La espada desgarra a Talavante
Expectaci¨®n para el encontronazo -Chenel dixit- entre el emperador franc¨¦s y los conquistadores extreme?os. Castella sali¨® sereno y poderoso a por el 1?, convencido de su posici¨®n privilegiada en la parrilla. Su gran cuadrilla le dej¨® perfecto al nobil¨ªsimo -y flojo- Torrealta. Brindis obligado en su segunda tierra, la tierra de albero. Cerr¨® los paraguas en el apote¨®sico recibo, claro y tranquilo, con teloncillos por delante y por detr¨¢s. Ya hab¨ªa m¨²sica cuando estaba en la izquierda la muleta. Y oles. Sebasti¨¢n toreaba con limpieza, como la lluvia, como la clara embestida del mes de marzo, como el claro silencio en el pasodoble. Claro con la derecha, girando a la distancia justa, pero faltaba en el bicho algo de genio, el punto que emociona. Por eso las manoletinas fueron adorno sin alegr¨ªa. Qued¨® la espada cruzada y ca¨ªda y, como hab¨ªa sed de orejas, le dieron una. Al 4?, alegre en el caballo, lo abri¨® con estatuarios y firm¨® por bajo, con torer¨ªa. Iba el toro presto, algo violento, ansioso de pa?o. Y no era f¨¢cil de templar, as¨ª que tras la serie de enganchones -luego arreones-, se llev¨® un bajonazo.
Talavante era el punto ¨¢lgido del encuentro. Triunfo de Puerta Grande en Madrid el mismo Domingo de Resurrecci¨®n que reaparec¨ªa aqu¨ª -sin trofeos- Castella. Y promet¨ªa emociones fuertes. La primera la dio su primero cuando se arranc¨® de lejos al caballo y, luego, puso en aprietos a Plaza y otros, que se agolpaban en el burladero. La segunda fue el brindis al gran maestro de Camas (al otro, a Camino). Luego quiso forzarlas en un silencio que apenas se romp¨ªa por las gotas de lluvia sobre la tela de los paraguas. El toro llevaba la cara alta, esperaba y se lo ech¨® a lo alto enredado en los cuernos. Cuando lo dej¨® en la arena se limit¨® a mirarlo. Por el izquierdo iba algo m¨¢s y pudo sacarle alg¨²n natural. Volvi¨® a la diestra y volvi¨® a notar el pit¨®n junto al sobaco. Parte de la afici¨®n prefer¨ªa pases que sustos; el bicho no los ten¨ªa y cuando dio las insulsas bernadinas casi sentimos alivio. Sin embargo, en el 6?, cuando ya las acciones bajaban, el pacense decidi¨® revalorizar el mercado. Tres ver¨®nicas soberbias fueron el comienzo -una para el recuerdo-. El casta?o enmorrillado, muy guapo, acudi¨® al peto sin emplearse, pero embest¨ªa. Y bien. As¨ª recibi¨®, de entrada, ayudados con sabor y luego, la panza larga y planchada en la diestra, corriendo a ritmo redondo y rematando las salidas como el aire fresco de la noche. Saltaban chispas. Por la izquierda le llevaba cantando, sin necesidad de sustos. Ni al toro, ni a ¨¦l ni a nosotros. Una trinchera y un natural largo y sinuoso como un r¨ªo nos pusieron en pie. Y seguimos paladeando otras trincheras, pases crujidos, desmayados con el toro en un delirio que empezaba a desbordarse en gritos de ?torero! Le cambiaba el pase -ahora s¨ª- en los adornos por detr¨¢s y remataba con la firma m¨¢s cara, m¨¢s garbosa de la feria. Cuando pinch¨® en hueso un ?oooh! nos acogot¨® el alma.
Perera no estuvo en la pelea. Un primer oponente con geniecillo rebrinc¨®n, con el que tard¨® en hacerse y no le encontr¨® el sitio. Y un 5? bravo, sobrero de Zalduendo, al que empez¨® a torear y que tras meter bien la cabeza en dos series, se raj¨®.
Salimos de la plaza con la muleta de Talavante en la cabeza; nos giraban sus mu?ecas en la sangre. Pero son matadores, no s¨®lo toreros. ?Qu¨¦ se le va a hacer!
LA CORRIDA DE HOY. Toros de Puerto de San Lorenzo para Luis Vilches, Eduardo Gallo y Pedro Guti¨¦rrez, El Capea. Digital+ retransmite el festejo, a las 18.30.
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