Viaje a una Iglesia en crisis
Las grandes cuestiones de fondo no cambian de un d¨ªa para otro. Y el Vaticano no improvisa. La primera vez que el Papa pis¨® Latinoam¨¦rica denunci¨® "la tentaci¨®n del relativismo", dijo que "algunos te¨®logos no siempre van por el recto camino", alert¨® a los creyentes contra "el cristianismo carism¨¢tico" y recomend¨® a los obispos que instruyeran mejor al clero. Ese Papa fue Pablo VI, en 1968. Su homil¨ªa ante la Asamblea General de los Obispos, reunida en Bogot¨¢, incluy¨® referencias al relativismo, a la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n, a la competencia de las sectas protestantes y al bajo nivel de los sacerdotes locales. La homil¨ªa que pronunciar¨¢ Benedicto XVI en el santuario de la Aparecida, casi 40 a?os despu¨¦s, no ser¨¢ sustancialmente distinta.
Pero ser¨¢n distintos los matices. Y Benedicto XVI, un Pont¨ªfice centrado en la lucha contra el laicismo y en la reconciliaci¨®n con la Iglesia ortodoxa (dos asuntos esencialmente europeos), se encontrar¨¢ en un terreno poco conocido. En los a?os 80, cuando era el cardenal Joseph Ratzinger y dirig¨ªa la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe, conoci¨® otra Am¨¦rica. Abundaban las dictaduras y prosperaba una teolog¨ªa m¨¢s empe?ada en mejorar las condiciones de vida que en defender los dogmas.
Juan Pablo II, entonces Papa, decidi¨® acabar con la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n por razones pol¨ªticas: para ¨¦l, aquello era una batalla m¨¢s en la lucha contra el comunismo. Ratzinger liquid¨® aquel movimiento atac¨¢ndolo por el flanco doctrinal (la excesiva humanizaci¨®n de Jes¨²s, en detrimento de su divinidad) e imponiendo la ortodoxia.
Hoy s¨®lo quedan vestigios de aquella ¨¦poca. Benedicto XVI debe enfrentarse a un problema que era s¨®lo una amenaza en tiempos de Pablo VI y una cuesti¨®n menor en tiempos de Juan Pablo II: el protestantismo. En 1980, cuando Wojtyla visit¨® Brasil, el 89% de la poblaci¨®n se declaraba cat¨®lica. En 2000, el porcentaje se hab¨ªa reducido al 74%. Ahora, en las zonas urbanas de S?o Paulo y R¨ªo de Janeiro, se estima inferior al 60%. Las sectas evang¨¦licas de tipo pentecostal crecen de a?o en a?o.
Juan Pablo II consideraba que el fen¨®meno se deb¨ªa a la influencia estadounidense y al uso de t¨¢cticas desleales para reclutar a cat¨®licos desencantados. Lleg¨® a calificar de "lobos rapaces" a los misioneros evang¨¦licos. Para Benedicto XVI, las causas no est¨¢n tan claras. Y en un discurso ante los representantes pontificios en Am¨¦rica Latina, pronunciado el 17 de febrero, introdujo una frase en clave: "Sobre las causas de la atracci¨®n de las sectas debemos reflexionar seriamente, para encontrar las respuestas justas". Era una forma de se?alar a la propia Iglesia cat¨®lica como corresponsable de la crisis.
La mediocre formaci¨®n del clero en la mayor¨ªa de los pa¨ªses latinoamericanos, la abundancia (aunque en menor medida que en ?frica) de casos de concubinato y la pr¨¢ctica rutinaria de la fe son, a juicio del Vaticano y del propio Papa, las causas fundamentales de la debilidad cat¨®lica ante el empuje del protestantismo.
Pese a la envergadura del problema (en Am¨¦rica viven casi la mitad de los cat¨®licos de todo el mundo), Benedicto XVI no lo ha considerado, hasta ahora, una cuesti¨®n prioritaria. No cree en una Iglesia grande y acomodaticia, sino en una Iglesia activista y compacta, capaz de resistir la doble amenaza que, seg¨²n ¨¦l, encara el catolicismo en Europa: el relativismo moral de un lado, el crecimiento del islam por otro. A Joseph Ratzinger no le gustan los viajes largos y su visita a Brasil ser¨¢, probablemente, la ¨²nica que realice a Latinoam¨¦rica.
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