Si es ni?a se llamar¨¢ Sanaa
La madre de una ni?a asesinada el 11-M quiere tener un hijo con un islamista detenido
Si es ni?a se llamar¨¢ Sanaa, como su hermana. La primera Sanaa naci¨® en el hospital Gregorio Mara?¨®n de Madrid el 12 de noviembre de 1990. Su padre hab¨ªa abandonado a su madre al cuarto mes de embarazo, as¨ª que Jamila Ben Salah, emigrante reciente en Espa?a, no tuvo m¨¢s remedio que enviar a su criatura a Marruecos para que la cuidaran los abuelos en tanto que a ella se le fuera enderezando la vida. La ni?a fue matriculada en un colegio espa?ol de T¨¢nger, el Ram¨®n y Cajal, donde estudi¨® tres cursos antes de regresar a Madrid. Jamila segu¨ªa sola; pero con muchas fatigas y la ayuda constante de su familia consigui¨® hacer de su hija una ni?a alegre, tan orgullosa del velo que luc¨ªa para ir a la mezquita central como de sus amigos colombianos, ecuatorianos y espa?oles. A los 13 a?os, Sanaa quer¨ªa ser veterinaria; le gustaban los cereales y el queso, las pel¨ªculas de Dr¨¢cula y los perros abandonados. El 11 de marzo de 2004, como todos los d¨ªas, Sanaa hab¨ªa quedado en la estaci¨®n de Atocha con sus amigas Carla y Paula para ir juntas al instituto Juan de la Cierva, donde las tres cursaban segundo de la ESO. No hace falta escribir que no lleg¨®, ni que unas horas despu¨¦s su madre regres¨® al Gregorio Mara?¨®n buscando una buena noticia que nadie le dio.
"S¨®lo teniendo otro hijo se me puede curar el dolor por la muerte de mi hija", explica Jamila
Sanaa, de 13 a?os, hab¨ªa quedado con dos amigas en la estaci¨®n de Atocha, pero nunca lleg¨®
Jamila volvi¨® a llevar a su hija a T¨¢nger, esta vez para enterrarla, y regres¨® de nuevo a Madrid, donde la vida a¨²n guardaba m¨¢s golpes para ella.
Dos a?os antes de los atentados, Jamila hab¨ªa intentado rehacer su vida cas¨¢ndose con Abdenneri Esabar, oriundo de la ciudad marroqu¨ª de Fez y m¨¢s joven que ella. El tal Esabar hac¨ªa buenas migas con Sanaa. Le ayudaba con los deberes de ingl¨¦s y jugaban juntos en el ordenador. Jamila recuerda confundida que aquella ma?ana angustiosa del 11 de marzo, Abdenneri la acompa?¨® en busca de su hija de hospital en hospital. Pero un a?o y dos meses despu¨¦s, a las cuatro de la madrugada del 15 de junio de 2005, un golpe seco derrib¨® la puerta de la casa. Cuando fueron a encender la luz se les adelant¨® la polic¨ªa. A Jamila le pusieron las manos a la espalda y le apuntaron con una metralleta. A su marido se lo llevaron por orden del juez Juan del Olmo. Se le acusaba de haber ayudado a escapar de Espa?a a Mohamed Afallah, uno de los huidos del piso de Legan¨¦s donde se terminaron suicidando siete de los presuntos autores del atentado. Esabar pas¨® un a?o en prisi¨®n y luego fue puesto en libertad por falta de pruebas, pero de nuevo est¨¢ en la c¨¢rcel, ahora por orden del juez Baltasar Garz¨®n, acusado de varios delitos relacionados con el terrorismo islamista.
Jamila volvi¨® a quedarse sola, en la encrucijada, golpeada por la a?oranza de su hija y por la duda de si su marido colabor¨® con los asesinos de Sanaa. La mujer asisti¨® a las primeras sesiones del juicio del 11-M y hasta lleg¨® a ser increpada por otras v¨ªctimas, confundidas tal vez por su velo. Cuando alguien le preguntaba por su terrible dilema -madre de v¨ªctima, mujer de presunto terrorista-, ella zanjaba: "Me estoy separando".
Hace unos d¨ªas, sin embargo, la vida de Jamila tom¨® otro giro inesperado. Visit¨® a su todav¨ªa marido en prisi¨®n y le propuso tener un hijo. "Me hab¨ªa dado cuenta", cont¨® a este peri¨®dico, "que el dolor por la p¨¦rdida de Sanaa s¨®lo me lo pod¨ªa curar el amor de otro hijo. Hay amores de padres, amores de maridos..., pero ninguno se puede comparar con el amor de un hijo, y yo lo perd¨ª. Despu¨¦s de tres a?os me he dado cuenta de que la ¨²nica medicina que puede salvarme es un hijo. Ya no soy joven -tengo 45 a?os- y he tenido problemas de cervicales, de m¨²sculos, de nervios... Le dije a Abdenneri que me iba a someter a un tratamiento de fecundaci¨®n y le ped¨ª que ¨¦l fuera el padre. Tambi¨¦n le dije que si se demuestra que ¨¦l est¨¢ metido en algo de terrorismo, le dejar¨¦. No ha sido un buen marido -el alcohol, otras mujeres-, pero ni mi cultura ni mi religi¨®n me permiten tener un hijo con otro hombre. Me dijo que s¨ª. Ojal¨¢ sea una ni?a".
El juez Baltasar Garz¨®n firm¨® la autorizaci¨®n y el supuesto terrorista Abdenneri Esabar fue conducido la pasada semana desde una prisi¨®n de Madrid hasta una cl¨ªnica de fertilidad. Jamila iniciar¨¢ el tratamiento al regreso de una breve visita a T¨¢nger.
Si es ni?a, se llamara Sanaa, como su hermana.
El recadero de los m¨¢rtires
EL D?A QUE DETUVIERON a Abdenneri, la polic¨ªa le ech¨® el guante a otros 15 islamistas. Se les acusaba de ayudar a huir a Mohamed Afallah, el lugarteniente de Alekema Lamari, uno de los suicidas de Legan¨¦s, y tambi¨¦n de reclutar y enviar terroristas a Irak. Abdenneri -siempre seg¨²n la versi¨®n policial- fue uno de los que consiguieron un tel¨¦fono seguro para que Afallah se pusiera en contacto con su padre desde Siria e Irak. Quer¨ªa pedirle perd¨®n y anunciarle que se iba a inmolar en un atentado. El marido de Jamila, adem¨¢s, fue acusado de preparar junto a un tal Abu Zubair el suicidio de un joven llamado Mohamed el Idrissi. La polic¨ªa intervino conversaciones entre Abdenneri y El Idrissi, quien "ya hab¨ªa optado por el camino del martirio" y pensaba desplazarse enseguida a Irak, v¨ªa Barcelona. Fue precisamente Abdenneri quien llev¨® al m¨¢rtir en ciernes a la estaci¨®n de autobuses de Madrid para que iniciara la primera etapa de su ¨²ltimo viaje. Tambi¨¦n era Abdenneri quien le pon¨ªa las canciones de los m¨¢rtires a El Idrissi en los momentos de debilidad.
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