El triunfo de un discreto
Se fue con la discreci¨®n que siempre marc¨® su trayectoria pol¨ªtica. Ahora que ya no est¨¢ entre nosotros aflorar¨¢n, sin esfuerzo alguno, todos sus m¨¦ritos. Lo ¨²ltimo, su trabajo sordo y callado para sacar adelante la reforma del Estatuto de Andaluc¨ªa. Lo hizo contribuyendo, eficazmente, tanto en el Congreso de los Diputados como en la propia Ejecutiva Federal del PSOE, para que prosperara un texto de m¨¢ximas aspiraciones y con la mirada puesta en lo que hac¨ªan los dem¨¢s, en concreto, Catalu?a. Era su ya conocida teor¨ªa de las "traineras" que tan gr¨¢ficamente escenificaba el esfuerzo que tendr¨ªamos que hacer para, dejando a un lado agravios comparativos, estar atentos a lo que consiguieran los catalanes para no quedarnos atr¨¢s.
Aparte de discreto, tambi¨¦n acompa?¨® todos sus movimientos en este proceso con una notable prudencia y esp¨ªritu conciliador, lo que le hizo granjearse el cari?oso mote de Palomo, que le adjudic¨® su "hermano", m¨¢s que primo, Luis Pizarro, Secretario de Organizaci¨®n del PSOE andaluz, frente a los "halcones" de los socialistas andaluces que aspiraban a todo.
Hombre poco dado a hablar de s¨ª mismo y de sus sentimientos, aunque dotado de un gran sentido del humor y gracia, el d¨ªa de la aprobaci¨®n del Estatuto en la C¨¢mara Baja, en Madrid, el pasado 2 de noviembre, no pudo evitar su emoci¨®n ante los m¨¢s cercanos. Entre abrazos y saludos, ya fuera del hemiciclo, algunos pudimos observar sus ojos llorosos. Nadie sab¨ªa entonces de sus males pero se mostraba especialmente satisfecho del paso dado, m¨¢xime despu¨¦s de las palabras, esa misma ma?ana, muy elogiosas de Jos¨¦ Lu¨ªs Rodr¨ªguez Zapatero, en Ferraz, valorando de forma extraordinaria lo conseguido por los andaluces.
Quiso la enfermedad apoderarse de ¨¦l, definitivamente, en el momento de mayor madurez pol¨ªtica y, tal vez, cuando m¨¢s se necesitaba de su serenidad y experiencia, en estos tiempos que corren de continua y permanente crispaci¨®n. A¨²n as¨ª, su desaparici¨®n no nos debe hacer olvidar que era un contrincante duro para sus rivales pero, al mismo tiempo, muy respetado. Puede dar fe de ello el secretario general del PP andaluz, Antonio Sanz, quien arranc¨® su carrera pol¨ªtica en C¨¢diz con sonados debates "cara a cara" con ¨¦l en la SER o, ¨²ltimamente, con el secretario de Comunicaci¨®n del PP, Gabriel Elorriaga.
Fue uno de los supervivientes del congreso de Suresnes, localidad francesa donde se produjo el asalto al partido por parte de una militancia curtida en la clandestinidad durante el franquismo. Ya entonces, a pesar de ser uno de los m¨¢s j¨®venes asistentes, pudo hacer valer sus dotes de dirigente convirti¨¦ndose en todo un l¨ªder, como se demostr¨® con las movilizaciones que se produjeron tras ser detenido por los agentes de la Brigada Pol¨ªtico Social en C¨¢diz.
Obtuvo su doctorado en Historia simultaneando este logro con sus responsabilidades p¨²blicas, de lo que se sent¨ªa especialmente orgulloso. Y estuvo siempre muy atento a las demandas sociales de su tierra. Pr¨¢cticamente, particip¨® en todos los grandes o peque?os asuntos que tuvieran que ver con Andaluc¨ªa y, particularmente, con la provincia gaditana. Pero, por encima de todo, queda la imagen de un servidor del Estado, de Andaluc¨ªa, que siempre estuvo dispuesto a luchar y hacer valer la pol¨ªtica como principal instrumento de una democracia que siempre ha de estar cerca del ciudadano. ?l, al menos lo intent¨®, y desde ¨¦sa perspectiva, se puede considerar que triunf¨®.
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