La pol¨ªtica como traici¨®n
Ninguna otra actividad como la pol¨ªtica, en el sentido de lucha por el poder, implica tanta disposici¨®n a traicionar a los mentores que a veces se presentan como compa?eros o amigos. Un caso paradigm¨¢tico de pol¨ªtico que para llegar ha tenido que traicionar a diestro y siniestro es Nicolas Sarkozy. No es una cr¨ªtica, sino una observaci¨®n. Otro Nicol¨¢s, Maquiavelo, situ¨® la traici¨®n dentro de la virt¨² pol¨ªtica, que poco tiene que ver con la moral ni con el odio. La traici¨®n puede ser la plasmaci¨®n de la dial¨¦ctica hegeliana -s¨®lo que ahora sin la idea de progreso-, en la que se niega lo anterior: no se traiciona para ser igual al traicionado, lo que explica que alguien que haya estado trabajando con su predecesor puede acabar siendo muy diferente al llegar a la c¨²spide.
Sarkozy es un pol¨ªtico puro, uno de los m¨¢s puros que ha dado la pol¨ªtica francesa y la europea en los ¨²ltimos lustros. ?vido de poder, quiere cambiar las cosas, aunque pueda cambiar ¨¦l mismo de opini¨®n otras tantas veces. Traicion¨® a Charles Pasqua para hacerse con la alcald¨ªa de Neuilly, y posteriormente a Chirac para acercarse a su primer ministro (con el que fue titular de Presupuestos), Edouard Balladur, para luego volver a Chirac y acabar traicion¨¢ndole como ¨¦ste hizo con Chaban Delm¨¢s. Esta progresi¨®n, avalada por una mayor¨ªa de los votantes, le ha llevado al trono del El¨ªseo, la sede de la monarqu¨ªa republicana francesa.
Para ser traidor hay que tener aguante. Estas traiciones ocurren dentro de una misma familia. No hablamos de pasarse al enemigo, sino de traicionar al amigo, al compa?ero, al padre o al hermano. S¨¦gol¨¨ne Royal ha sufrido casi m¨¢s por los suyos -que siguen en la brecha dificultando la renovaci¨®n del socialismo franc¨¦s- que por Sarkozy.
Los relevos no suelen ser pac¨ªficos. Es rara, y a menudo infructuosa cuando se trata de cargos de tal importancia (no de alcaldes o presidentes de comunidades aut¨®nomas), la sucesi¨®n d¨®cil, como la de Felipe Gonz¨¢lez por Joaqu¨ªn Almunia al frente del PSOE, o la de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar -que no est¨¢ ya en el cargo, lo que no significa que no conserve poder (not in office, but still in power, como se dice a menudo en Estados Unidos)- por Mariano Rajoy en el Partido Popular. Y ya se divisan las posibles traiciones para suceder a Rajoy si ¨¦ste no gana las siguientes generales (no digamos ya lo que pasar¨ªa en el PSOE si Zapatero perdiera).
La foto en el balc¨®n de la madrile?a calle de G¨¦nova del domingo de las ¨²ltimas elecciones es una imagen muy gr¨¢fica de las traiciones que se urden en el PP y algunos de cuyos destellos ya empiezan a verse. Rajoy, en el fondo, tiene suerte no s¨®lo porque en las municipales el PP haya sacado m¨¢s votos que el PSOE, sino sobre todo porque el Partido Popular haya tenido antes m¨¢s piedad que los conservadores brit¨¢nicos. ?stos se quitaron de en medio a Margaret Thatcher de un plumazo (entonces mediante un simple voto entre los diputados conservadores) simplemente por la sospecha de que iba a perder los comicios (estuvieron a punto de hacerlo antes, pero le salv¨® la guerra de las Malvinas).
En el Partido Laborista, Gordon Brown se apresta a tomar el relevo por el que ha estado esperando m¨¢s tiempo de lo que ¨¦l pensaba. En el fondo, Brown se siente traicionado por un Blair que ha aguantado m¨¢s en el cargo de lo supuestamente pactado. Fue Brown el art¨ªfice pol¨ªtico e intelectual del Nuevo Laborismo, que ahora va a tener que reinventar, y para lograrlo va a tener que traicionarse a s¨ª mismo.
Tzipi Livni se lanz¨® en tromba contra su mentor, Ehud Olmert (que a su vez hab¨ªa traicionado a Netanyahu, que vuelve), cuando el actual primer ministro israel¨ª sali¨® tocado del Informe Winograd sobre la guerra contra L¨ªbano del pasado verano. C¨¦sar dijo aquella famosa frase de "amo la traici¨®n, pero odio al traidor". Y aunque no se trate de pol¨ªtica, ¨²ltimamente, con los manuscritos descubiertos, se valora mejor la traici¨®n de Judas, pues aparece como necesaria. aortega@elpais.es
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