Federalismo y suficiencia financiera
La financiaci¨®n de las Comunidades Aut¨®nomas vuelve a aparecer en la agenda pol¨ªtica. Las deficiencias financieras detectadas, el proceso de reforma del Estatuto catal¨¢n y la necesidad de ir madurando el sistema al ritmo que lo hace el Estado de las autonom¨ªas han contribuido mancomunadamente a ello. En esta coyuntura, en Galicia deber¨ªamos reflexionar sobre d¨®nde estamos y ad¨®nde nos interesa ir. A partir de ah¨ª, tocar¨ªa definir la mejor estrategia para conseguirlo.
Sobre el punto de partida, los ¨²ltimos datos hechos p¨²blicos por el Ministerio de Econom¨ªa y Hacienda para 2004 revelan que el sistema vigente convierte a Galicia en la sexta entre las 15 comunidades de r¨¦gimen com¨²n con mayor financiaci¨®n per c¨¢pita. Con 2.231 euros por habitante, supera holgadamente la media de 2.138 euros. Catalu?a (2.171 euros) y Madrid (2.056) salen peor paradas. La situaci¨®n relativa de Galicia es, si cabe, mejor cuando en la comparaci¨®n se incluyen ingresos complementarios, como los que proporcionan los fondos europeos y el Fondo de Compensaci¨®n Interterritorial. Por tanto, Galicia comparte con el resto de las comunidades aut¨®nomas una cierta insuficiencia de recursos, motivada por una din¨¢mica muy expansiva y de dif¨ªcil encaje de partidas de gasto como la sanidad; y por la necesidad de expandir el gasto en educaci¨®n y atenci¨®n social para poder aplicar la reforma educativa, cumplir con los objetivos de la Agenda de Lisboa y aplicar la ley de dependencia. Pero su situaci¨®n financiera no es peor que la media.
?C¨®mo canalizar recursos adicionales hacia las comunidades aut¨®nomas? Existen dos posibilidades: incrementar las transferencias desde la Administraci¨®n central o ceder impuestos. El problema de la primera soluci¨®n es que no da autonom¨ªa ni hace fiscalmente responsables a las comunidades aut¨®nomas. En este sentido, la segunda opci¨®n es m¨¢s atractiva. Pero no est¨¢ exenta de riesgos. En particular, si se cede un porcentaje muy alto de tributos a las comunidades aut¨®nomas, las m¨¢s ricas tendr¨¢n recursos m¨¢s que suficientes para sus necesidades. Tendr¨ªan que devolver el exceso a la Administraci¨®n central para que ¨¦sta garantizase la solidaridad interterritorial. Es verdad que esto ya ocurre en la actualidad con Madrid y Baleares. Pero la situaci¨®n se complicar¨ªa si aumenta el n¨²mero de comunidades que deben devolver recursos y se incrementa sustancialmente el volumen de las devoluciones.
En el l¨ªmite, si se generalizase el sistema de cupo vasco y navarro, y la Administraci¨®n central tuviese que financiarse con los cupos territoriales, comunidades con potenciales fiscales por debajo de la media, como Galicia, tendr¨ªan mucho que perder. Muy probablemente, la redistribuci¨®n entre territorios y personas se ver¨ªa recortada. Por eso debemos ser prudentes en la demanda de incrementos en los porcentajes de cesi¨®n tributaria. Autonom¨ªa y responsabilidad fiscal s¨ª, pero no a costa de la nivelaci¨®n y la solidaridad.
A mi juicio, en la definici¨®n de la mejor estrategia para Galicia debe contarse con dos mimbres centrales. El primero, la defensa de Espa?a como espacio de juego para la redistribuci¨®n fiscal. En este sentido, la experiencia internacional muestra la importancia que tiene la fuerza de la comunidad pol¨ªtica com¨²n y el sentimiento de pertenencia a la misma. El federalismo permite acomodar pol¨ªtica y financieramente los sentimientos duales de pertenencia a una comunidad pol¨ªtica regional y a otra estatal. Por el contrario, las soluciones de tinte confederal derivan inevitablemente en el levantamiento de fronteras regionales para la solidaridad interterritorial. Guste o no, seg¨²n los datos del CIS la mayor¨ªa de los espa?oles (y los gallegos) comparten esa identificaci¨®n dual se?alada. El segundo, la potenciaci¨®n de los foros multilaterales, como el Consejo de Pol¨ªtica Fiscal y Financiera, el Senado y las conferencia de presidentes. Por supuesto, la bilateralidad es deseable y necesaria en algunos asuntos. Pero no en todos, so riesgo de cortar trajes a medida que devienen incompatibles y complican la convivencia armoniosa.
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