Cerebros
El 18 de agosto de 1950, el poeta italiano Cesare Pavese anot¨® en su cuaderno: "Todo esto da asco". Fue la ¨²ltima entrada en su diario antes de suicidarse. Todav¨ªa vivi¨®, sin embargo, nueve d¨ªas de angustia en su cuarto de hotel en Tur¨ªn. El domingo 27 de agosto decidi¨® terminar de una vez, dejar de ser a base de somn¨ªferos. ?Puede existir mayor desolaci¨®n que la de un hombre solo en un cuarto de hotel una tarde de agosto, una tarde asfixiante de un domingo de 1950? Recuerdo una columna de Manuel Vicent, publicada hace a?os, que evocaba la tarde de domingo del suicidio de Cesare Pavese. Las tardes de domingo suelen ser peligrosas, aunque no haya partido de f¨²tbol (m¨¢s a¨²n si no hay partido, m¨¢s a¨²n si son de agosto). Mejor no imaginar (es demasiado f¨¢cil y demasiado s¨®rdido) la habitaci¨®n de un hotelucho cutre del Tur¨ªn o el Madrid o el Bilbao de los a?os cincuenta.
No sabemos si Cesare Pavese pag¨® por adelantado su estancia en el hotel, sucursal del infierno en el Tur¨ªn del verano de 1950. Alguien tendr¨ªa que pagar la cuenta. Siempre hay alguien que paga y es casi siempre el mismo. Sabemos, en cualquier caso, que dej¨® en la mesilla de noche su p¨®stumo mensaje: "Perdono a todos y a todos pido perd¨®n. No hag¨¢is demasiados comentarios".
Una tarde de junio de 1957, el poeta catal¨¢n Gabriel Ferrater le coment¨® a un amigo que pensaba matarse antes del 20 de mayo de 1972, es decir, antes de su 50 cumplea?os. Y el poeta fue fiel a su palabra: la faltaron a¨²n veinte d¨ªas para cumplir medio siglo en la tierra. Fue el 21 de abril de 1972 el d¨ªa elegido por Gabriel Ferrater para suicidarse. Todo esto lo cuenta en una gran y m¨ªnima novela Justo Navarro, concisa hasta en el t¨ªtulo, pues se titula F. Aseguraba Jaime Gil de Biedma que Ferrater era el hombre m¨¢s inteligente que hab¨ªa conocido en su vida, lo cual, para cualquiera que conozca algo sobre la identidad de Gil de Biedma, es decir mucho. Cuentan tambi¨¦n que Ferrater, adem¨¢s de un cerebro privilegiado, era un tipo ocurrente y alegre.
Ni el cerebro de Gabriel Ferrrater ni el de Pavese se encuentran en Leioa, en el banco de sesos que la Universidad del Pa¨ªs Vasco ha puesto en marcha en el marco de un programa auspiciado por el Ministerio de Sanidad. El banco cuenta ya con m¨¢s de quinientas muestras de cerebros, la mayor¨ªa pertenecientes a personas que un d¨ªa decidieron quitarse la vida. Gracias a este proyecto quiz¨¢s sea posible iluminar las zonas m¨¢s oscuras (que son todas) de nuestro complicado ordenador central. Desentra?ar las claves de car¨¢cter org¨¢nico de las enfermedades mentales parece una tarea apasionante y ardua. Puede que la ciencia haga que esos cerebros hablen y nos cuenten algunos secretos, pero habr¨¢ otros que nunca se podr¨¢n desvelar.
Los cerebros de Cesare Pavese o Gabriel Ferrater, aunque estuviesen en el banco de sesos de Leioa, no nos dir¨ªan nada sobre el mal de vivir que afect¨® a sus antiguos propietarios. Guardar¨ªan silencio. "No saben, no contestan", habr¨ªa que escribir en la etiqueta. Nada podr¨ªan decirnos sus circunvoluciones sobre el aburrimiento pardo o la angustia viscosa de una tarde de domingo en Tur¨ªn, Barcelona o Bilbao, mientras arde el asfalto y comienza a tronar a lo lejos, a la altura de Artxanda o Pagasarri o por el Tibidabo. Es dif¨ªcil describir ciertas cosas. No es extra?o que en tiempos pasados se adjudicase a la melancol¨ªa, la aced¨ªa o el spleen tantos tropiezos y descarrilamientos biogr¨¢ficos.
Seguramente no todo est¨¢ escrito en la agenda biol¨®gica, pero s¨ª muchas notas que la ciencia nos leer¨¢ poco a poco. El banco de cerebros de Leioa rendir¨¢ beneficios a medio y largo plazo, no lo dudo. Quiz¨¢s gracias a ¨¦l comprobemos la extrema lucidez de alg¨²n que otro suicida. Al fin y al cabo, como dec¨ªa Chesterton, un loco es alguien que lo ha perdido todo, menos la raz¨®n. Pero lo que ser¨ªa sin duda provechoso es que los militantes de ETA, al igual que cualquier donante de ¨®rganos, donaran sus cerebros a ese banco de sesos de la Universidad p¨²blica vasca. Ser¨ªa un acto patri¨®tico. Ni desalmados ni descerebrados. Es demasiado f¨¢cil. En los cerebros de los asesinos, escrita torpemente, debe estar la respuesta.
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