Borja de Riquer: "Lo de las dos Espa?as es un t¨®pico bien alimentado"
Ram¨®n Villares: "Las lecciones del pasado no deben ser armas arrojadizas"
Estos dos historiadores colaboran en una iniciativa de las editoriales Cr¨ªtica y Marcial Pons, que sacar¨¢n al mercado a partir de este mes, con los vol¨²menes La ¨¦poca del liberalismo, de Josep Fontana, y Rep¨²blica y Guerra Civil, de Juli¨¢n Casanova, una colecci¨®n de 12 entregas que trata de poner en perspectiva la historia de este pa¨ªs. Ram¨®n Villares colabora con Fontana en la direcci¨®n de la serie, a la que contribuye con un estudio sobre la Restauraci¨®n, y Borja de Riquer es el encargado del volumen sobre la dictadura de Franco.
EL PA?S. La derecha acusa al presidente Zapatero de dividir Espa?a. ?Es verdad? ?Hay razones para pensar que tal como ha planteado el Gobierno la legislatura ha reabierto heridas? ?O las cierra?
De Riquer: "Nuestra funci¨®n no es buscar la verdad, sino la explicaci¨®n de por qu¨¦ ha pasado lo que pasa"
Villares: "No creo que haya un riesgo grave de confusi¨®n pol¨ªtica ni de destrucci¨®n de la democracia"
De Riquer: "La Iglesia ha olvidado el esp¨ªritu de la transici¨®n y reclama un predominio que no le compete"
Villares: "Se vive el peligro de la demagogia, y eso lleva al desentendimiento de la pol¨ªtica"
Ram¨®n Villares. Yo creo que el pesimismo sobre el momento en que estamos viviendo lo plantea la derecha, que se encasquilla en la transici¨®n y en la Constituci¨®n como un valladar, como si no fuera posible avanzar m¨¢s... El mejor conocimiento del pasado, que se ha abordado como necesario en los ¨²ltimos tiempos, puede ayudar c¨ªvicamente a restaurar la verdad hist¨®rica y puede permitirnos seguir, con mayor impulso c¨ªvico, social, pol¨ªtico. La cerraz¨®n de la derecha ante estas iniciativas de restauraci¨®n de la memoria hist¨®rica trata de camuflar su propia responsabilidad. Lo malo es que aqu¨ª el debate est¨¢ en manos de los pol¨ªticos, no en manos de historiadores o intelectuales espa?oles.
Borja de Riquer. Aqu¨ª no se ha producido ese debate; lo que ha ocurrido es que una serie de divulgadores han abordado un planteamiento de la tem¨¢tica de la Rep¨²blica y de la Guerra Civil para que esos periodos quedaran a puerta cerrada y no se trataran. Como si este pa¨ªs empezara con la transici¨®n, como si la democracia naciera en la transici¨®n y, por tanto, nadie tuviera pasado.
EP. El ruido que se percibe al hablar del pasado, ?impide esperar que alg¨²n d¨ªa, con sosiego, se pueda hablar de la memoria hist¨®rica? ?O ¨¦sa es ya una tarea imposible?
B. R. En el a?o 1977 se dec¨ªa que era demasiado pronto, y ahora, en 2007, nos dicen que es demasiado tarde. No se puede progresar en una sociedad que se niega a s¨ª misma un debate de esas caracter¨ªsticas, abord¨¢ndolo con todos los instrumentos y con todos los datos que ya est¨¢n a nuestra disposici¨®n.
R. V. Yo creo que la sociedad espa?ola est¨¢ un poco confusa ante lo que pasa: por una parte, tiene demandas de informaci¨®n, lee libros de historia, novelas sobre aquellos episodios, y sin embargo tiene miedo a enfrentarse con todo lo que ocurri¨®... Nosotros vamos a proponer un tipo de debates que destierre toda tentaci¨®n maniquea.
EP. ?Ya no habr¨¢ dos Espa?as?
B. R. Es un t¨®pico bien alimentado. Hemos llegado a un periodo de tranquilidad democr¨¢tica del que debemos disfrutar, y construir a partir de ¨¦l; debemos valorar lo que tenemos, teniendo en cuenta adem¨¢s que se produce despu¨¦s de un periodo extremadamente conflictivo, despu¨¦s de un r¨¦gimen, el franquista, que dur¨® un tiempo excepcional...
R. V. A lo que debemos aspirar es a que las lecciones del pasado sirvan para alimentar nuestro propio debate intelectual y no para justificar, con armas arrojadizas, decisiones pol¨ªticas.
EP. ?En qu¨¦ momento hist¨®rico vive la pol¨ªtica?
R. V. Yo creo que estamos viviendo en un momento de tentativa de revisi¨®n de la transici¨®n, esto me parece claro. Y sin que est¨¦ claro ad¨®nde se quiere ir... Es un momento de fuerte revisi¨®n de la pol¨ªtica. Porque aqu¨ª llevamos 30 a?os de ejercicio cotidiano y regular de la vida pol¨ªtica desde que tenemos partidos y Parlamento, pero son s¨®lo 30 a?os, la gente a¨²n no disfruta de la distancia adecuada. No quiero ser agorero ni tampoco pesimista, pero se est¨¢ produciendo esa revisi¨®n. Y se ha sustituido la obsesi¨®n por la modernizaci¨®n con una obsesi¨®n por la transici¨®n, por lo que ya se hizo, por aquello que deber¨ªa servir de base para la construcci¨®n de un mundo distinto. Y debemos tener cuidado con la resurrecci¨®n de asuntos relativamente puntuales, como el de I?aki de Juana Chaos, que parece que se toma como una declaraci¨®n de guerra. ?Por qu¨¦ sucede? Porque apela a los sentimientos y a las pasiones, y en pol¨ªtica eso es lo m¨¢s incontrolado que puede haber.
B. R. No debemos dejarnos obsesionar por las coyunturas. Tenemos que tener una perspectiva de longue dur¨¦e , como dicen los franceses... Ahora hay problemas educativos, econ¨®micos, que no aparecen entre los grandes temas que nos deben preocupar. Y si no acudimos a ellos se puede producir un distanciamiento de amplios sectores de la poblaci¨®n con respecto a las formas pol¨ªticas de la democracia actual, en forma de abstencionismo, de desprestigio de la pol¨ªtica, considerando que todos los pol¨ªticos son iguales, lo cual es preocupante. Creo que las maquinarias que hacen la pol¨ªtica, los partidos, son rehenes de un sistema que han creado y que es de dif¨ªcil transformaci¨®n, porque se retroalimentan y viven de ¨¦l, y no s¨¦ si son conscientes de esos d¨¦ficit que ellos mismos han creado...
R. V. Se vive el peligro de la demagogia, y eso lleva al desentendimiento de la pol¨ªtica. Y la pol¨ªtica ha de afrontar eso diciendo no, y decir no es muy duro.
EP. Ese debate tan emocional sobre el terrorismo, que se ha reintroducido en la pol¨¦mica nacional, ?es tambi¨¦n un asunto de larga duraci¨®n?
B. R. Pues s¨ª, es de longue dur¨¦e.
EP. ?Qu¨¦ riesgo tiene este momento que parece de extrema crispaci¨®n?
R. V. Grave, ninguno. Quiero pensar eso. Y no creo que haya un riesgo grave de confusi¨®n pol¨ªtica, ni de que haya una destrucci¨®n de la democracia. Creo que hay que mantener la calma y que no hay que pensar en riesgos. En parte, creo que ¨¦sta es una guerra de papel, y no creo que est¨¦ en la sociedad... Claro que todo esto se puede retroalimentar y pueden pasar cosas que han pasado ya. En la Rep¨²blica, por ejemplo, en los pueblos, un se?or iba a la barber¨ªa de izquierdas y otro iba a la barber¨ªa de derechas, y uno iba al m¨¦dico de izquierdas mientras el vecino iba al m¨¦dico de derechas. Esta situaci¨®n puede terminar generando esto, pero de momento no hay atisbos de que pase... Es un debate antiguo, el debate que tiene su punto de origen en la violencia de ETA, motor inm¨®vil de discursos nacionalistas alternativos. Estamos un poco presos de esa din¨¢mica perversa, de esa f¨¢brica de discursos.
B. R. Creo que has se?alado bien la responsabilidad de los medios de comunicaci¨®n en todo este clima, porque son los instrumentos de intoxicaci¨®n. La sociedad, en realidad, no est¨¢ ni tan enfrentada ni tan fragmentada, ni vive cada d¨ªa con esto. Por la calle la gente no habla de ello; con estos temas nos machacan cotidianamente los medios de comunicaci¨®n. Est¨¢ pasando un poco a la inversa de lo que suced¨ªa en los a?os treinta. Entonces la sociedad estaba bastante fragmentada, pero los medios de comunicaci¨®n no lo aparentaban tanto como la sociedad. Y, en cambio, ahora vemos que el enfrentamiento que aparece entre ciertos mass media no se corresponde con la sociedad.
EP. Banderas, obispos, discursos nacionalistas, l¨ªderes medi¨¢ticos que alimentan a las audiencias con sus propias exageraciones... Hay gente, de todos modos, que dice que estamos en un momento peligroso. ?Ustedes creen que esto se parece o se quiere hacer parecer a otro periodo hist¨®rico?
R. V. ?A la Rep¨²blica?
EP. S¨ª.
R. V. La tentaci¨®n es bastante clara; incluso el revisionismo hist¨®rico que se est¨¢ tratando de imponer va en ese camino... Hay otro punto parecido a lo que sucedi¨® en la Rep¨²blica, que es m¨¢s gen¨¦rico, pero m¨¢s grave, que es la falta de confianza en los instrumentos cl¨¢sicos de la pol¨ªtica. Es decir, cuando la Conferencia Episcopal o los medios de comunicaci¨®n, y los partidos, apelan a la calle o al sentimiento popular, sustituyendo al Parlamento, yo creo que se est¨¢ jugando una batalla de muy largo alcance. Y hay que prevenir esto en t¨¦rminos pol¨ªticos. Puede que haya alguna analog¨ªa con el proceso ocurrido en los a?os treinta, pero yo de momento no la veo plenamente.
B. R. Coincido contigo... La Iglesia ha olvidado el esp¨ªritu de la transici¨®n e intenta volver claramente a ciertas posiciones para reclamar un predominio social que democr¨¢ticamente no le compete. Por eso se produce ese activismo eclesial. Hay que recordar que la Conferencia Episcopal todav¨ªa no ha hecho autocr¨ªtica por haber sido la Iglesia de Franco... ?Y a¨²n intenta resucitar el tema de los m¨¢rtires! ?En qu¨¦ mundo piensa que estamos?
R. V. En ese sentido, yo creo que en comparaci¨®n con los a?os treinta, la jerarqu¨ªa se ha hecho mucho m¨¢s beligerante que lo que era entonces. Mientras que el pueblo llano est¨¢, en gran parte, ajeno a las pr¨¢cticas religiosas. Durante la Rep¨²blica, las masas populares estaban m¨¢s cerca de la Iglesia. Lo sent¨ªan.
EP. Ahora los historiadores nos est¨¢n diciendo que durmamos tranquilos, pero a veces el ruido del ambiente hace que pensemos que estamos en medio de una pesadilla...
R. V. Por culpa de datos que inflan los periodistas y los tertulianos.
B. R. Los historiadores, en tanto que intelectuales, tenemos que ofrecer matices y relativizar las cosas para evitar que todo sea en blanco y negro. Nosotros nos resistimos, como intelectuales, a explicar la realidad con manique¨ªsmos, porque eso nos lleva al no conocimiento. Y la funci¨®n del historiador no es buscar la verdad, sino al menos buscar la explicaci¨®n de por qu¨¦ ha pasado lo que pasa.
Una conversaci¨®n terap¨¦utica
CUANDO HABLAMOS con
Villares y con De Riquer sonaban en Espa?a los clarines de una nueva subida del tono de la crispaci¨®n. Como si la sociedad pasara de sintonizar Radio De Juana a sintonizar Radio Requet¨¦. Casi todas las espumas del di¨¢logo se hab¨ªan diluido ese d¨ªa, y segu¨ªa una situaci¨®n que parec¨ªa convocar otros clarines, incluidos los clarines del miedo.
Encerrados entre un rect¨¢ngulo de cuatro paredes, con el sosiego que da la historia, los dos profesionales del pasado -y del presente, por tanto- se enfrentaron al morlaco de las comparaciones, y desecharon las m¨¢s gruesas, aquellas que intentan acercar este tiempo al que ya ocurri¨® en la II Rep¨²blica Espa?ola, cuando actores parecidos a los que ahora est¨¢n en el escenario -incluida la Iglesia- repicaban los tambores de su descontento. A lo largo de la charla, los dos catedr¨¢ticos fueron poniendo la experiencia que da el estudio a la situaci¨®n que vivimos, y concluyeron que tampoco es para tanto; es m¨¢s, dijeron, son los medios, los tertulianos y ciertos pol¨ªticos los que est¨¢n haciendo lo posible para que la ciudadan¨ªa baje a entender que lo que pas¨® puede seguir pasando. Al t¨¦rmino de la charla, salimos a la calle. Unos j¨®venes investigadores del Centro de Estudios Constitucionales
-ella, italiana; ¨¦l, espa?ol, de Palencia; traductores ambos, novelista ¨¦l- cargaban los b¨¢rtulos del final del d¨ªa, y se sentaron a tomar una cerveza al atardecer de Madrid, la capital espa?ola de la crispaci¨®n. Hablaron de literatura y de la vida; al final del Campo del Moro, el horizonte velazque?o de la ciudad sigui¨® devolviendo los contornos que han hecho hist¨®rica esta zona, cerca del Senado, donde est¨¢ el centro en el que investigan, y daba la impresi¨®n de que lo que se oye y se martillea era s¨®lo una ilusi¨®n de la historia, la que no sucede.
"?Es grave lo que pasa, hay riesgos?", le hab¨ªamos preguntado a los historiadores. "Yo quiero pensar que no hay riesgo grave", dijo uno. "Lo grave", dijo otro, "es la culpabilizaci¨®n del otro".
Cuando cerramos el magnet¨®fono nos dieron ganas de contarlo enseguida. De contar que no es para tanto.
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