Locos por las orqu¨ªdeas
Su belleza, rareza y variedad las han convertido en pasi¨®n para coleccionistas y decoradores. Gracias a la reproducci¨®n artificial, algunas especies, por precio y cuidados, est¨¢n al alcance de la mayor¨ªa
Fotografiadas sobre fondo negro como alhajas en su estuche de terciopelo, las orqu¨ªdeas tropicales responden al prototipo de belleza ex¨®tica y misteriosa que conmocion¨® a la sociedad victoriana. Ahora que se domina la complicada t¨¦cnica de su reproducci¨®n artificial, han dejado de ser objetos de lujo, aunque siguen despertando pasiones porque en el mundo de las orqu¨ªdeas todo es excepcional.
Un reciente estudio del Jard¨ªn Bot¨¢nico de Nueva York confirma que llevan m¨¢s de 90 millones de a?os sobre la Tierra. Forman la familia m¨¢s evolucionada del reino vegetal y una de las m¨¢s numerosas. Son casi 800 g¨¦neros, cerca de 25.000 especies y un n¨²mero inconmensurable de variedades que a?o tras a?o se incrementa con nuevos h¨ªbridos. Esto significa que de cada diez plantas con flor, una es orqu¨ªdea. Las hay en todos los continentes, incluso en la Ant¨¢rtida, y en todo tipo de h¨¢bitats, a excepci¨®n, claro est¨¢, de los desiertos. Es en los tr¨®picos, sin embargo, donde se concentra el 80% de las especies silvestres y se dan las flores m¨¢s espectaculares. A primera vista, poco tienen que ver con las 80 que sobreviven en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica: Ophrys, Espipactis, Cephalanthera?
Acosadas en casi todos los frentes, se van refugiando en las cunetas -ins¨®litas reservas de biodiversidad- o en los jardines. Teofastro las bautiz¨® como orchis -en griego, test¨ªculos- por los seudobulbos de algunas especies. A esta parte de la planta se le atribuyeron luego virtudes afrodis¨ªacas y eficaz remedio contra la esterilidad. Pero para reconocer una orqu¨ªdea hay que fijarse en sus flores. Son hermafroditas y est¨¢n formadas por tres s¨¦palos y tres p¨¦talos; el central, denominado labelo, imita a veces al abdomen de ciertos insectos, una estrategia de supervivencia para atraer a los machos y favorecer la polinizaci¨®n.
La mayor¨ªa de las orqu¨ªdeas tropicales son plantas epifitas. No crecen en el suelo, donde la espesura de la vegetaci¨®n impide que llegue la luz, sino sobre los troncos y ramas de los ¨¢rboles. Para adherirse a estos soportes han desarrollado ra¨ªces a¨¦reas que les sirven tambi¨¦n para absorber la humedad y los residuos vegetales de los que se alimentan. Otras son lit¨®filas, viven entre las cavidades y el musgo de las rocas.
Las orqu¨ªdeas re¨²nen los tres requisitos b¨¢sicos para seducir a los coleccionistas: belleza, rareza y variedad. La sociedad victoriana sinti¨® una atracci¨®n obsesiva hacia ellas y una aut¨¦ntica fiebre que trajo consigo la lamentable y dr¨¢stica desaparici¨®n de algunas especies.
Gracias a la reproducci¨®n artificial, las cosas han cambiado. Las orqu¨ªdeas que se venden ahora son h¨ªbridos criados en viveros a un precio bastante asequible. Tambi¨¦n su cuidado est¨¢ al alcance de cualquiera. Dentro de casa requieren mucha luz, aunque nunca sol directo, y buena temperatura. El ambiente conviene que sea h¨²medo sin que la tierra quede encharcada, por eso es importante que el recipiente permita un drenaje r¨¢pido del agua y utilizar un sustrato especial a base de esfagno. Se abona cada 15 o 20 d¨ªas, preferiblemente con un producto espec¨ªfico; se puede usar tambi¨¦n un fertilizante est¨¢ndar, pero en este caso habr¨¢ que a?adir s¨®lo la mitad de la dosis indicada. Las m¨¢s recomendables para principiantes: Cymbidium, Phalaenopsis y Dendrorium. Y lo ¨²ltimo: las variedades miniatura.
Las fotograf¨ªas de este reportaje pertenecen al libro 'Orqu¨ªdeas', de Pascal Descourvi¨¨res, publicado por editorial Akal.
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