Las urnas no muerden
El pasado viernes la Junta Electoral Central requiri¨® al Gobierno andaluz la "inmediata supresi¨®n" del lema Muy nuestro de la campa?a sobre el refer¨¦ndum de ratificaci¨®n del Estatuto. Este ¨®rgano regulador entiende que el eslogan romp¨ªa el criterio de neutralidad que debe regir en la campa?a. Salvo quitar el lema, la Junta no tendr¨¢ que hacer muchos m¨¢s cambios, ya que en su despliegue institucional decidi¨® descartar cualquier elemento, frase o imagen, que incitara a la participaci¨®n, despu¨¦s de que este mismo ¨®rgano regulador lo prohibiera con motivo de la campa?a del refer¨¦ndum de Catalu?a.
Cualquiera jurar¨ªa que el valor b¨¢sico de la democracia es la participaci¨®n de los ciudadanos en los asuntos p¨²blicos. Incluso me atrevo a pronosticar que la mayor¨ªa hab¨ªa llegado a pensar que, en democracia, es adem¨¢s un deber de cualquier gobierno fomentar que los ciudadanos acudan a votar. Pero, como se demostr¨® en Catalu?a y ahora se repite en Andaluc¨ªa, estamos equivocados. En su d¨ªa, La Junta Electoral Central prohibi¨® cualquier iniciativa de la Generalitat que favoreciera la participaci¨®n ciudadana en el refer¨¦ndum. Y esta cuestionable decisi¨®n parece haber sido asumida sin rechistar por todos los gobiernos auton¨®micos, incluido ahora el de Andaluc¨ªa.
No tendr¨¢ mayores consecuencias para el refer¨¦ndum andaluz el cambio del eslogan de la campa?a institucional, pero s¨ª deber¨ªa preocupar la interpretaci¨®n que de la Ley Electoral est¨¢ realizando este ¨®rgano regulador cada vez que se convoca en Espa?a un refer¨¦ndum. Resulta intragable que en democracia se proh¨ªban iniciativas para favorecer la participaci¨®n de los ciudadanos en las urnas. Y el hecho de que exista esta posibilidad de interpretaci¨®n de la Ley Electoral es un aut¨¦ntico contrasentido, ya que parece negar la propia esencia de la democracia. En un refer¨¦ndum se llama a los ciudadanos a manifestarse, a decidir sobre un proyecto o a pronunciarse sobre una decisi¨®n pol¨ªtica. Por lo tanto, resulta a todas luces incoherente prohibir al Gobierno que lo convoca que fomente la participaci¨®n.
En el sistema electoral espa?ol la clase pol¨ªtica marca el rumbo de la opini¨®n p¨²blica y las grandes decisiones se toman desde un Parlamento donde los ciudadanos est¨¢n representados a trav¨¦s de listas cerradas y con partidos sujetos a la disciplina de voto. Por eso, de todo lo anterior se obtiene una democracia tutelada. En ella, los ciudadanos acudimos cada cuatro a?os a ejercitar nuestro derecho al voto y elegimos a las personas que lo gestionar¨¢n durante toda una legislatura. M¨¢s que un voto a una opci¨®n pol¨ªtica determinada, los ciudadanos entregamos un cheque en blanco a los dirigentes del partido elegido, con la ¨²nica opci¨®n de esperar otros cuatros a?os para quit¨¢rselo si la gesti¨®n de ese voto no ha sido de nuestro agrado. El problema de esta democracia indirecta se agrava cuando, en demasiados casos, la decisi¨®n del voto no se toma desde el convencimiento hacia la opci¨®n pol¨ªtica elegida, sino como consecuencia del rechazo que provocan las dem¨¢s.
Por todo esto adquiere tanta importancia la convocatoria de un refer¨¦ndum, ya que se trata del ¨²nico mecanismo de democracia directa que establece la Constituci¨®n. A los ciudadanos se les plantea una pregunta y, sin intermediario alguno, dan su respuesta. Apa?ados estamos, si a estas alturas a¨²n es interpretable en Espa?a el hecho de que a mayor participaci¨®n m¨¢s democracia, y a menor participaci¨®n, menos democracia. La cosa puede complicarse a¨²n m¨¢s, ya que a veces resulta dif¨ªcil desligar algunas decisiones judiciales de las refriegas pol¨ªticas. No es balad¨ª que la decisi¨®n de prohibir a la Generalitat incentivar la participaci¨®n en aquel refer¨¦ndum, estuviera precedida de un largo debate sobre la necesidad misma de las reformas estatutarias. Por tanto, una escasa participaci¨®n no era una cuesti¨®n neutral. Y as¨ª hasta que uno llega a preguntarse si para interpretar leyes en democracia no habr¨¢ que ser primero un convencido dem¨®crata. En democracia las urnas nunca muerden. Y partiendo de esa premisa incuestionable, no caben ni complicadas explicaciones ni tantos miedos democr¨¢ticos.
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