El laberinto de Moriyama
Es la figura clave de la fotograf¨ªa japonesa. La fuerte personalidad y singularidad de su obra, desarrollada a lo largo de las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas, puede verse hoy como el eslab¨®n que conect¨® a los grandes fot¨®grafos que condujeron la renovaci¨®n de la fotograf¨ªa en Jap¨®n, entre los a?os cincuenta y sesenta, y las nuevas generaciones que surgieron a partir de los setenta. Su estilo, rabiosamente personal y sin concesiones, se despliega a lo largo de una trayectoria de enorme coherencia y continuidad desde que public¨® su primer trabajo, en 1965.
Aunque su obra resiste las etiquetas y las categor¨ªas, puede ser definido con claridad como un fot¨®grafo de la calle, un artista que ha convertido la vida en la ciudad, sus atm¨®sferas y sus habitantes, en el n¨²cleo de su trabajo y de su filosof¨ªa creativa. Y si hay una ciudad a la que est¨¦ ¨ªntimamente ligado es Tokio, donde ha realizado la mayor parte de sus trabajos, y en especial en uno de sus barrios, Shinjuku, la zona preferida de Moriyama.
Su est¨¦tica es radical, de im¨¢genes borrosas y encuadres forzados, con un significado ambiguo
De ello da cuenta la amplia retrospectiva que se presenta ahora en Sevilla, en el Centro Andaluz de Arte Contempor¨¢neo. Una completa muestra que revisa toda su trayectoria, y que por su estructura y extensi¨®n puede considerarse como una de las mayores exposiciones dedicadas a su obra: m¨¢s de 500 piezas, la mayor parte copias de ¨¦poca en blanco y negro, representativas de sus principales series, como Japan Theatre Photo Album (1968), los trabajos para la revista Provoke (1969), Hunter (1971), Farewell Photography (1972), Platform (1977), Light and Shadow (1982), Daido Histeryc (1993) o Shinjuku (2000-2005).
Moriyama naci¨® en Ikeda, cerca de Osaka, en 1938. Sus primeras inclinaciones le llevaron hacia el dise?o gr¨¢fico, ¨¢mbito que abandon¨® pronto para comenzar un acercamiento progresivo a la fotograf¨ªa. Algunos encuentros fundamentales determinaron y marcaron sus inicios como fot¨®grafo. Primero, el descubrimiento de la obra de dos autores que influir¨ªan enormemente en ¨¦l. Por un lado, William Klein, cuyo impactante y rompedor libro sobre Nueva York, publicado en 1956, le dar¨ªa las claves para encontrar su estilo formal y encauzar su inter¨¦s por la vida urbana, y por otro, Shomei Tomatsu, cuyo impresionante trabajo sobre Nagasaki y, en especial, su serie Ocupaci¨®n, sobre los efectos de la americanizaci¨®n de la sociedad japonesa, le abrieron el camino para configurar una mirada cr¨ªtica y construir una fotograf¨ªa documental asentada en conceptos nuevos alejados del realismo y la narratividad. Moriyama confiesa que, con Tomatsu, tom¨® "conciencia del poder de una imagen, de su formidable impacto". M¨¢s tarde, fruto de un viaje a Nueva York a principios de los setenta, Moriyama descubre la obra de otro fot¨®grafo en quien reconoce su tercera gran referencia; se trata de Weegee, de quien absorbi¨® magistralmente el uso de la luz artificial, el peso de la noche y la percepci¨®n de la violencia urbana.
El segundo encuentro fue con el fot¨®grafo Eiko Hosoe, para quien trabaj¨® como asistente de 1961 a 1963, tras trasladarse a vivir a Tokio: "Creo que no exagero si digo que durante los tres a?os que estuve con Eiko Hosoe aprend¨ª todo lo que hab¨ªa que saber de fotograf¨ªa". Poco tiempo despu¨¦s, tras realizar una de sus series m¨¢s conocidas, Japan Theatre (1968), sobre un grupo experimental de teatro de calle, en la que los actores aparecen convertidos en personajes marginales, entra en contacto con la revista Provoke, en la que encuentra un contexto perfecto para afianzar su estilo. Aqu¨ª publica dos trabajos: una serie de desnudos femeninos borrosos o desenfocados, y otra de botellas de refrescos y paquetes de detergentes. Esta publicaci¨®n se convirti¨® en un punto de encuentro muy cr¨ªtico sobre la sociedad y la cultura del momento. Propon¨ªan una est¨¦tica radical, una forma extrema acorde con las transformaciones que estaba sufriendo la sociedad japonesa y opuesta a los principios del realismo documental. Creaban im¨¢genes borrosas, desenfocadas, movidas, muy contrastadas y con mucho grano, con encuadres forzados e inclinaciones, con un significado ambiguo e incierto, prefiriendo la fragmentaci¨®n y la subjetividad a la narratividad y la objetividad tradicionalmente asociadas al hecho fotogr¨¢fico.
Este programa est¨¦tico puede servir perfectamente para describir el estilo que caracterizar¨¢ a Moriyama a partir de este momento, que permanecer¨¢ asociado a su obra y que se ir¨¢ radicalizando con los a?os. Emprende entonces la publicaci¨®n de sus trabajos m¨¢s conocidos, centrados ya en el registro de la ciudad moderna. Pocos autores han plasmado como ¨¦l lo que implica y genera el hecho urbano: el caos, la velocidad, los l¨ªmites de la ciudad y de la vida cotidiana, la marginaci¨®n, la alienaci¨®n, los signos gr¨¢ficos omnipresentes, la violencia de la mirada, la publicidad, la deshumanizaci¨®n, los cuerpos expuestos, la animalidad, la sensaci¨®n de laberinto. Im¨¢genes violentas, provocadoras, obscenas en su desnudez e inmediatez, en muchas ocasiones cargadas de brutalidad, im¨¢genes acordes con la crudeza de lo que registran.
En paralelo, Moriyama realiza otros trabajos consistentes en hacer reproducciones de fotograf¨ªas tomadas por otros, de pantallas de televisi¨®n, de fragmentos de negativos, de carteles. Im¨¢genes que se preguntan sobre la naturaleza de la fotograf¨ªa, que cuestionan la verdad documental y que, seg¨²n sus propias palabras, "son un discurso de adi¨®s a una fotograf¨ªa demasiado satisfecha de s¨ª misma como para poner en cuesti¨®n su propia significaci¨®n".
En el extremo opuesto se sit¨²a Moriyama cuando expone su propia concepci¨®n de lo que para ¨¦l significa la fotograf¨ªa y el hecho de disparar: "Pienso que, ante todo, deber¨ªa reflejar mis ideas y mi punto de vista sobre el mundo por encima de la fotograf¨ªa en s¨ª. En concreto, a trav¨¦s de mi conocimiento de lo cotidiano, creo que el ser humano y el mundo que lo rodea no son hermosos. No tengo ning¨²n optimismo que me lleve a pensar que ahora estamos en una vida color de rosa".
En este sentido, lo que la define y singulariza por encima de todo es su posicionamiento y su compromiso, tanto frente a la fotograf¨ªa como frente al mundo. Para ¨¦l, la fotograf¨ªa es un acto casi org¨¢nico, muy f¨ªsico y visceral. Afirma que hace sus fotos "no solamente con los ojos, sino con todo mi cuerpo", y de sus v¨ªsceras, elige fotografiar "con el est¨®mago (?), porque hay que ser tan resistente como aquello que ves con tus ojos".
Sus im¨¢genes se interesan ante todo por la captaci¨®n de atm¨®sferas, lo que en su caso equivale a decir fragmentos de vida. Estas fotograf¨ªas nos tocan de cerca, despliegan toda su crudeza y su brutalidad porque no se limitan a registrar objetos o personas, sino que extraen condiciones de existencia; quiz¨¢ por ello describe su actividad fotogr¨¢fica como el fruto de un estado febril, llevado por el azar, carg¨¢ndose de la energ¨ªa de la calle, confundido entre la gente y disparando pr¨¢cticamente sin mirar por el visor, impregn¨¢ndose de la vida que nos rodea.
Moriyama es un irreducible cr¨ªtico de la sociedad contempor¨¢nea, l¨²cido y pesimista, que construye con sus im¨¢genes un muro para evitar que la realidad pase a nuestro lado sin percibirla, o en el caso de percibirla, la olvidemos.
La exposici¨®n 'Daido Moriyama. Retrospectiva desde 1965' puede verse en el Centro Andaluz de Arte Contempor¨¢neo (La Cartuja, Sevilla) desde el pr¨®ximo jueves, 29 de marzo, hasta el 17 de junio.
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