Una Leica para escapar del Holocausto
El due?o de la f¨¢brica de las m¨ªticas c¨¢maras salv¨® a cientos de jud¨ªos durante el nazismo
Un rabino perseverante afincado en Londres y sus 15 a?os de trabajo concienzudo han roto el silencio que siempre dese¨® la familia Leitz. Ernst Leitz II, fallecido en 1956, fue el due?o de la empresa de material ¨®ptico que fabrica las c¨¢maras Leica y tambi¨¦n miembro del Partido Nazi a partir de 1942, despu¨¦s de abandonar el Partido Democr¨¢tico Alem¨¢n; contribuy¨® en los proyectos armament¨ªsticos del III Reich, fabricando incluso componentes para misiles. Pero en ning¨²n caso era un criminal.
Entre 1933, cuando Adolf Hitler ascendi¨® al poder, y 1939, cuando Alemania cerr¨® sus fronteras tras la invasi¨®n de Polonia, Leitz se las ingeni¨® para salvar a 200 jud¨ªos del genocidio, sobre todo despu¨¦s de la Noche de los Cristales Rotos, en noviembre de 1938, cuando las SS quemaron sinagogas y las piras de libros de autores jud¨ªos se propagaban por toda Alemania. Para enga?ar al r¨¦gimen, enviaba a sus empleados jud¨ªos a varios pa¨ªses, principalmente a la delegaci¨®n de la compa?¨ªa en Nueva York.
Leitz logr¨® que sus aprendices viajaran a Francia, o embarcaran rumbo a Estados Unidos, Reino Unido y Hong Kong; tramitaba sus visados, les buscaba empleo en la industria fotogr¨¢fica, les pagaba una cantidad de dinero hasta que hallaran un trabajo, y les regalaba una c¨¢mara con la que llegaban a la sede en la Quinta Avenida de Nueva York.
El rabino, Frank Dabba Smith, ha reconstruido las peripecias del empresario y de sus empleados a trav¨¦s de documentos entregados por ¨¦stos y recopilados muchos a?os despu¨¦s de concluida la II Guerra Mundial. Leitz ocult¨® los detalles de sus peligrosas andanzas hasta a sus familiares.
Su hija Elsie-Kuhn lleg¨® a ser encarcelada despu¨¦s de que acompa?ara a un grupo de mujeres hasta la frontera con Suiza, lo que acarreaba severos castigos, y m¨¢s tarde fue investigada por tratar de mejorar las condiciones de vida de los 700 obreros procedentes de Ucrania que el r¨¦gimen asign¨® como esclavos a la empresa.
Pero el Gobierno nazi necesitaba al empresario. Sobre todo sus c¨¢maras, que tambi¨¦n causaban furor en aquellos d¨ªas. "Los fot¨®grafos que no comprendan que el uso y promoci¨®n de estas modernas y peque?as c¨¢maras constituyen una obligaci¨®n inherente a su misi¨®n deben entregar sus credenciales oficiales", advirti¨® en 1937 Joseph Goebbels, jerarca y maestro de la propaganda antisemita. Tan imprescindible era la compa?¨ªa radicada en Wetzlar (Estado de Hesse), que el Gobierno decidi¨® hacer la vista gorda.
A comienzos de este mes, la Liga Antidifamaci¨®n -uno de los m¨¢s agresivos lobbies jud¨ªos en Estados Unidos- concedi¨® al cristiano Ernst un premio por la salvaci¨®n de sus trabajadores, que recibi¨® la nieta del industrial, Cornelia Kuhn. Sin embargo, el Museo del Holocausto de Jerusal¨¦n (Yad Vashem) no contempla considerarlo Justo entre las Naciones, la distinci¨®n que otorga a los gentiles que se jugaron el pellejo escondiendo a perseguidos jud¨ªos y que han merecido 427 alemanes. Yifat Bachrachron, portavoz del museo, explica la raz¨®n: "No cumple el criterio b¨¢sico para concederle la distinci¨®n, porque no est¨¢ probado que pusiera en serio peligro su vida por salvar a jud¨ªos del Holocausto".
"Cada caso", precisa Bachrachron, "se investiga meticulosamente por un experto en el periodo o en el pa¨ªs del aspirante y, cuando se re¨²nen suficientes evidencias, se someten a la comisi¨®n de designaci¨®n de los Justos entre las Naciones, formada por supervivientes del Holocausto, historiadores y presidida por un juez del Tribunal Supremo retirado, que decide si se cumplen los criterios fijados".
Yad Vashem es una instituci¨®n muy estricta, a pesar de que en los mapas del museo no hay lugar para nada que se llame Palestina: s¨®lo existe la Tierra de Israel entre el Mediterr¨¢neo y el r¨ªo Jord¨¢n. Pero con el Holocausto no se juega. En agosto de 2005, una familia de colonos de Gaza abandon¨® su casa con las manos en alto. Emulaban al grupo de jud¨ªos encabezados por un ni?o con gorra, captados en una fotograf¨ªa ampliamente difundida, que fue detenido pistola en mano en el gueto de Varsovia. La direcci¨®n del museo mont¨® en c¨®lera porque, en su opini¨®n, es intolerable equiparar la decisi¨®n del Gobierno de Israel de evacuar la franja de Gaza con el genocidio ejecutado por el r¨¦gimen nazi. Firmes y concienzudos, en Yad Vashem tienen dudas de que Leitz, protestante de pocas palabras, mucha acci¨®n y al¨¦rgico a la fama, tuviera una actitud heroica.
El rabino ha desvelado la historia que G¨¹nther, hijo del industrial, se neg¨® a publicitar hasta despu¨¦s de su muerte. Amante de las prestigiosas c¨¢maras fotogr¨¢ficas de 35 mil¨ªmetros, Dabba Smith no alberga dudas de las verdaderas intenciones de Leitz II y de que muy poco pod¨ªa hacer para no utilizar a los esclavos que le proporcionaba el r¨¦gimen nazi. No obstante, los esfuerzos del empresario fueron insuficientes para algunos supervivientes del genocidio.
En 1988 plantearon una demanda contra la compa?¨ªa por haber aprovechado los trabajos forzados de los deportados. Nunca se probaron las acusaciones, pero Leica se sum¨® al consorcio que pag¨® en 1999 5.700 millones de euros a las v¨ªctimas.
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