Una sociedad cara a cara con la violencia
En EE UU hay m¨¢s de 190 millones de armas de fuego en manos privadas
En EE UU hay m¨¢s de 190 millones de armas de fuego en manos privadas. Hay 65 millones de pistolas en circulaci¨®n. Uno de cada tres norteamericanos est¨¢ armado, algunos de ellos fuertemente armados. En el 40% de los hogares hay un arma de fuego; en uno de cada cuatro hay una pistola escondida en un caj¨®n. Se venden al a?o cerca de dos millones de pistolas y m¨¢s de cuatro millones de armas de fuego en general.
Este enorme arsenal, en su mayor parte amparado por las leyes, es utilizado para matar cada a?o a m¨¢s de 11.000 personas en este pa¨ªs, cuatro veces m¨¢s que los muertos en el World Trade Center o en la guerra de Irak. Las armas de fuego son tambi¨¦n el instrumento de m¨¢s de 17.000 suicidios y de m¨¢s de 700 muertes producidas por accidentes dom¨¦sticos.
"Los pol¨ªticos tienen miedo de abordar el control de armas", dice un activista
Visto desde el m¨¢s violento de los pa¨ªses europeos, donde el n¨²mero de asesinatos cometidos por armas de fuego no sobrepasa la cifra de unos pocos cientos al a?o, puede pensarse que el espantoso episodio de Virginia, donde un solo hombre con dos pistolas mat¨® a 32 personas, obligar¨¢ a EE UU a replantearse la permisividad en la compra y posesi¨®n de armas de fuego, que esto ser¨¢ como el 11-S del control de armas, una fecha hist¨®rica tras la cual todo cambiar¨¢.
Visto desde Washington, a unos 350 kil¨®metros del lugar en el que se produjo la tragedia, a menos de 50 kil¨®metros de la ciudad en la que vive la familia del asesino, y a unos 20 kil¨®metros de la tienda de armas m¨¢s pr¨®xima (la venta no es legal en el Distrito de Columbia, pero s¨ª en el vecino Estado de Virginia), el panorama es diferente.
La cultura de las armas est¨¢ fuertemente asentada, y si bien una tragedia de la magnitud de la vivida reavivar¨¢ el debate eterno entre los partidarios y los detractores del derecho a la posesi¨®n de armas, la posibilidad de una total prohibici¨®n de su venta est¨¢ lejos de convertirse en realidad.
Una prueba de ello es el hecho de que ninguno de los candidatos presidenciales en liza, salvo el republicano John McCain, que se ha ratificado en su apoyo a la libre adquisici¨®n de armamento, se han referido a¨²n a ese asunto. Cabe esperar alg¨²n movimiento en el Congreso de parte de los dem¨®cratas a favor de mayores restricciones legales, pero no es dif¨ªcil aventurar que cada una de esas iniciativas encontrar¨¢ fuertes resistencias.
Paul Helmke, presidente de la Campa?a Brady para la Prevenci¨®n de la Violencia de las Armas, el principal grupo a favor de m¨¢s estrictos controles, se refiri¨® ayer a este asunto en t¨¦rminos contundentes: "Los pol¨ªticos tienen miedo de abordar este tema". La imagen pat¨¦tica de la campa?a electoral de 2004, cuando el candidato dem¨®crata John Kerry empu?¨® un arma y defendi¨® el derecho a su posesi¨®n para ganar algunos votos, fue la prueba de que Helmke tiene raz¨®n. Una mayor¨ªa de la opini¨®n p¨²blica parece todav¨ªa creer en la vigencia de la Segunda Enmienda de la Constituci¨®n, que dice literalmente: "Una bien regulada milicia es necesaria para la seguridad de un Estado libre, el derecho del pueblo a tener y poseer armas no debe ser violado".
Ese texto es el eje del debate sobre esta cultura de las armas en una sociedad cuyas ra¨ªces se encuentran en la lucha aislada por la supervivencia, en la conquista de nuevos y peligrosos horizontes, en la defensa de esos logros sin reparar en las consecuencias. Esa cultura es un s¨ªmbolo de identidad de una sociedad de origen agrario en la que cada individuo ten¨ªa que defender su propiedad frente a m¨²ltiples peligros. Pero es tambi¨¦n un rasgo inseparable de su desmedida ansia de libertad. "?Qu¨¦ pa¨ªs puede preservar sus libertades si sus gobernantes no son advertidos de vez en cuando de que su pueblo conserva el esp¨ªritu de resistencia? Dejadles tener armas", escrib¨ªa Thomas Jefferson en 1787.
?stos parecen hoy argumentos arcaicos en sociedades modernas que buscan la convivencia pac¨ªfica y que han otorgado al Estado el monopolio de la violencia. Pero no lo son para millones de norteamericanos que se sienten representados en la Asociaci¨®n Nacional del Rifle (NRA, en sus siglas en espa?ol), cuyo vicepresidente ejecutivo, Wayne LaPierre, firmaba ayer un art¨ªculo en su p¨¢gina web titulado ?Qu¨¦ desastre ser¨¢ la siguiente excusa para suspender la Segunda Enmienda?, en el que afirmaba: "La verdad es que no hay ning¨²n escenario en el que los due?os legales de armas de fuego puedan aceptar que el Gobierno entre en sus casas y los desarme".
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