Europeo para vivir, pero no para trabajar
B¨²lgaros y rumanos, en la UE desde el 1 de enero, a¨²n padecer¨¢n complicaciones burocr¨¢ticas especiales para lograr un empleo
Ya no hay inmigrantes irregulares rumanos ni b¨²lgaros en Espa?a. Hace dos semanas que un pasaporte de esos pa¨ªses vale lo mismo que uno espa?ol. Poder acudir a la polic¨ªa, a un banco, a un juzgado o a un hospital va a cambiar la vida para los 400.000 rumanos y los 98.000 b¨²lgaros empadronados, y para todos los que no lo est¨¢n. Para vivir en Espa?a, son comunitarios.
Pero para trabajar aqu¨ª, son extranjeros. El Gobierno espa?ol, como otros 12 de la Uni¨®n Europea, ha decidido que su incorporaci¨®n al mercado de trabajo legal sea gradual. Para ello, durante dos a?os m¨¢s, mantiene las condiciones de contrataci¨®n por cuenta ajena como si fueran senegaleses o ecuatorianos. La diferencia, capital, es que ellos pueden contactar con sus empleadores en Espa?a, y no desde sus pa¨ªses de origen. El resto es igual: deben recibir una oferta laboral y presentarla en el Ministerio de Trabajo para que la autorice y otorgue un permiso para ese puesto. Para cambiar de trabajo, necesitan repetir el papeleo. S¨ª pueden crear empresas y ser aut¨®nomos en las mismas condiciones que los espa?oles.
Para la mayor¨ªa, ya integrada de hecho en un mercado laboral sumergido, la soluci¨®n m¨¢s obvia es que sean sus empleadores los que tramiten una oferta de trabajo para ellos, de forma que se les otorgue el permiso de trabajo y se pueda dar de alta un contrato en la Seguridad Social. Un rumano o un b¨²lgaro bien informados sabr¨¢n que no tienen por qu¨¦ tolerar ser empleados en negro m¨¢s que un espa?ol. Siempre salvando las circunstancias de cada uno, ahora pueden elegir.
El jefe de Ovidiu Ungureanu, rumano de 37 a?os, presentar¨¢ esa oferta para que haga legalmente lo que desde hace cinco meses hace ilegal, ser portero de un bar de copas donde gana entre 700 y 800 euros al mes. Tiene una hermana en Rumania y unos padres a los que enviar dinero, porque viven de sendas pensiones de 150 y 50 euros al mes.
Ser ciudadano de la UE le permite tener m¨¢s aspiraciones. Durante 12 a?os fue polic¨ªa militar en Rumania y asegura que ahora vive mejor. La chapa y la acreditaci¨®n de su cartera son su tarjeta de presentaci¨®n. "Quiero trabajo en el mundo de la seguridad o de la defensa", declara Ungureanu. "De guardaespaldas estar¨ªa bien". Enseguida, relata que es especialista en antiterrorismo, y un curr¨ªculum en el que incluye misiones en Kosovo y Macedonia y diplomas en cursos de la OTAN. Intentar¨¢ que el Gobierno le convalide sus titulaciones en defensa.
Ungureanu hizo la cola para solicitar la tarjeta de residencia el pasado mi¨¦rcoles con su sobrino, Constantin Constantinescu, de 22 a?os. ?l lleva cinco a?os en Espa?a y est¨¢ instalado en el barrio de Vistalegre (Madrid). Reside legalmente y trabaja en una empresa de seguridad. Pero, seg¨²n relata, al ser extranjero s¨®lo pod¨ªa ser auxiliar. Ahora podr¨¢ hacer un curso para ser vigilante. Ambos se han puesto en manos de un despacho para los tr¨¢mites. En cuanto tengan su tarjeta de residencia, los abogados presentar¨¢n las correspondientes ofertas de trabajo. Hasta que no acabe todo el papeleo no ser¨¢n como cualquier europeo.
La avalancha de peticiones ha hecho que responsables p¨²blicos, por ejemplo en Castell¨®n y Navarra, aclaren que la tarjeta de residencia no da m¨¢s derechos que el pasaporte. Es una verdad a medias. Para lo que importa, el permiso de trabajo, hace falta previamente la tarjeta. El n¨²mero de tarjetas emitidas dar¨¢, por fin, la cifra exacta de rumanos y b¨²lgaros en Espa?a.
El pasado mi¨¦rcoles, la docena de polic¨ªas nacionales que organizaban la seguridad en el exterior de la Comisar¨ªa General de Extranjer¨ªa de Madrid, parec¨ªan ujieres de la oficina, contestando durante horas todo tipo de dudas. Un familiar como Constantin, experto en tr¨¢mites, era un tesoro.
Algo que no ten¨ªa Osman Mustafa. Tiene por ¨²nico patrimonio, su pasaporte b¨²lgaro y una carpetilla de pl¨¢stico donde guarda todos los documentos que supone imprescindibles para permanecer en Espa?a. Lleg¨® en noviembre. El ciudadano europeo Mustafa se ve obligado a empezar de cero a los 48 a?os. Su negocio familiar, una cafeter¨ªa con quiosco de prensa, fracas¨®. Su mujer y su hija, de 21 a?os, no trabajan. Su hijo, de 26, es camarero en su pueblo, Lovech.
Es la otra cara de la moneda. Con pasaporte comunitario, es conductor de autob¨²s y cami¨®n, con experiencia en mec¨¢nica, no puede buscar trabajo como un espa?ol. Para trabajar, debe contactar con un empleador que consienta hacer todo un papeleo desconocido para cualquier otro ciudadano de la Uni¨®n. Para trabajar es como un sin papeles. Su ventaja: para vivir, es europeo, y nadie le puede echar de Espa?a.
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