"El sentido del humor aumenta con la edad porque la vejez es una porquer¨ªa"
Fundadora de la editorial Lumen y autora de una decena de t¨ªtulos de narrativa, ensayo y memorias, la escritora barcelonesa acaba de publicar, a los 70 a?os, su nueva novela, ?Bingo! All¨ª retrata un universo "de medio pelo" al tiempo que reflexiona sobre el amor y el final de la vida. En esta entrevista habla de su pasi¨®n por el juego, de la liberaci¨®n de la mujer y de su infancia de "ni?a bien".
"Habremos conseguido la igualdad el d¨ªa que una mujer incompetente alcance un cargo de responsabilidad"
"Se ha escrito mucho sobre los perdedores de la Guerra Civil, pero no sobre los ganadores. Los privilegios eran totales. Yo no recuerdo el racionamiento"
En el local abundan los colores rojos y las luces brillantes. Una profusi¨®n de empleados extremadamente amables -el aparcacoches, el portero, los camareros, el propio que reparte los cartones- recibe a Esther Tusquets (Barcelona, 1936) con familiaridad. Estamos en un bingo de Barcelona, un lugar en principio insospechado para una intelectual de caracter¨ªsticas tan exigentes, pero si algo define a esta escritora es su radical singularidad y, desde luego, su capacidad para sorprender. La sala es grande, las mesas espaciosas y los sillones confortables. Apenas instaladas disponemos de los prescriptivos cartones. Son muy peque?os, como billetitos de loter¨ªa. Una voz va recitando n¨²meros y las partidas se suceden muy r¨¢pidas, m¨¢s o menos cada dos minutos. No hay que poseer una habilidad especial para el juego, s¨®lo tachar los n¨²meros enunciados y esperar que la totalidad del cart¨®n coincida para cantar el anhelado ?bingo! Y, aparentemente, esto es todo. Tusquets pide los cartones de cuatro en cuatro porque "es la ¨²nica forma de ir un poco m¨¢s loca". Y a?ade, "pero no se preocupe, no se canta nunca y aunque se cante, al final nunca se gana". Uno se pregunta cu¨¢l es el atractivo real de este ambiente para que una experta jugadora de p¨®quer y una asidua del bridge (juega por ordenador hasta las cinco de la ma?ana) dedique su tiempo a un juego de tan escasas emociones. Pero las respuestas van saliendo cuando relata las an¨¦cdotas vividas con las personas asiduas al local, con los taxistas que la devuelven a casa de madrugada, con algunas mujeres a las que ella misma acompa?a en su coche al t¨¦rmino de la jornada. En ese ambiente y esas vidas se ha inspirado para escribir el libro que acaba de publicar: ?Bingo!
PREGUNTA. As¨ª pues, ?juega usted al bingo?
RESPUESTA. Juego al bingo. Llegu¨¦ al bingo por casualidad, porque, aunque parece raro, hay muchos jugadores de bridge que van al bingo. Un d¨ªa fui con un grupo de bridgistas y me pareci¨® que era muy aburrido, porque no tienes ninguna iniciativa. Volv¨ª otro d¨ªa y otro y me enganch¨¦. El bingo tiene algunas grandes cualidades; una es que conoces gente muy dispar, otra es que juegas a la hora que te d¨¦ la gana y otra que juegas sola, no con un partner que se te enfada y te ri?e, como en el bridge.
P. ?Es consciente de la sorpresa que supone el que alguien como usted, que ha dedicado su vida a los libros, se dedique a un juego en el que adem¨¢s la cabeza interviene poco?
R. El d¨ªa que me fui de la cena en la que me daban el Premio Herralde para ir al bingo no lo pod¨ªan creer, cre¨ªan que bromeaba. Un bingo es un sitio al que una mujer puede ir sola a las cuatro de la ma?ana, que hay muy pocos. Y puedes ir pensando bastante en tus cosas. Luego est¨¢ la emoci¨®n del azar. Soy muy jugadora, me divierte el puro azar.
P. ?Y del bingo concretamente, qu¨¦ es lo que le engancha?
R. Primero, la gente, y luego, el cantar. Que el numerito te salga. Es un momento genial, aunque sabes que pierdes dinero, porque siempre pierdes. Si un d¨ªa ganas 1.000 euros, el pr¨®ximo mes perder¨¢s 2.000. T¨² sabes que recuperar¨¢s la mitad de lo que inviertas. Pero esto es algo que el binguero no piensa. Al entrar aqu¨ª se sorprende much¨ªsimo de que su n¨²mero no salga. Y se lo decimos a los vendedores como una cosa muy especial: "Me he quedado a uno". Y hay much¨ªsima gente que se queda a uno. "Se me ha quedado en pantalla", y es la tragedia n¨²mero uno. Lo normal es que no te toque.
P. ?Le engancha m¨¢s que el p¨®quer o que el bridge?
R. Si hubiera un sitio en el que se pudiera jugar a cualquier hora y con la comodidad del bingo, prefiero el p¨®quer. El bridge no, porque para jugarlo bien hay que concentrarse y dedicarse, y me da pereza. El bridge es un juego fant¨¢stico, pero va en serio. En cambio, el bingo es puro azar, aunque los bingueros creen que depende de la mesa: "Si¨¦ntate en esta mesa, que hoy toca mucho", te dicen.
P. Lo mejor de su libro ?Bingo! son los personajes y las historias en torno a ellos. Son historias de soledad o al menos bastante melanc¨®licas.
R. Muchas s¨ª. Sobre todo porque hablo del bingo a altas horas de la madrugada. Entonces es m¨¢s melanc¨®lico. Por la tarde puedes encontrarte se?oras que van un rato a jugar, se toman un t¨¦ y unas pastas y cotillean de sus cosas. Y luego est¨¢n los grupos de j¨®venes, que irrumpen, hacen unas grandes partidas, gritan, casi los echan y se van. Est¨¢ la persona que juega 20 euros y se larga, y est¨¢ la que se va poniendo nerviosa y va saliendo al cajero autom¨¢tico a buscar m¨¢s y m¨¢s dinero...
P. ?Ha encontrado alg¨²n drama humano que le haya conmovido?
R. No. Le dije a un taxista que me llevara a un bingo determinado, y me dijo: "Se?ora, si juega en serio, ah¨ª se juega muy poco, vaya al Don Pelayo, que por lo menos merece la pena". ?l me cont¨® que un d¨ªa sali¨® un se?or que iba en el taxi y le dijo que le llevara a un hotel de las Ramblas porque no se atrev¨ªa a volver a su casa. Ese nivel de drama no lo he visto.
P. El libro se lo ha dedicado a su hijo N¨¦stor. ?C¨®mo han recibido sus hijos su nueva afici¨®n?
R. Milena es muy tolerante, va a la suya, pero es muy tolerante. N¨¦stor es un puritano, tiene unos criterios morales sumamente r¨ªgidos. Hubo un terrible drama porque un d¨ªa est¨¢bamos comiendo juntos, a m¨ª me quedaban tres cuartos de hora para ir a una radio y le dije que ir¨ªa a El Corte Ingl¨¦s a comprar un tapete. En su lugar me met¨ª en el bingo y me vio. Fue una tragedia.
P. ?Y c¨®mo le convenci¨® de que no ten¨ªa que tom¨¢rselo as¨ª?
R. Le escrib¨ª una carta que pens¨¦ que era muy convincente, pero no me dijo nada. Cuando le llam¨¦ diciendo que si la hab¨ªa recibido, me dijo: "No sirve de nada, porque no cedes en nada". Yo no dije que iba a dejar de jugar al bingo. Se lo tom¨® a la tremenda.
P. Correspondencia privada es uno de sus mejores libros. ?El g¨¦nero epistolar es el que prefiere para expresarse?
R. Me siento muy c¨®moda. Hablando en segunda persona es muy f¨¢cil escribir. En literatura nunca parto de cosas a priori, nunca me propongo el estilo ni el tema, ni hacer literatura moderna o no moderna. Sale como sale. En mis primeros libros, las frases interminables de los incisos, no era en absoluto deliberado, es que sal¨ªa as¨ª.
P. Sus textos tambi¨¦n se caracterizan por un erotismo suave.
R. S¨ª, y creo que tambi¨¦n est¨¢ el sentido del humor, que quiz¨¢ va aumentando con los a?os porque la vejez es una porquer¨ªa. No estoy nada de acuerdo con eso de que cada edad tiene sus cosas buenas. Una ventaja tiene, y es que te da una enorme distancia con las cosas, y esto es fant¨¢stico. He aprendido que hay muy pocas cosas importantes.
P. Hace tiempo se?alaba que a las mujeres el amor nos dura menos, pero usted se ha enamorado poco antes de cumplir los setenta a?os.
R. S¨ª, al final de Correspondencia privada digo que antes viv¨ªa aventuras y que con la edad s¨®lo me pasaban cosas, y es que la vida es fant¨¢stica, te ocurren cosas inesperadas. Lo ¨²ltimo que yo me esperaba era enamorarme, ni se me pasaba por la cabeza. Cuando en una reuni¨®n ve¨ªa que las mujeres de mi edad estaban pendientes de una llamada telef¨®nica, pensaba: "Dios m¨ªo, est¨¢n chifladas". Y entonces me enamor¨¦.
P. ?Y c¨®mo se dio cuenta? ?Es lo mismo que a los 20 a?os?
R. S¨ª, el flechazo es el mismo que a los 20 a?os. Te pone la vida en tecnicolor. Todo adquiere otro relieve, todo tiene otro inter¨¦s. Fue fant¨¢stico.
P. ?Le gusta la ¨¦poca que vivimos?
R. Yo pienso que todo el tiempo presente es mejor que el pasado. Tenemos ventajas que son muy importantes. S¨®lo los avances de la medicina, por ejemplo, son de tal ventaja que compensan casi todo. La anestesia, eso de que no te duelan las cosas, que la gente muera sin sufrir, las mujeres en el momento de parir...
P. ?Y por qu¨¦ prefiere ser mujer, como dec¨ªa en el t¨ªtulo de uno de sus libros?
R. Es curioso, pero a todas las mujeres a las que les he preguntado prefieren ser mujeres.
P. Es cierto, pero parece una aberraci¨®n.
R. Es una aberraci¨®n. Las mujeres lo tenemos mucho m¨¢s dif¨ªcil que los hombres. Si tienes una ni?a es para pensar: "Pobrecilla, qu¨¦ mala suerte has tenido". Pero me horroriza tanto el machismo, la obligatoriedad de los hombres de dar la talla, ser capaces de liarse a pu?etazos, ser heroicos en la guerra, no llorar. Prefiero no ser yo la responsable del mundo en que vivo. Lo han hecho ellos. A lo mejor nosotras lo har¨ªamos peor, pero est¨¢ por demostrar. El mundo tal como es hoy de desastroso lo han hecho los hombres.
P. Esa talla que le horroriza es la que exigen a las mujeres, y si no las excluyen.
R. S¨ª. Las mujeres que llegan muy arriba se comportan como hombres: es una pena. Habr¨ªa que inventarse otra forma de influir y tener poder que no fuera el masculino. En general, las mujeres son un poquito menos petulantes o ambiciosas. Se dice que en las empresas los ejecutivos masculinos son un poco m¨¢s agresivos, se ponen hist¨¦ricos si a uno le cambian la moqueta y a ¨¦l no se la cambian. He visto a muchas escritoras dar entrada a otra mujer, me parece que somos menos celosas y m¨¢s generosas. Las mujeres escritoras que he conocido son estupendas. Muchas siguen en la historia de que no hay problemas para la mujer: las mujeres que destacan deciden que si las otras no destacan es porque son tontas. Y claro, a m¨ª me gusta mucho recordar esa frase de que habremos conseguido la igualdad el d¨ªa que una mujer incompetente alcance un cargo de responsabilidad. Cuando una tonta sea director general habremos conseguido la igualdad. De momento no es as¨ª. De momento las mujeres, para llegar donde ellos empiezan, llegamos agotadas. El esfuerzo que tenemos que hacer para llegar al punto de partida de ellos ya te deja medio muerta.
P. ?Y qu¨¦ opina de esas culturas en las que el sometimiento de la mujer forma parte de su esencia?
R. Yo no acepto nada que me ponga de ciudadana de segunda. Cualquier ideolog¨ªa, cualquier nacionalidad que lo haga no me interesa. Los ¨¢rabes no me interesan. Con eso y con el racismo soy beligerante. Hay cosas en las que no hay que pasar ni una porque si pasas una vas listo. Uno de estos d¨ªas tengo que ir a hablar en un curso sobre Freud...
Esa prepotencia de los psicoanalistas de que si dices no a algo "es una resistencia". ?C¨®mo demuestras que no es una resistencia? La envidia del pene es una estupidez: ninguna mujer sensata piensa esta tonter¨ªa. Pero ellos te dicen, "en el fondo no lo sab¨¦is". Es una tonter¨ªa como una casa, y llevamos decenios de a?os hablando de la envidia del pene. Y adem¨¢s, que si compensa cuando tienes un hijo porque el hijo sustituye al pene... Eso para cualquier mujer sensata es una estupidez. El psicoanalista que dice eso es un machista. Todo lo que me haga ciudadano de segunda no me interesa. No soy masoquista.
P. ?Por d¨®nde ve un rayo de esperanza?
R. En esto de que decidamos cu¨¢ndo queremos tener los hijos. El trabajo y la maternidad son irrenunciables. Ser¨¢ complicado, tendr¨¢ inconvenientes, pero son irrenunciables: tenemos que tener hijos, pero tenemos que trabajar. La independencia de la mujer empieza por tener su propio dinero, y el dinero lo consigue trabajando. Eso de que los padres tambi¨¦n pueden tomarse sus d¨ªas de vacaciones para el cuidado del ni?o son peque?os pasos que no est¨¢n mal. De todos modos, la lucha de la mujer es dura. Ellos no aceptan que haya mujeres m¨¢s tenaces que ellos y que ganen m¨¢s dinero. Las mujeres de mi generaci¨®n que est¨¢n viviendo solas, incluso algunas muy guapas, son muchas.
P. ?La soluci¨®n est¨¢ muy lejos?
R. La soluci¨®n est¨¢ muy lejos en todo, no por ser mujer, sino en todo. Yo creo que las mujeres hacen que la vida sea un poco m¨¢s posible. Vivimos quiz¨¢ demasiado consagradas a que reine la paz del hogar, a que reine la paz no s¨¦ d¨®nde, a arreglar las cosas para que no se produzcan conflictos. Hacemos la vida un poco m¨¢s suave. Que las mujeres sean como los hombres me choca mucho. De una taxista espero que se comporte de otra manera. Cuando una mujer conduce un coche y se comporta como un hombre, pienso: "?Ser¨¢s tonta!". Porque en principio nos podemos comportar de otro modo.
P. ?Sigue escribiendo?
R. Escribo cuando tengo ganas. Ahora estoy escribiendo una cosa que me encanta y a lo mejor s¨®lo me encanta a m¨ª. Intento hacer un retrato de lo que era yo y de lo que era la sociedad burguesa catalana de los a?os cuarenta y cincuenta. Empieza con la entrada de los nacionales en Barcelona y no s¨¦ si terminar¨¢ cuando entr¨¦ en la universidad. Me parece que se ha escrito much¨ªsimo sobre la Guerra Civil, sobre los que la perdieron, pero no sobre los que la ganaron, y sobre lo que era la infancia de una ni?a bien en Barcelona se ha hablado menos. Pasaban cosas muy fuertes. Yo jam¨¢s hice cola para un pasaporte, porque siempre me lo daba la polic¨ªa. Llegaron a venir a hacernos el carnet de identidad al comedor de mi casa, sin tener que bajar a la comisar¨ªa. Se pod¨ªa despedir a una criada s¨®lo porque llevara una ropa que no correspond¨ªa a su clase aunque tuviera dinero para compr¨¢rsela, o porque cantaba cuando trabajaba. Eran cosas muy fuertes. Yo he visto a un m¨¦dico coger un plato y tir¨¢rselo por encima a la doncella que estaba sirviendo la mesa porque hab¨ªa untado el tomate por los dos lados del pan tal y como le hab¨ªa dicho el ni?o. Los privilegios eran totales. No recuerdo lo que llamaban racionamiento, el pan negro
... Hab¨ªa diferencias totales.
P. ?Y de d¨®nde le viene esa conciencia social?, porque usted formaba parte de esa burgues¨ªa.
R. Ha sido una reacci¨®n muy rara, pero siempre lo tuve muy claro. Tambi¨¦n te pasaban cosas divertidas. Ten¨ªamos dos personas trabajando en mi casa, y como mi madre era muy franquista, no dec¨ªan nada, pero iban las dos por la carretera dando saltos y diciendo, "somos comunistas", y todos los d¨ªas nos daban ensaladilla rusa. Yo las o¨ªa en la cocina decir, "para que se enteren". En mi familia estaban los Tusquets y los Guill¨¦n. Los Tusquets eran encopetados, por parte de madre, parientes de los Mil¨¢ y de muy buena familia. Por lado del padre ¨¦ramos banqueros jud¨ªos, y el hijo Juan, el sacerdote, estaba en el complot de los militares para el alzamiento. Franco le consultaba qu¨¦ hab¨ªa que hacer en muchas cosas. Por otro lado, la familia de mi madre era completamente diferente: su padre era mas¨®n y el hermano de mi madre era nazi, pero nazi de ir por los bares cantando himnos con una corbata del color de la bandera alemana, y ten¨ªa en su casa un museo nazi. Las dos familias eran de la burgues¨ªa catalana, pero eran muy diferentes. Las mujeres eran fort¨ªsimas, para empezar. Viv¨ªan un mill¨®n de a?os. A mi abuela, cuando celebr¨® su 90 cumplea?os, le hicieron una gran fiesta, y todos dijimos: "?Qu¨¦ bien ha funcionado todo, lo tenemos que repetir todos los a?os!". Ella dijo: "No, todos los a?os no, que es muy caro, cada cinco a?os". Ten¨ªa 90. As¨ª era mi abuela. En toda la guerra sali¨® a la calle con sus medallas de oro, y durante toda la guerra se mor¨ªan de hambre en Pedralbes, pero las criadas serv¨ªan la mesa, y luego com¨ªan en la cocina. ?Sabe lo que eran las entradas en el Liceo? Se?oras despampanantes con joyas, y en la calle, la gente mir¨¢ndonos con admiraci¨®n: entrabas como en los Oscar.
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