"Ataqu¨¦ al bandido porque estaba seguro de que iba a morir"
"Si no hubiese estado seguro de que iba a morir, no me habr¨ªa abalanzado sobre el bandido. Eleg¨ª entre una muerte segura y una muerte probable". Quien as¨ª habla es Mohamed uld Ahmed Brahim, de 31 a?os, el hombre que encabez¨® el ataque de los pasajeros contra el pirata a¨¦reo que el jueves secuestr¨® un avi¨®n de Air Mauritania.
Mohamed es el alcalde de Inal, un pueblecito de un millar de habitantes, en su mayor¨ªa n¨®madas, situado 200 kil¨®metros al Oeste de Nuadib¨², en Mauritania. Inal se halla junto a la v¨ªa del ferrocarril que transporta el mineral de hierro desde las minas de Zuerat, al norte del pa¨ªs, hasta el puerto de Nuadib¨². Por carecer, el pueblo carece hasta de luz y de agua.
La miseria de Inal viene a cuento porque es la causa directa de que Mohamed se hallase a bordo del avi¨®n secuestrado. El alcalde hab¨ªa viajado el d¨ªa anterior a Nuakchot, la capital del pa¨ªs, en compa?¨ªa de uno de sus concejales, para apoyar a un candidato a las elecciones presidenciales del mes de marzo, y volv¨ªa a Nuadib¨² para recibir a los miembros de una ONG americana a la que intenta convencer de que ayude a su pueblo.
Mohamed ha regresado de Las Palmas a las cinco de la madrugada, y hemos interrumpido su descanso. Todav¨ªa est¨¢ amodorrado y cuenta su historia como la voz de un hombre que acabada de despertar de un dulce sue?o, y no como el que acaba de salir de una pesadilla.
"Hac¨ªa 30 minutos que hab¨ªamos despegado de Nuakchot", explica. "El secuestrador, que iba sentado en primera clase, se levant¨® con una pistola en cada mano, y se dirigi¨® hacia la cabina. Entr¨®, ech¨® a toda la tripulaci¨®n y se encerr¨® con el comandante. Inmediatamente corri¨® la voz de que el avi¨®n hab¨ªa sido secuestrado. Todos nos pusimos muy nerviosos. Ten¨ªamos miedo. Algunas mujeres se echaron a llorar. Un grupo de pasajeros nos levantamos y fuimos tranquilizando a los dem¨¢s. Me rodearon varias personas, llorando angustiadas. Les dije: 'Sentaos en vuestros asientos y procurad tranquilizaros. Esperemos a ver qu¨¦ pasa".
A los 15 minutos, el piloto anunci¨® por los altavoces que todo iba bien y que el avi¨®n iba a aterrizar en Dajla (Villa Cisneros en la ¨¦poca colonial espa?ola, al sur del S¨¢hara Occidental). Diez minutos m¨¢s tarde, comunic¨® a los pasajeros que los marroqu¨ªes (que desde hace 31 a?os controlan esa parte del S¨¢hara) no les permit¨ªa aterrizar. El avi¨®n empez¨® a dar vueltas sobre el mar, cerca de Dajla. A los cinco minutos, el comandante volvi¨® a hablar por los altavoces para anunciar que el aparato tomar¨ªa tierra en Las Palmas.
"Los pasajeros empezaron a rezar en voz alta. Est¨¢bamos convencidos de que ¨ªbamos a morir. Si yo no hubiera estado seguro de que iba a morir, no me habr¨ªa abalanzado sobre el secuestrador. Eleg¨ª entre la muerte segura o la muerte probable", explica Mohamed.
"El bandido segu¨ªa encerrado con el piloto en la cabina. Pero el piloto debi¨® darse cuenta de que el secuestrador no hablaba ingl¨¦s y, cuando ya nos acerc¨¢bamos a Las Palmas, nos habl¨® en ese idioma por los altavoces. Nos dijo: 'Voy a hacer un aterrizaje muy brusco. Elegid a cinco hombres y, cuando el avi¨®n toque tierra, echad abajo la puerta y saltad encima del pirata".
"Organizamos un grupo, en el que est¨¢bamos Abdelahi uld Mohamed Saleh, de 30 a?os, que es concejal Inal, yo y otros hombres, los m¨¢s fuertes y templados. ?ramos los mismos que, desde que se produjo el secuestro, hab¨ªamos estado recorriendo el avi¨®n para tranquilizar a los dem¨¢s pasajeros y tambi¨¦n para que se mantuvieran en sus asientos. No quer¨ªamos que si el bandido abr¨ªa la puerta y se asomaba, se diese cuenta de que nos est¨¢bamos preparando para atacarle".
Trasladaron a las mujeres y a los ni?os a los asientos de cola, y los hombres ocuparon los asientos delanteros. El grupo liderado por Mohamed se acerc¨® a la puerta y, a trav¨¦s de ella, le grit¨® al pirata que estuviese tranquilo, que todos colaborar¨ªamos en lo que decidiera.
"Pusimos agua a hervir en la cocina de a bordo y nos situamos con ella junto a la puerta", prosigue Mohamed su relato. "En cuanto el avi¨®n toc¨® tierra, el piloto golpe¨® con un codo al secuestrador. En ese momento, echamos la puerta abajo, le arrojamos el agua a la cara y le golpeamos. Las pistolas se le cayeron al suelo, lo arrastramos fuera de la cabina y seguimos golpe¨¢ndole. Logramos inmovilizarlo completamente aplast¨¢ndole con la puerta".
"Cuando el avi¨®n se detuvo, las azafatas abrieron las salidas de emergencia de cola, se desplegaron unas rampas de pl¨¢stico y las mujeres, los ni?os y los pasajeros m¨¢s asustados se deslizaron por ellas hasta la pista. Algunas personas sufrieron rasgu?os, pero ninguna result¨® herida grave. Entonces, con el bandido ya reducido, abrimos la puerta del avi¨®n. La Guardia Civil subi¨® a bordo y se hizo cargo de ¨¦l".
Mohamed est¨¢ tranquilo: "Soy musulm¨¢n y tengo fe", afirma con convicci¨®n. "S¨¦ que un d¨ªa he de morir, pero estaba escrito que no ser¨ªa en ese avi¨®n. Todo ha quedado en un susto".
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