Acribillados a golpe de 'swing'
141 familias de una urbanizaci¨®n majariega viven bajo la amenaza de los bolazos que llegan del club de golf lim¨ªtrofe con sus casas
La historia es propia de una pel¨ªcula de Dennis Dugan. Ya saben: Loca aventura del matrimonio, La salchicha peleona, Los calientabanquillos y... Terminagolf. Digamos que podr¨ªa ser una versi¨®n mala (que ya es decir) de esta ¨²ltima, porque el campo municipal de golf de Majadahonda ha potenciado la proliferaci¨®n de personajes tipo Happy Gilmore, el protagonista de esa comedia chorra. O sea, de personas que quieren aficionarse al golf o probarlo a ver qu¨¦ tal y... No les pasa como a Gilmore, que era un jugador de hockey frustrado pero con un swing que lo lanzaba c¨®micamente al estrellato. Las r¨¦plicas majariegas de ese personaje acribillan a bolazos, y a base de swing, a las 141 familias de la urbanizaci¨®n La Oliva, muchas de las cuales viven atrincheradas tras las persianas de sus ventanas.
El Ayuntamiento pidi¨® al club que dijera a los jugadores "que tuvieran cuidado"
"Una pelota de ¨¦sas podr¨ªa darles a mis hijos en la cabeza y los mata", dice un vecino
Julio Amarillas, un ingeniero aeron¨¢utico de 39 a?os que trabaja en una consultor¨ªa de se?alizaci¨®n, es el vecino que lidera las quejas desde el mes de noviembre. Fue entonces cuando les dieron sus ansiadas viviendas de protecci¨®n oficial que lindan, literalmente, con el campo de golf Las Rejas, gestionado por la empresa Soto Once, SL desde hace siete a?os tras una cesi¨®n administrativa de medio siglo.
Aunque Julio Amarillas se lo toma con sentido del humor y recoge las pelotas que caen en su terraza despu¨¦s de abollar sus persianas y se las regala al vecino del tercero, que es golfista, dej¨® de tom¨¢rselo a broma el d¨ªa en que una bola agujere¨® el armario de juguetes de sus hijos, de tres y dos a?os. "Ya hab¨ªa cursado algunas quejas al Ayuntamiento y al propio club de golf, pero pensar que una pelota de ¨¦sas pod¨ªa haberle dado a alguno de mis hijos en la cabeza y matarlo, me hizo ponerme mucho m¨¢s serio", dice en la terraza de su casa, un bajo a unos cinco metros de la peque?a valla que delimita el campo de golf.
Desde el mes de noviembre hasta ahora, Julio ha hecho de todo: ha escrito a la Concejal¨ªa de Atenci¨®n al Ciudadano, a la Federaci¨®n Espa?ola de Golf, a la madrile?a, ha remitido sus escritos, sus fotos y sus planos a todos los grupos pol¨ªticos del Ayuntamiento de Majadahonda (PP), ha hablado con los responsables del club Las Rejas pidi¨¦ndoles que cierren el hoyo siete (a 15 metros de su vivienda) o que pongan protecciones ("que respondan a su nombre"), ha puesto una denuncia en la Guardia Civil...
Las respuestas que ha recibido a cambio son del tipo: "Estimado se?or Amarillas, con el nuevo trazado del campo que se va a llevar a cabo no se producir¨¢n las ca¨ªdas de bolas en la urbanizaci¨®n. Mientras tanto, nos hemos puesto en contacto con el club para que comuniquen a los jugadores que tengan cuidado", dec¨ªa el correo remitido por la Concejal¨ªa de Atenci¨®n al Ciudadano. "Al no ser los hechos constitutivos de infracci¨®n criminal se decreta el sobreseimiento libre y archivo", dec¨ªa la resoluci¨®n del Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 6 de Majadahonda.
S¨®lo IU presentar¨¢ una moci¨®n sobre el asunto en el pr¨®ximo pleno. Y el club, a trav¨¦s de su coordinadora, Marta Mair¨¢s, dice que ese "nuevo trazado del campo no ser¨¢ en un futuro pr¨®ximo", que "nosotros estamos aqu¨ª con una licencia de funcionamiento desde 2000 y ellos llevan s¨®lo unos meses", que "se sale una bola entre 3.000", que "no podemos cerrar un hoyo porque es como quitarle los ases a una baraja de cartas: no hay juego", que "ellos han elegido vivir con vistas a un campo de golf", y que "las medidas las tendr¨ªa que tomar la comunidad de propietarios".
Y la escueta versi¨®n del Consistorio transmitida por correo electr¨®nico a este peri¨®dico es: "El Ayuntamiento est¨¢ siempre al lado de los vecinos y estamos encantados de poder ayudarles, pero antes deben llegar a un acuerdo entre ellos porque han venido vecinos dici¨¦ndonos que ellos no quieren nada delante de su vivienda".
La cuesti¨®n es que no son s¨®lo las viviendas en primera l¨ªnea del campo las afectadas, sino que justo delante de ellas, separ¨¢ndolas del c¨¦sped del club, est¨¢ el paseo de la urbanizaci¨®n, que es el lugar de esparcimiento por el que pasean y juegan todas esas familias con sus hijos. "De hecho, hay ni?os que se ponen en esa esquina", cuenta Julio. "Recogen las bolas y luego se las venden a los golfistas".
?l ya ha comprado su malla met¨¢lica para proteger su terraza y a sus hijos. Pero sabe que nadie estar¨¢ a salvo de un pelotazo mientras la piscina y el paseo de la urbanizaci¨®n est¨¦n tan cerca del hoyo siete y no exista protecci¨®n de ning¨²n tipo contra los Happy Gilmore majariegos, que siguen anunciando su mala punter¨ªa al grito de: "?Bola!".
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