El Ibex 36
Ayer en los toros se hablaba de dinero. La plaza se torna en Bolsa y los valores -siempre al alza- que experimentan oscilaciones en el mercado, no tienen nombres de medicinas como Acerinox o Inmocaral, o de las aguas, gases, luces y bancos a los que todos debemos un past¨®n. Ayer las acciones se llamaban entradas y los nombres, sombra, sol, solysombra, tendido, palco, grada, balconcillo, andanada. M¨¢s bonito, aunque igual de ruinoso. Ayer en Las Ventas el Ibex 35 era el Ibex 36. "Dos de sombra, me quedan", susurra un broker con visera de puritos Reig. "?C¨®mo ha dicho? ?200 euros?" "Por ser paust¨¦. Por 300 me las quitan de las manos". Y as¨ª uno y otro broker, disfrazados con atuendos atrevidos e informales, pendientes de los gestos exclusivos -ora gui?os, ora alaridos o empujones- de los agentes de cambio de esta bolsa particular y ¨²nica. Ya en la plaza, los compradores comentan con orgullo o inquina sus transacciones, indagan las operaciones de los vecinos m¨¢s pr¨®ximos y refieren casos escalofriantes: "He o¨ªdo que se han vendido delanteras por 2.000 euros". "?C¨®mo 2.000? 4.500 ha pagado un se?or delante de m¨ª por un tendido". Y se hace un silencio respetuoso, casi de velatorio, mientras los toreros dan fin al paseo. En este ambiente de autocomplacencia y exclusividad, hay una predisposici¨®n al triunfo que el p¨²blico asume como suyo para no verse defraudado.
Garcigrande, Hern¨¢ndez/ Juli, Castella, Talavante
Toros de Garcigrande -1? noble y justo, 3? manso, 5? flojo y 6? noble y soso- y Domingo Hern¨¢ndez -2? noble y bravo, cuarto flojo y soso-. Juli¨¢n L¨®pez Escobar El Juli: estocada pel¨ªn ca¨ªda -aviso- (saludos); pinchazo y estocada algo ca¨ªda (silencio). Sebasti¨¢n Castella: estocada hasta la bola y descabello -dos avisos- (oreja); estocada baja (ovaci¨®n). Alejandro Talavante: dos pinchazos, estocada y seis descabellos (silencio); media y cuatro descabellos -dos avisos- (saludos). Plaza de Las Ventas, 7 de junio. 1? corrida de la Feria de Aniversario. Lleno.
Tres pesos pesados se disputaban la cr¨®nica de ese triunfo anunciado: el joven, el m¨¢s joven y el jovenc¨ªsimo. El sabio, el imperturbable y el temerario. Los tres, arrojados; los tres, indomables; los tres, templados: los tres, toreros. Pero ni toros ni toreros tuvieron su mejor tarde.
El primero, con trap¨ªo y hechuras, lo brind¨® Juli¨¢n al Rey, que hab¨ªa vuelto, prendido a¨²n por la emoci¨®n de Morante; y se fue al centro, alejado y equidistante de la pi?a apretada de cabezas que llenaban el coso. Toro sin genio ni chispa, noble y d¨®cil, al que Juli instrument¨® una faena planchada y apol¨ªnea, sin el genio ni la chispa que el toro le neg¨®. Faena neocl¨¢sica, de arm¨®nica perfecci¨®n, que culmin¨® en estocada. En el cuarto, Juli, algo escorado, ech¨® adelante morros y muleta, pero al bajar la mano hab¨ªa trastabilleo de pezu?as. Aplausos justos, sin arrebatos.
Castella triunf¨®. Junt¨® en el segundo las zapatillas entre las rayas y no estaba dispuesto a separarlas hasta que el toro le oblig¨®. Algo ap¨¢tico en el caballo, se dej¨® parear, y Castella lo vio. Meditando, le dio estatuarios sin inmutarse, pero las cuatro trincherillas que les siguieron introdujeron el latigazo rom¨¢ntico a tanta rectitud. Se alej¨®, lo llam¨® y lo recogi¨® despacio, jugando con cari?o, trazando curvas de bella dignidad. En la segunda serie el toro arrastraba el hocico como un colega por la muleta roja que barr¨ªa, suave, la arena. Cambi¨®, le someti¨®, aguant¨® por el izquierdo -no iba igual- y, plet¨®rico, llenaba la atm¨®sfera de buen toreo; con mando y valor que, en los circulares de espaldas -de discutible est¨¦tica-, levant¨® a media plaza. Tiene algo de insondable el toreo de Castella; toreo marino pero nada marinero.
El quinto renqueaba, escup¨ªa las puyas, se dobl¨® bajo el peto y levant¨® una oleada de protestas -no era raz¨®n menor la desilusi¨®n latente-. Castella manten¨ªa su imperturbabilidad, pero cuando perdi¨® el toro las manos, algunos, usurp¨¢ndole el protagonismo, disfrutaban mientras gritaban "?m¨¢tale!". Nos vinieron a la memoria las clases de historia sagrada. Cuando cantaban "yo tambi¨¦n ten¨ªa una cabra" lamentamos que no estuvieran de excursi¨®n.
Talavante tuvo un primero manso sin un pase. Al sexto se lo llev¨® al platillo, y al intentar meterlo se divid¨ªa la opini¨®n. Estirado, lo hizo pasar por el faj¨ªn; bien templado, le dio aire, y empez¨® a encelarle. No ten¨ªa prisa, pese a voces apremiantes y, muleta en la izquierda, se llevaba en la mu?eca, sin repetir, la embestida tarda y defensiva del toro. Le consigui¨® dar un natural y uno de pecho de excepci¨®n y volvi¨® a hacerlo en una plaza tensa y extra?a, pendiente de las oscilaciones del mercado, que no sab¨ªa a que carta quedarse, y jale¨®, indecisa, la serie rotunda con que acab¨® la faena. En las manoletinas, estall¨®, al fin, la ovaci¨®n, mientras un aviso nos advert¨ªa que el Ibex volv¨ªa a su posici¨®n habitual.
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