde se pueda disparar". Bartul¨ªn se despidi¨® por tel¨¦fono de sus tres hijos, de diez, nueve y ocho a?os. "Pap¨¢, ?y la guardia de palacio?, ?y los generales amigos?". No los hab¨ªa.
El presidente y su colaborador se cobijaron entre dos gruesos muros, cerca de la cocina. "Allende me pide un pedazo de pan. Le doy el pedazo de pan, y como hab¨ªa unos pollos troceados, le dije: 'Doctor, voy a cocinar porque a lo mejor no bombardean nunca'. Lo hicieron pronto. La escuadrilla de Hawker Hunter bombarde¨® a placer al filo de las doce y durante media hora. Los dos amigos, que se hab¨ªan hermanado pol¨ªticamente desde los a?os de activismo universitario, se acurrucaron juntos para guarecerse de los impactos y ondas expansivas que derrumbaron paredes y activaron incendios en los cuatro puntos cardinales de la edificaci¨®n gubernamental. Los sitiadores lanzaron bombas lacrim¨®genas, los sitiados se colocaron las m¨¢scaras antig¨¢s, y la gente con instrucci¨®n castrense dispar¨® bazucas y ametralladoras pesadas sobre el escuadr¨®n de blindados desplegado por los accesos de La Moneda. Bartul¨ªn cita al presidente impartiendo ¨®rdenes, dispuesto al martirio por la causa: "?Que todo el mundo dispare. No hay rendici¨®n!".
Las bombas no mataron, pero su efecto fue demoledor sobre el ¨¢nimo de algunos leales. Doce d¨ªas antes, el presidente se hab¨ªa reunido con dirigentes de la Democracia Cristiana, en casa del cardenal Ra¨²l Silva, para tratar de evitar el alzamiento. Sali¨® de la reuni¨®n abatido: "Esa gente no quiere nada". Todo indica que los democristianos ambicionaban la presidencia de la rep¨²blica, de manos de los militares, para Eduardo Frei Montalvo. El fiel asesor de Allende, el colaborador al tanto de sus entrevistas, agenda y cavilaciones, tuvo una idea para abortar la asonada: movilizar a la opini¨®n p¨²blica internacional. "Doctor, nos est¨¢ quedando una ¨²nica salida. Usted toma un avi¨®n y se va a la Cumbre de Argel [Conferencia del Movimiento de los Pa¨ªses No alineados], y luego se va a Roma y habla con el Papa", le aconsej¨® Bartul¨ªn. Allende hab¨ªa sopesado esa opci¨®n, y, durante una semana, un avi¨®n estuvo listo para despegar hacia Argel, pero los partidos no autorizaron el viaje del presidente al extranjero.
"Despu¨¦s del bombardeo llega un momento en que la gente que estaba en La Moneda me pide que hable con el presidente para que se rinda", revela Danilo Bartul¨ªn, por primera vez, durante la conversaci¨®n con este peri¨®dico para reconstruir las ¨²ltimas horas de Allende. El m¨¦dico Arturo Gir¨®n, y Eduardo Paredes, ex jefe de la polic¨ªa civil, junto con el responsable militar del GAP, conocido como Carlos, piden a Bartul¨ªn que convenza a Allende de la inutilidad de la resistencia. La Moneda era una pira, y el agua de las ca?er¨ªas reventadas por la metralla ca¨ªa por las escaleras e inundaba los salones y estancias de palacio, sometido a fuego cruzado. No hab¨ªa por d¨®nde disparar, y los militares estaban encima. "Presidente, me hablaron para decirme que perder una batalla no es perder la guerra, y que la situaci¨®n es insostenible. Allende me dijo que s¨ª, que aceptaba la rendici¨®n". Los m¨¦dicos atan un delantal blanco a una escoba y lo ense?an por una ventana. No hubo tiempo para m¨¢s. Los pelotones irrumpen por la puerta del n¨²mero 80 de la calle Morande. Bartul¨ªn es detenido porque se encontraba junto a ese acceso y, boca abajo, es molido a culatazos. Allende se bat¨ªa en la segunda planta, y el general Javier Palacios fue a por ¨¦l. Afirm¨® que se hab¨ªa suicidado. "Cualquier versi¨®n es defendible, tambi¨¦n la del asesinato. No hay testigos presenciales", subraya Bartul¨ªn. El posterior calvario del joven chileno de origen yugoslavo que jugaba al ajedrez con Allende hasta la madrugada, que fue su mensajero en tareas pol¨ªticas confidenciales y que estuvo a su lado hasta el final, s¨ª tuvo testigos. Durante meses le aplicaron corrientes el¨¦ctricas desnudo sobre un jerg¨®n, simularon su fusilamiento, le reventaron a golpes y mil veces crey¨® morir a manos de unos verdugos que disfrutaron suplici¨¢ndole: "Ten¨ªas que haber envenenado al Chicho [Allende]. Ser¨ªas famoso". La ¨²nica notoriedad ambicionada por Danilo Bartul¨ªn fue la resultante de su lealtad al legado de Salvador Allende, del que nunca abdic¨®.

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