El'sheriff'delmundo
Ya hizo historia como fiscal en el juicio contra Videla y los militares golpistas argentinos. Ahora es el fiscal general de la Corte Penal Internacional. Su trabajo consiste en perseguir el delito y los cr¨ªmenes contra la humanidad, como el genocidio o el reclutamiento de ni?os soldados
Como un futbolista triunfador, el abogado argentino Luis Moreno Ocampo pensaba que a los 32 a?os ya lo hab¨ªa hecho todo, que la vida ya no le ofrecer¨ªa ning¨²n desaf¨ªo. Tras ejercer de fiscal adjunto en el Nuremberg argentino, el juicio a los militares que tomaron el poder en Argentina en un golpe de Estado en 1976, Moreno Ocampo hab¨ªa hecho historia. El llamado "juicio a las juntas" de 1985 fue un hito en la lucha por imponer justicia a los tiranos de la Tierra. El general Jorge Rafael Videla fue condenado a cadena perpetua, y otros cuatro altos mandos militares tambi¨¦n terminaron en la c¨¢rcel por haber dirigido la guerra sucia que acab¨® con las vidas de m¨¢s de 7.000 "desaparecidos".
Moreno Ocampo, de 54 a?os, nunca dej¨® de trabajar en defensa de los derechos humanos, y no volvi¨® a tener tanto protagonismo p¨²blico hasta que cre¨® su propio bufete de abogados y tom¨® como cliente a Diego Armando Maradona, defendi¨¦ndolo cuando fue acusado de agredir a un periodista. Pero la reputaci¨®n internacional que conquist¨® tras el juicio a los militares le persigui¨®. Fue invitado a participar en organismos globales a favor de los derechos humanos y en 2002 recibi¨® una invitaci¨®n para ser profesor visitante en la Universidad de Harvard. Ahora s¨ª estaba seguro de que hab¨ªa llegado a la cima de su profesi¨®n. Nunca, pens¨®, volver¨ªa a recibir reconocimiento m¨¢s grato, laurel m¨¢s prestigioso.
"Estaba paseando ah¨ª por Harvard, feliz de la vida", recuerda Moreno Ocampo, "cuando se me plantea la posibilidad de ser el fiscal de la Corte Penal Internacional. El a?o siguiente, en junio de 2003, hice el juramento. Me compromet¨ª a permanecer en el cargo nueve a?os". El puesto supone ejercer como sheriff del mundo -pero, a diferencia del presidente Bush, con el apoyo de la mayor¨ªa de los pa¨ªses-. Por eso Ocampo dice que, tras ser nombrado, "volv¨ª unos meses despu¨¦s a Harvard, y me pareci¨® chiquito".
Incluso le parece "chiquito" el juicio a los militares argentinos comparado con lo que tiene entre manos ahora. "El juicio a los militares fue important¨ªsimo, claro, pero miro para atr¨¢s y lo veo casi como un entrenamiento para lo que estoy haciendo ahora".
Lo que est¨¢ haciendo ahora, en el cargo de fiscal fundador de la CPI, es nada m¨¢s y nada menos que llevar a cabo, seg¨²n Moreno Ocampo, una revoluci¨®n mundial: asentar las bases para que todo el mundo viva bajo un Estado de derecho com¨²n. "Durante 5.000 a?os, la humanidad us¨® la guerra para resolver conflictos internacionales. La idea de la paz permanente tiene dos siglos nada m¨¢s. La idea de usar la ley para mejorar las relaciones internacionales, que es la idea que nos gu¨ªa en esta corte, tiene menos de tres a?os".
Hay que distinguir entre la nueva corte en la que Moreno Ocampo ejerce de fiscal jefe y la Corte Internacional de Justicia, fundada en 1945.
La CIJ existe principalmente para resolver conflictos jur¨ªdicos entre pa¨ªses, aunque tambi¨¦n, m¨¢s recientemente, para juzgar a criminales de guerra derrotados, como en los casos de Ruanda y la antigua Yugoslavia. (Slobodan Milosevic, el l¨ªder serbio, iba a ser juzgado en esta corte, pero muri¨® antes de que concluyera el juicio).
La Corte Penal Internacional fue creada por las Naciones Unidas en 1998, a?o en el que 120 Estados firmaron - aunque se abstuvieron Estados Unidos, China, Rusia e Irak, entre otros- el fundacional Estatuto de Roma. Fue una iniciativa idealista y de cierta valent¨ªa moral, ya que los jefes de Estado que suscribieron el acuerdo estaban en cierto modo cediendo poder al abrirse a la posibilidad de ser juzgados por una corte extraterritorial. Parte del acuerdo de Roma fue que la corte no entrar¨ªa en vigor hasta que 60 Estados hubieran ratificado su apoyo. Espa?a y las otras potencias europeas lo hicieron (Estados Unidos y los dem¨¢s pa¨ªses grandes que se abstuvieron en 1998, no). Se lleg¨® a los 60 en 2002, lo que dio luz verde para que la figura clave de la corte, el fiscal, pudiera ser elegido por los Estados parte de las Naciones Unidas e instalado en el cargo. Moreno Ocampo fue elegido por unanimidad.
"Esta nueva corte, en la que ahora estamos 170 personas, es fruto de un tratado seg¨²n el cual los Estados miembros se comprometen no s¨®lo a castigar, sino tambi¨¦n a prevenir ciertos cr¨ªmenes graves: el genocidio, los cr¨ªmenes de lesa humanidad y los cr¨ªmenes de guerra. ?sa es la importancia que tiene. Es m¨¢s que una corte que castiga, es una pieza de un nuevo sistema legal mundial. Esto es nuevo. Es una revoluci¨®n legal".
El deseado fin de la revoluci¨®n es que las grandes lagunas de impunidad que hay en el mundo dejen de existir, que los perpetradores de las masacres y violaciones en masa que se llevan a cabo hoy d¨ªa en lugares como Sud¨¢n se castiguen, y que los castigos sirvan de ejemplo para que no vuelvan a ocurrir m¨¢s.
Moreno Ocampo recibi¨® a El Pa¨ªs Semanal en su despacho de La Haya, en el piso 12? de un edificio moderno de acero y cristal con apariencia de ser una instituci¨®n financiera, o una multinacional de software, m¨¢s que un solemne tribunal. Lleva camisa azul y corbata de rayas blancas y negras, y emite el dinamismo y la pasi¨®n por lo que hace de todas las personas realmente exitosas. La febril energ¨ªa mental de un hombre que pretende cambiar el mundo, que encabeza un ej¨¦rcito de 170 personas provenientes de todo el mundo, que ha dejado a su mujer e hijos en Buenos Aires para dedicarse en cuerpo y alma a la causa, se detecta en la rapidez torrencial con la que salen las palabras de su boca y en el movimiento incesante, casi acrob¨¢tico, de sus pobladas cejas. Comienza la entrevista y revela que viene de una familia con una larga tradici¨®n militar. Del lado de su padre hubo un general en tiempos de la independencia argentina, y el abuelo de su madre tambi¨¦n fue un general que aprendi¨® el arte de la guerra en Prusia en 1910.
?Conoc¨ªa, entonces, c¨®mo era la gente que investigaba en el juicio a los militares argentinos?
S¨ª, los entend¨ªa. Sab¨ªa c¨®mo pensaban, c¨®mo eran. Mi madre iba a misa a la misma iglesia que el general Videla. Ella lo ve¨ªa bien, y se puso furiosa, desesperada, cuando se enter¨® de que yo iba a ser el fiscal adjunto en el juicio de las juntas. Ten¨ªa dos t¨ªos coroneles y uno dej¨® de hablarme. Fue a ver a Videla en la c¨¢rcel y le dijo: "General, estoy avergonzado. Prometo no hablar con mi sobrino nunca m¨¢s". Y cumpli¨® su promesa.
?No fue arriesgado meterse en semejante situaci¨®n tan s¨®lo tres a?os despu¨¦s de que los militares abandonaran el poder?
Ese juicio para los argentinos fue central. Yo me daba cuenta de que me met¨ªa en un l¨ªo muy serio. Ten¨ªa que pensar en mi familia. Ten¨ªa dos chicos chiquitos. Pero pens¨¦ que mientras la democracia funcionara no me iban a matar, porque una cosa importante que entend¨ª es que no eran asesinos, sino funcionarios de un sistema de poder. Y si hay un golpe de Estado, mejor escaparse, porque no quer¨ªa vivir en una Argentina as¨ª. Recibimos amenazas, pero uno se acostumbraba. Y no hubo ataques, no hubo problemas. Ante todo, ten¨ªa la sensaci¨®n de que deb¨ªa hacerlo. Y una vez que uno toma la decisi¨®n, ya est¨¢.
?Cu¨¢l fue la importancia de ese juicio?
Cuando uno habla de ley en un pa¨ªs organizado, moderno como Holanda o Espa?a, piensa en detalles. Cuando uno sale de una dictadura, la ley es la diferencia entre que me secuestren, me torturen, me maten, o no. En Argentina, la ley en esos a?os era la diferencia entre la vida y la muerte. Yo sent¨ªa que lo que pas¨® en Argentina era una cosa grav¨ªsima, y lo que ten¨ªamos nosotros de repente era una oportunidad de demostrar el rol de la ley. Yo no tuve ninguna militancia pol¨ªtica, por cierto. Mi misi¨®n fue, y es, la ley.
El presidente Carlos Menem indult¨® a Videla y a otros militares en 1990. Fue un caso del choque entre lo que algunos consideran el realismo pol¨ªtico y la justicia?
Lo que uno aprende es que en realidad nunca va a haber justicia suficiente para estos casos. Cuando uno tiene cr¨ªmenes de esta magnitud no hay justicia que alcance.
?Se trata de una cuesti¨®n de proporci¨®n?
Claro? Pas¨® en Argentina, pas¨® en Alemania con los nazis, pasa en Israel. Est¨¢ el debate en Espa?a sobre lo que pasa con ETA, que es lo mismo? Es un tema en el que entendemos que los abogados tenemos que ayudar, pero tambi¨¦n es verdad que una parte del problema corre por fuera de los tribunales.
En el cargo que ocupa ahora como fiscal general de esta nueva Corte Penal Internacional, ?hasta qu¨¦ punto le crear¨¢ dificultades este conflicto que se?ala entre los intereses pol¨ªticos y los de la ley??
Justamente, uno de los problemas que tengo ¨²ltimamente es que gente que trabaja en Naciones Unidas como mediadora viene y me dice: "Mejor que usted destruya su negocio, porque si no, ?c¨®mo resolvemos casos como el de Hait¨ª con Baby Doc Duvalier, o Uganda con un Am¨ªn? Les ofrecemos inmunidad, y ahora usted no puede venir y decirnos que no, que no se puede?".
Uno de los casos que usted est¨¢ investigando es el de las atrocidades cometidas por el Ej¨¦rcito de la Resistencia del Se?or en Uganda. Pero gente que trabaja all¨¢ en la mediaci¨®n del conflicto ha criticado su trabajo, argumentando que si se arresta al l¨ªder de esta banda, Joseph Kony, una soluci¨®n negociada no va a ser posible, que el castigo que usted propone puede generar m¨¢s violencia en vez de menos.
Conozco el argumento. Tuve una reuni¨®n hace poco con un grupo de mediadores que trabajan en Israel y en muchos otros grandes conflictos, y me dec¨ªan justamente esto, que yo estaba afectando a su actividad. Y yo les dije: "No soy yo. Se llama ley. Este tratado lo firmaron 120 Estados del mundo, y ahora, a d¨ªa de hoy, 104 lo han ratificado. Estos Estados pagan mi sueldo y me pagan para que yo aplique la ley, as¨ª que no hablen conmigo, hablen con ellos".
Pero el conflicto entre la pol¨ªtica y la justicia no va a dejar de ser un problema al que usted se tendr¨¢ que enfrentar?
En esta reuni¨®n que tuve con los negociadores, uno me dijo que el gran problema que ve¨ªa era que en su caja de herramientas, un instrumento importante es la posibilidad de inmunidad. "?Nos puede dar otras herramientas?", me pregunt¨®. Y yo dije: "Claro que s¨ª". Los cr¨ªmenes masivos se cometen con apoyo pol¨ªtico o apoyo financiero. Nuestra intervenci¨®n reduce el apoyo pol¨ªtico, y pensamos ver c¨®mo reducir el apoyo financiero. Podemos tambi¨¦n aumentar la alianza de los pa¨ªses en contra de estos cr¨ªmenes. La corte puede dar, y dar¨¢, herramientas nuevas a los que se dedican a resolver conflictos, y parte de mi tarea es explicar esto a la gente.
?C¨®mo se lo explica?
Dici¨¦ndoles que ¨¦sta es una cosa nueva, y que la ley s¨ª sirve para resolver conflictos. La ley es un sistema que permite vivir junta a gente que se odia. En el mundo internacional, como no hay ley, las relaciones entre las naciones se basan en acuerdos con los amigos o guerras con los enemigos. El mundo necesita ahora algo diferente, la ley, para que viva junta la gente que no se quiere?
?No es eso m¨¢s bien un problema pol¨ªtico, de reconciliaci¨®n?
La reconciliaci¨®n es una idea moral. Pero no puede ser la base de una sociedad moderna que est¨¦ llena de conflictos y de intereses diversos. La forma de coexistencia se basa en que haya ciertas leyes b¨¢sicas que se cumplan, o sea, leyes que ayuden a prevenir la violencia, y esto es lo que esta corte intenta hacer. Yo soy un fiscal encargado de investigar. Otros son responsables de la paz y la seguridad. Como vemos en Espa?a, los jueces y los fiscales aplican la ley, y el Gobierno maneja las relaciones pol¨ªticas y propone acuerdos a la sociedad que los vota. Eso mismo que tenemos en el sistema nacional es lo que estamos armando en el sistema internacional.
Hay dos maneras, seg¨²n las reglas de juego impuestas por el Estatuto de Roma, de que un caso llegue a la corte del fiscal Moreno Ocampo. La primera es que uno de los Estados que han ratificado a la corte lo proponga, como en el caso de Uganda, cuyo Gobierno propuso una investigaci¨®n al Ej¨¦rcito de Resistencia del Se?or; o el caso de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, donde a instancia del Gobierno tambi¨¦n Moreno Ocampo ha hecho una investigaci¨®n y ha dictado orden de arresto contra Thomas Lubanga, l¨ªder miliciano y supuesto reclutador de ni?os soldados. La segunda opci¨®n es que la propuesta inicial venga del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, como ha sido el caso de la investigaci¨®n m¨¢s grande y dif¨ªcil de las tres que Moreno Ocampo tiene entre manos ahora, la del conflicto en Darfur, en Sud¨¢n, donde m¨¢s de 200.000 personas han muerto y dos millones han huido de sus casas. (Del mismo modo que el Consejo de Seguridad puede iniciar una investigaci¨®n, tambi¨¦n la puede suspender durante un tiempo, si la situaci¨®n pol¨ªtica -por ejemplo, las exigencias de un proceso de paz- lo requiere). Para la investigaci¨®n de la CPI sobre el "genocidio en c¨¢mara lenta" de Darfur, que ha llevado a?o y medio, Moreno Ocampo ha contado con un equipo de 24 investigadores que ha trabajado en 17 pa¨ªses, entrevistado a 600 testigos y tomado testimonio firmado a m¨¢s de 100 de ellos. Preocupado siempre por mantener una imagen de imparcialidad, el equipo de Moreno Ocampo tambi¨¦n ha entrevistado a altos funcionarios del Gobierno sudan¨¦s, considerado por muchos como el responsable final de las masacres.
?Cu¨¢l es la importancia del trabajo que est¨¢ llevando a cabo sobre Darfur?
Dos a?os despu¨¦s de mi juramento nos llega este caso. Es la primera vez que el Consejo de Seguridad se conecta con el sistema internacional de justicia. Lo que significa una revoluci¨®n legal. La rapidez con la que ha ocurrido es asombrosa. Hay una din¨¢mica, en gran parte debido a los medios, que acerca a la gente a estos conflictos, y lo que la gente reclama es algo universal, que no maten a civiles y ni?os.
?C¨®mo se compara su trabajo con el que se ha hecho sometiendo a juicio a los criminales de guerra de Ruanda y Yugoslavia?
La enorme diferencia ac¨¢ con esos casos, o con Argentina o Nuremberg, es que sigue vigente el conflicto. Las masacres siguen.
?Y por eso se habla del trabajo de prevenci¨®n de la corte??
Claro. Ahora, aunque la investigaci¨®n la estamos llevando a cabo en vivo y en directo, en Darfur mismo no entran nuestros investigadores. No podemos ir al terreno. Ser¨ªa demasiado peligroso para los testigos. Seg¨²n nuestras reglas, antes de hablar con un testigo hay que asegurarse de que no lo vayamos a meter en m¨¢s peligro, y tambi¨¦n de que est¨¦ en condiciones psicol¨®gicas para hablarnos. Por eso hacemos un estudio psicol¨®gico de cada uno de ellos, y nos encargamos de darles seguridad despu¨¦s. Todos nuestros testigos est¨¢n fuera de Sud¨¢n, la mayor¨ªa de ellos son v¨ªctimas. Cada caso ha representado un trabajo inmenso.
?Ha costado mucho?
Cuestan m¨¢s los cr¨ªmenes que la justicia.
?Y el siguiente paso?
Hemos acumulado la evidencia que necesitamos y ahora la presentamos ante los jueces de la corte en febrero. Hemos seleccionado los peores incidentes de ejecuciones y violaciones en Darfur y creemos que tenemos identificados a los m¨¢ximos responsables.
La condena m¨¢xima que contempla el Estatuto de Roma es la cadena perpetua. Las c¨¢rceles donde se encerrar¨ªa a los culpables pertenecer¨ªan a los pa¨ªses que han ratificado a la corte. El Gobierno de Sud¨¢n, aunque Moreno Ocampo no lo puede reconocer p¨²blicamente, ha hecho lo que ha podido para dar la impresi¨®n de cooperar con la corte, pero su objetivo principal ha sido entorpecer su tarea. Insiste en que sus propios tribunales se encargar¨¢n de hacer justicia y que ya han arrestado a 14 personas implicadas en las masacres. Si la justicia sudanesa realmente estuviera haciendo su trabajo bien, la CPI tendr¨ªa que retirarse del caso, seg¨²n dice el Estatuto de Roma. Pero Moreno Ocampo tiene sus serias dudas, y por eso ha pedido que el Gobierno de Sud¨¢n d¨¦ permiso a sus investigadores para que vayan a ver a los supuestos arrestados.
Todos los casos que ahora investiga est¨¢n en ?frica. ?No existe el peligro de que la Corte Penal Internacional se convierta en la Corte Penal Africana?
El Estatuto de Roma dice que mi criterio para elegir casos es la gravedad. Cuando yo empec¨¦, en 2003, la mayor¨ªa de la gente me escrib¨ªa cartas pidi¨¦ndome que entrara en Irak. El problema es que Irak no firm¨® el Estatuto de Roma, y Estados Unidos tampoco. No puedo investigar cr¨ªmenes de guerra en Irak porque ni Irak ni Estados Unidos son Estados parte. Adem¨¢s, hacer la guerra todav¨ªa no es un crimen definido por el Estatuto. De todos modos, lo que s¨ª hice fue un an¨¢lisis de lo que hicieron elementos de los 25 pa¨ªses que estaban ah¨ª, que s¨ª son Estados partes, pero, b¨¢sicamente, ¨¦ste no es mi caso. La verdad es que yo empec¨¦ por el Congo porque ¨¦se era el caso m¨¢s grave: entre 2002 y 2003, 5.000 muertos. Era el caso m¨¢s grave del mundo. Invit¨¦ al Gobierno del Congo a que trabajara conmigo, y despu¨¦s vino el Gobierno de Uganda y les invit¨¦ a que me dieran su caso, y dijeron que s¨ª. Yo lo que he hecho es seleccionar por gravedad, y si los casos m¨¢s graves est¨¢n en ?frica, est¨¢n dentro del ¨¢mbito de esta corte.
?Pero no ha habido objeciones, indignaci¨®n por parte de los africanos?
Al contrario. En ?frica estamos trabajando para proteger a los africanos. Yo voy peri¨®dicamente a la Uni¨®n Africana en Addis Abeba a informarles. Los pa¨ªses africanos han dado su apoyo total en el caso de Darfur. Ven que estamos para ayudar a la gente y no para meternos en pol¨ªtica.
Hable del tema de los ni?os soldados en el Congo y Uganda.
Le cuento de uno de los j¨®venes que entrevistamos. Ten¨ªa 16 a?os, 9 cuando lo secuestraron. Nos dijo: "Cuando vinieron a llevarme estaba con mi hermano mayor, que ten¨ªa 12. ?l les pidi¨® a mis secuestradores que me dejaran, que era muy chiquito. Mataron a mi hermano en el acto. Desde que vi eso, hice siempre lo que me ordenaban. Yo mat¨¦ a ni?os, quem¨¦ a familias, tir¨¦ un beb¨¦ al r¨ªo. De todo". Ese chico ten¨ªa 16 a?os. Eso es un crimen de lesa humanidad.
?Y se nota el impacto de su trabajo ya sobre el terreno?
S¨ª. En el norte de Uganda, donde estaba la gente de Kony antes de que dict¨¢ramos orden de arresto contra ¨¦l, hab¨ªa lugares donde su gente operaba en los que los ni?os caminaban cada noche dos o tres horas fuera de sus pueblos para que no los agarraran. Les llamaban los night commuters -viajeros nocturnos-. Ahora ya no. Kony y su gente se han tenido que ir de all¨¢ porque temen que los arresten. Y los ni?os, en vez de caminar y caminar cada noche, se quedan a dormir con sus padres una vez m¨¢s.
?Tiene un impacto su trabajo en ?frica sobre el resto del mundo?
El Estatuto de Roma dice que tenemos que poner fin a la impunidad para contribuir a la prevenci¨®n de los cr¨ªmenes. A trav¨¦s de nuestro trabajo ayudamos marcando l¨ªmites. Lo hacemos, por ejemplo, comprometi¨¦ndonos a celebrar dos juicios en los pr¨®ximos tres a?os. Y prueba de que s¨ª estamos contribuyendo a la prevenci¨®n es que ya nuestra actuaci¨®n con Lubanga en el Congo ha disminuido los casos de reclutamiento de ni?os menores de 15 a?os. Incluso hemos visto en Colombia se?ales de que la guerrilla all¨¢ se ha percatado de la posibilidad de que podr¨ªan ser castigados por reclutar a ni?os soldados.
?Alg¨²n otro ¨¦xito tangible derivado de la creaci¨®n de la corte?
S¨ª. En todo el mundo los ej¨¦rcitos est¨¢n ajustando sus operaciones a los delitos previstos ac¨¢. ?ste es un ejemplo muy claro del impacto de este nuevo sistema legal.
?Pero pa¨ªses como Estados Unidos, Rusia y China, que no han firmado??
Incluso ellos se est¨¢n ajustando a las nuevas reglas. Es el nuevo est¨¢ndar. La humanidad est¨¢ aprendiendo. Comete cr¨ªmenes, pero tambi¨¦n aprende. Y lo importante es que estamos trazando l¨ªneas que no se pueden cruzar.
?Qu¨¦ opini¨®n tiene de la negativa de Estados Unidos a participar en este proyecto?
Creo que, a largo plazo, esta corte va a ser universal. De hecho, cuando yo empec¨¦ ten¨ªamos 80 Estados, ahora son 104.
?Pero hay alg¨²n motivo real para pensar que Estados Unidos podr¨ªa incorporarse?
El caso de Darfur ha sido interesante en este aspecto. Dir¨ªa que todos los Estados del Consejo de Seguridad respetan lo que hacemos. Estamos ganando terreno.
?A qu¨¦ aspira durante los cinco a?os y medio que le quedan como pionero de esta corte?
Yo tengo dos ideas b¨¢sicas. Una, lograr tener un impacto que reduzca los cr¨ªmenes de esta magnitud, que no se desate esta violencia que vemos en Darfur, con cientos de miles de v¨ªctimas. Y segunda, esta idea de armar las bases de un sistema legal mundial, un sistema global al que los Estados se adhieran, que aplique la ley cuando ellos no puedan hacerlo.
Esta revoluci¨®n, como usted la llama, es muy nueva y tiene enemigos poderosos. ?Podr¨ªa fracasar?
Lo ¨²nico que yo puedo aportar es hacer bien los casos que hacemos, investigarlos bien, mostrar la evidencia, hacer buenos juicios. He prometido juicios en los pr¨®ximos tres a?os y vamos a cumplir. Ya tengo uno en marcha, y el otro, en camino. Y a medida que esto funcione, el prestigio de la corte va a crecer.
?Es complicado -otro problema adicional- trabajar con gente de tantas diferentes nacionalidades?
No, ?es fascinante! Mi adjunta es de Gambia, tengo gente ac¨¢ de todos los continentes, y la verdad es que no podr¨ªa volver a trabajar en un lugar de gente homog¨¦nea. La tarea que nos hemos propuesto de crear una fiscal¨ªa del mundo es fascinante. La variedad es fascinante. Se aprende algo nuevo cada d¨ªa. Se aprende a respetar la diferencia, y a gozar de esta creatividad que surge de las diferentes visiones. Esta corte representa una evoluci¨®n de la humanidad, y compartimos todos un gran sentimiento de responsabilidad, una gran obligaci¨®n de llevar esto adelante.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.