Un supremo espect¨¢culo
Estrenado en Broadway en 1981 y galardonado con seis premios Tony, Dreamgirls, musical con partitura de Henry Krieger y libreto de Tom Eyen, ten¨ªa alma de roman (levemente) ¨¤ clef sobre la trayectoria de las Supremes y forma de digest, m¨¢s o menos did¨¢ctico, de la historia del sonido Motown y su asimilaci¨®n por parte del p¨²blico blanco. El resultado indign¨®, en su momento, a Diana Ross, fascin¨® a Mary Wilson (que se apropi¨® del t¨ªtulo para poner nombre a su libro de memorias) y hubiese sumido en la perplejidad a Florence Ballard (cuya contrafigura en la ficci¨®n corre una suerte, por as¨ª decirlo, m¨¢s af¨ªn al determinismo redentor de Hollywood que a los catastr¨®ficos azares de la vida real).
DREAMGIRLS
Direcci¨®n: Bill Condon. Int¨¦rpretes: Beyonc¨¦ Knowles, Jennifer Hudson, Anika Noni Rose, Jaime Foxx, Eddie Murphy. G¨¦nero: musical. EE UU, 2006. Duraci¨®n: 131 minutos.
Con la acci¨®n reubicada (de Chicago a Detroit), la poda de algunos temas y el a?adido de cuatro nuevas canciones, el Dreamgirls de Bill Condon -que ya firm¨® un inteligente trabajo de adaptaci¨®n en el Chicago (2002) de Rob Marshall- logra ser mucho m¨¢s que una traducci¨®n mod¨¦lica: puro espect¨¢culo cinematogr¨¢fico, generoso en alicientes hasta casi la extenuaci¨®n, el trabajo de Condon trasciende el aliento nost¨¢lgico de la propuesta aportando nuevas claves a su juego referencial, mientras espolea pertinentes reflexiones sobre nuestras contempor¨¢neas mec¨¢nicas del estrellato.
Dreamgirls contiene alguna escena embarazosa para todo aquel espectador al¨¦rgico al kitsch -el n¨²mero musical Family, sin ir m¨¢s lejos-, pero, tambi¨¦n, uno de los momentos m¨¢s desgarrados y arrebatadores que ha dado un g¨¦nero que, en los ¨²ltimos a?os, ha estado m¨¢s cerca de la impostura del karaoke que de la emoci¨®n desbordada: la interpretaci¨®n del tema And I'm telling you I'm not going por parte de una Jennifer Hudson capaz de incendiar un entero complejo de multisalas con sus pulmones.
No parece casual, en el malintencionado tejido del reparto, que la Hudson haya sido concursante en el equivalente americano de Operaci¨®n Triunfo (American Idol). Ni tampoco que el papel de Deena Jones haya ido a parar a manos de Beyonc¨¦ Knowles: su Deena no s¨®lo funciona como el eco de Diana Ross, sino tambi¨¦n como espejo no siempre favorecedor de la propia Beyonc¨¦, efigie, diva neoconservadora y superviviente de los malos rollos que hicieron de Destiny's child su plataforma de despegue.
As¨ª funciona la estrategia de Condon, como un juego de ecos y gui?os capaz de provocar al iniciado, mientras el resto de la platea sigue el contagioso ritmo (no s¨®lo musical) de este (casi) perfecto objeto de seducci¨®n.
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