En Soria se hace camino al andar

En 1907, Antonio Machado llegaba a Soria, donde se enamor¨® de una adolescente llamada Leonor y se cas¨®. Cinco a?os despu¨¦s abandonaba la ciudad, viudo, pero tambi¨¦n cargado de recuerdos, de poemas y de las im¨¢genes recogidas en sus paseos. El poeta del "se hace camino al andar" era un paseante compulsivo y, como Nietzsche, de los que trabajaban sus ideas caminando. A base de paseos como ¨¦ste, desde el reloj de la Audiencia hasta el olmo viejo, reinvent¨® la imagen de Soria.

1. La Audiencia

?Soria fr¨ªa! La campana / de la Audiencia da la una. El edificio que est¨¢ en el lado de levante de la plaza Mayor, y que hoy se llama Casa de la Ciudad, fue la Audiencia de Machado. En la planta de calle, cinco arcos dan paso a los soportales, y en el primer piso, cuatro ventanales se asoman al gran balc¨®n corrido y a la plaza. Por encima de la cornisa se encuentra el mismo reloj que daba la una de la noche en el poema: Soria, ciudad castellana / ?tan bella! bajo la luna.

A la derecha de la Audiencia se encuentra el Ayuntamiento, que en otro tiempo fue la Casa de los Linajes. En la fachada luce el disco con los doce escudos de las familias que durante siglos decidieron la suerte de esta esquina de Castilla. En el centro de la estela aparece el rey Alfonso VIII galopando lanza en ristre; fue el que hizo a Soria fiel en recompensa por acogerlo y darle protecci¨®n siendo un rey-ni?o, y tambi¨¦n el que pag¨® la impresionante fachada de Santo Domingo, la iglesia rom¨¢nica m¨¢s famosa de la ciudad.

2. El comercio soriano

Adem¨¢s de ser la calle comercial con m¨¢s solera, el Collado une la Soria antigua de la plaza Mayor con la moderna de la plaza de Mariano Granados y de la Dehesa, el parque de la ciudad (oficialmente se llama Alameda de Cervantes, pero nadie la llama as¨ª). En los soportales del Collado se encuentra el casino, donde permanece casi sin alterar un gran sal¨®n muy fin de siglo (XIX), con columnas de fundici¨®n, grandes espejos y los ventanales que permiten ver y ser visto desde la calle. Aqu¨ª hac¨ªa tertulia Machado; aqu¨ª tomaba sus caf¨¦s y, quiz¨¢, disfrutaba de sus amistades: "Tengo a mis amigos en mi soledad; cuando estoy con ellos, ?qu¨¦ lejos est¨¢n!". Frente al casino, en la esquina del Collado con la plaza de San Blas, se encuentra la mantequer¨ªa Nueva York, quetiene las mejores milhojas de la ciudad y es un buen sitio para comprar la rica mantequilla (dulce).

3. Soria monumental

Desde la plaza de San Blas, la calle que sale por la esquina del noreste lleva al imponente palacio de los Condes de G¨®mara, con tres cuerpos que suman 100 metros de fachada. En el primer cuerpo se encuentra la portada principal, con un gran escudo sobre el que aparece una mujer metida en un vano. Dicen que representa a la condesa. Como no hab¨ªa quien pusiese freno a sus amor¨ªos, decidieron encerrarla simb¨®licamente en la fachada.

El segundo cuerpo del palacio lo forman dos galer¨ªas superpuestas, finas y bien proporcionadas, y el tercero es una torre que, pese a los balcones y los pin¨¢culos, recuerda las casas fuertes medievales. En la actualidad acoge la Audiencia; se puede, y se debe, ver el patio. Bajando hacia el Duero por la calle de San Agust¨ªn, a mano izquierda se levanta la colegiata o concatedral de San Pedro (la catedral, ros¨¢cea y de un g¨®tico impecable, se encuentra en El Burgo de Osma, la capital de la di¨®cesis). Para erigir esta iglesia, de exterior humilde, planta de sal¨®n y b¨®vedas estrelladas, hubo que sacrificar una de las cuatro galer¨ªas del precioso claustro rom¨¢nico. No fue un precio bajo.

4. La ribera

Cruzado el Duero, a la izquierda y entre los chopos de la orilla, se encuentra un capricho cultural de excepci¨®n, debido al raro ingenio de un artista que fue capaz de crear una forma nueva y agotar todas sus posibilidades de un solo golpe. El claustro de San Juan de Duero, con tres de sus esquinas achaflanadas y cuatro tipos de arcos distribuidos no por pandas, sino por ¨¢ngulos, es como el Ulises de Joyce, un principio y un final de raza. Dionisio Ridruejo dijo que era la ruina por excelencia; nunca ha dejado de ser la excelencia hecha ruina.

Volviendo hacia el puente, y sin cruzarlo, contin¨²an la carretera de ?greda y el camino blanco que lleva a la ermita de San Saturio. Para llegar a la ermita hay que pasar por el portalillo de San Polo, que en tiempos debi¨® de ser una iglesia rom¨¢nica de planta rectangular. Junto al Duero prosperan los ¨¢lamos de la ribera, y en el barranco que cruza el monte de las ?nimas crecen las encinas polvorientas. El camino avanza hacia San Saturio, el ermita?o del siglo IV que, seg¨²n dicen, hizo vida de penitencia y soledad en las cuevas que hay junto al r¨ªo, bajo el santuario.

De nuevo en la orilla de la ciudad, el camino del Cerro de los Moros sube por la ladera pelada, y detr¨¢s quedan el monte de las ?nimas, San Saturio, el r¨ªo... ¨¢lamos del amor cerca del agua / que corre y pasa y sue?a, / ¨¢lamos de las m¨¢rgenes del Duero, / conmigo vais, mi coraz¨®n os lleva.

5. El olmo viejo

El camino del Cerro de los Moros pasa bajo las v¨ªas del tren y se adentra en la ciudad por el paseo de Valobos. A la derecha est¨¢ el cementerio donde descansa Leonor, que muri¨® consumida por la tuberculosis, y algo m¨¢s adelante, la iglesia de la Virgen del Espino. Aqu¨ª termina el paseo, porque aqu¨ª est¨¢ el olmo al que cant¨® Antonio Machado.

No importa que lo convirtieran en monumento inyect¨¢ndole cientos de kilos de cemento y ladrillos, ni que le atornillaran a la corteza el poema que lo hizo famoso. Paseante: busca entre las rugosidades de su tronco alg¨²n signo de vida y si lo encuentras, antes de volver a tus asuntos, toma nota de la gracia de su rama verdecida.

Fernando Castanedo, es autor de Triunfo y muerte del general Castillo (Pretextos)