Un paso adelante

Es el gran paso y a no todos les llega. Esta pareja de artistas -gaditana ella, jerezano ¨¦l- s¨ª se ha merecido la posibilidad de presentar una producci¨®n propia en el marco de un gran festival y tras haberlo rodado en espacios m¨¢s reducidos o de menor rango. Tambi¨¦n sobre sus trabajados cuerpos se acumulan un sinf¨ªn de proyectos ajenos que se hacen visibles en el oficio -tambi¨¦n en la escuela, que es ante todo cl¨¢sica- con que afrontan su baile. Y, en este paso adelante, han preferido pisar un terreno firme, un plato que ellos dicen cocinado "a fuego lento" al que le han a?adido ingredientes de primera calidad -cante se?ero y guitarras de lujo- m¨¢s un mechado de lujo en la forma de artista invitado: Lu¨ªs El Zambo, el pen¨²ltimo gitano de Jerez que ha sabido trasladar el arte ¨ªntimo familiar a las tablas de medio mundo.

La preparaci¨®n se sirvi¨® en escrupulosa y sobria mesa. Un escenario desnudo donde s¨®lo se puso un inteligente y sencillo juego de luces que, al final de los cuadros, nos dejaba unas siluetas construidas con gusto. Sin embargo, las raciones -lo propio de unos debutantes en el formato deseosos de agradar- fueron copiosas, lo que en m¨¢s de una ocasi¨®n pudo llevar al cansancio. Cuando, como en este caso, lo que se trataba era de presentar una serie de bailes de uno y de otro, un recital al fin y al cabo, el alargamiento de los tiempos dedicados a cada estilo, lejos de a?adir valores, los resta; que el arte de la medida es una virtud y no precisamente secundaria.

Dejando a un lado ese aspecto, se puede decir que los dos artistas dejaron un sello prometedor pero algo desigual. Tras el inicial paso a dos por tangos y las rancias seguiriyas de El Zambo, fue Pilar la que se enfrent¨® al estilo se?ero de su tierra con bata de cola blanca. Estuvo suelta y con dominio, pero -quiz¨¢s por los nervios de la ocasi¨®n- no le a?adi¨® ese punto de sal que las alegr¨ªas precisan y que ella sabemos que sabe darle. Sin embargo ganar¨ªa expresi¨®n y jondura en el baile por taranto rematadas con femeninos tangos. Pe?a, por su parte, puso una farruca sobre el escenario llena de garra y detalles t¨¦cnicos, aunque uno hubiera preferido algo m¨¢s de temple. No fue el caso de la sole¨¢ por buler¨ªas, pura escuela jerezana en la que supo moverse con envidiable solvencia. En el remate final conjunto por romance y m¨¢s buler¨ªas, el asunto estaba m¨¢s que rodado y asistimos a momentos tan c¨¢lidos como vibrantes con un p¨²blico entregado y que desde tiempo atr¨¢s aplaud¨ªa tal si el espect¨¢culo hubiese finalizado.

El atr¨¢s -ya se dijo- era de los infalibles. Con Patino y Lagos en las guitarras y un cante en el que se encontraron C¨¢diz y Jerez: los j¨®venes Palomar y Rosendo junto al metal viejo de La Plazuela que transporta Luis Moneo (qu¨¦ grandes sus martinetes).