Bandera
"ABUNDANTES ROPAS envuelven a los amantes, / " -escribe Jos¨¦ Watanabe (Per¨², 1946), en un poema titulado 'Los amantes (grabado er¨®tico de Hokusai', incluido en el libro Banderas detr¨¢s de la niebla (Pre-Textos)- "s¨®lo un hombro o un muslo est¨¢n desnudos como pulpas / de luz / y los sexos en su quieta fiereza". Este comienzo del comentario l¨ªrico del grabado er¨®tico del gran artista japon¨¦s Hokusai (1760-1849) ya nos avisa, no s¨®lo lo que le importa, en este caso, a Watanabe del efecto del temblor corporal sobre las ropas que cubren a unos amantes, sino, po¨¦ticamente, en general, el p¨¢lpito de lo org¨¢nico que se soterra u oculta, pero que, fuente de vida, ilumina al mundo.
Hasta hace relativamente poco, cuando todav¨ªa las academias de arte occidentales lo eran, una de las disciplinas m¨¢s dif¨ªciles y apreciadas era la as¨ª llamada "Del ropaje y del Antiguo", en la que se ense?aba, no la simple tarea de vestir a las figuras, sino precisamente el sutil arte de traspasar a los pa?os encubridores la huella del cuerpo oculto, su movimiento e, incluso, su calor, o, si se quiere, su radiaci¨®n. La lecci¨®n ven¨ªa, en efecto, de la Antig¨¹edad griega, que denominaba a este virtuoso ejercicio de representaci¨®n pl¨¢stica "t¨¦cnica de los pa?os mojados". A partir del renacimiento, todos los te¨®ricos del arte destacaron su crucial importancia, acu?ando en cada pa¨ªs una expresi¨®n al respecto: los italianos la de "Panneggiare" y los franceses la de "Draperie".
Por lo dem¨¢s, si el ondular de los pa?os es batido por la energ¨ªa de la conjugaci¨®n de dos cuerpos que se acoplan en el frenes¨ª de su mutuo anhelo, tampoco hay que subrayar la punzante importancia er¨®tica que, desde el punto de vista art¨ªstico, tiene velar la desnudez, tanto m¨¢s fascinante cuanto preserva los rescoldos s¨®lo entrevistos de la intimidad, la ¨²nica forma de azuzar el deseo. El poema de Watanabe mantiene la cadencia de este protocolo, describi¨¦ndonos el estampado florido de los ropajes revueltos y su ca¨ªda y acumulaci¨®n, "en pliegues breves y r¨¢pidos", en la esterilla. Tambi¨¦n el contraste entre la luminosa carnaci¨®n blanca y la fluida coloraci¨®n de las sedas, "un r¨ªo / que se desprende del cuerpo de los amantes / que, cerrados al mundo, ignoran / c¨®mo se agitan estas peque?as flores rojas".
Cuerpos humanos o de cualquier otro ser vivo, flujos acuosos, circulaci¨®n sangu¨ªnea, toda fuente de energ¨ªa. Watanabe escruta las huellas de este temblor inscrito en las superficies de las cosas, remiti¨¦ndonos a su aliento creador. El mapa de la vida, donde geogr¨¢ficamente est¨¢ tambi¨¦n consignada la muerte. Cada uno de sus versos apunta a esta revelaci¨®n, ya sea en el libro antes citado, como en el antol¨®gico, simult¨¢neamente publicado, con ilustraciones de Eduardo Arroyo, El hombre que viene lento (galer¨ªa Estampa). En el poema que sirve para titular Banderas detr¨¢s de la niebla, Watanabe nos describe la nocturna herrumbre de un puerto marino neblinoso, en medio de cuya opacidad surge inopinadamente un flamear de banderas: "Qued¨¦ deslumbrado y mudo. Ninguna apostilla / sobre la belleza hablar¨¢ realmente de aquellas banderas". He aqu¨ª una inolvidable draperie po¨¦tica.
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