De Genesis al cortijo
Chris Stewart fue el bater¨ªa de Genesis antes que Phil Collins, pero lo expulsaron. Con los a?os se ha convertido en un escritor de ¨¦xito junto a campesinos, 'hippies' y viajeros 'new age' de Las Alpujarras. All¨ª le llaman Crist¨®bal el Ingl¨¦s.
"Pobreza, aventura y placeres sencillos. En mi libro cuento los ¨²ltimos a?os de la vida r¨²stica en Las Alpujarras"
"Cuando llegamos a El Valero, mi mujer y yo tomamos la primera taza de t¨¦ en unas latas vacias de at¨²n"
"Con el cortijo encontramos algo casi salvaje, dif¨ªcil de ver en una Europa urbanizada y llena de autov¨ªas"
A El Valero, un remoto cortijo en Las Alpujarras (Granada) sin carretera de acceso, lleg¨® una invitaci¨®n en 1998 para celebrar el 30? aniversario de Genesis, una de las bandas m¨¢s exitosas del siglo XX. El encuentro, del que no tuvieron noticia los medios de comunicaci¨®n, se llevar¨ªa a cabo en un selecto club del barrio londinense de Soho y reunir¨ªa a todos los que participaron en la aventura de la banda. Sin esposas, sin parejas, sin hijos. El destinatario de aquella invitaci¨®n era Chris Stewart, m¨¢s conocido en el cercano pueblo de ?rgiva como Crist¨®bal el Ingl¨¦s. No sab¨ªan que Chris fue uno de los fundadores de Genesis, en 1967, bater¨ªa en los primeros singles (Silent sun y A winter's tale) y compa?ero de Peter Gabriel, Tony Banks, Anthony Phillips y Mike Rutherford en uno de los colegios m¨¢s exclusivos y caros del Reino Unido.
A Chris lo echaron del grupo en 1968, con 17 a?os. Cuando le lleg¨® la invitaci¨®n ten¨ªa 47, una hija nacida en Granada y las manos callosas, no de las baquetas, sino de esquilar, cultivar naranjas y criar ovejas segure?as para llegar a fin de mes. Su nombre no aparec¨ªa en el primer ¨¢lbum de Genesis ni hab¨ªa recibido ning¨²n dinero por su participaci¨®n. Pero ¨¦l no es rencoroso y vol¨® a Londres.
"La verdad es que me echaron del grupo con raz¨®n: era el peor bater¨ªa del mundo. Peter Gabriel fue el primer percusionista, pero prefer¨ªa cantar y me pas¨® las baquetas. En los 30 a?os que hab¨ªan pasado desde entonces no hab¨ªa vuelto a verlos, excepto a Anthony Phillips. La conversaci¨®n enseguida gir¨® sobre m¨²sica y m¨²sicos. Un aburrimiento. Mi vida no ten¨ªa nada que ver y yo tampoco hab¨ªa seguido la trayectoria de Genesis. Me interesan m¨¢s otras m¨²sicas. Afortunadamente, me junt¨¦ en una esquina con Phil Collins y con Anthony y les habl¨¦ de El Valero. Pasamos una noche estupenda. A las dos de la ma?ana, todos nos despedimos jur¨¢ndonos amistad eterna. Y no hemos vuelto a vernos". Chris r¨ªe en el porche de su cortijo, frente al espectacular valle del Guadalfeo, donde vive desde 1988. A los pies del empinado promontorio donde El Valero extiende sus 70 hect¨¢reas de olivos, naranjos, almendros, limoneros y piedras confluyen los r¨ªos C¨¢diar y Trev¨¦lez, como dos serpientes plateadas a las que protegen y ocultan agrestes monta?as azuladas. Las historias que Phil Collins y Anthony Phillips escucharon aquella noche eran tan asombrosas como el paisaje desde El Valero. Pero a¨²n m¨¢s ins¨®lito era lo que iban a desencadenar.
Seducidos por los relatos de Chris, unos amigos le pidieron que escribiera un libro sobre su vida en Las Alpujarras. ?l s¨®lo ten¨ªa que preocuparse de redactar y ellos se encargar¨ªan del resto. Dicho y hecho. Crearon una peque?a editorial independiente, Sort of Books, y le regalaron un ordenador port¨¢til. Chris puso manos a la obra con el mismo entusiasmo con que antes hab¨ªa levantado la casa, tendido metros de tuber¨ªas y construido puentes para atravesar el r¨ªo Trev¨¦lez, que separa El Valero del pueblo granadino de ?rgiva. "No me dio miedo, aunque lo ¨²nico que hab¨ªa escrito hasta entonces eran gu¨ªas de viaje. Mi mujer, Annie, dudaba de que nuestra vida fuese a interesar a nadie, pero descubr¨ª el placer enorme de escribir. ?Fue una verdadera revelaci¨®n!".
En 1999 apareci¨® Driving over lemons, publicado en castellano con el t¨ªtulo de Entre limones. Peter Gabriel lo recomend¨® calurosamente: "Una vida id¨ªlica en un lugar remoto de Europa. Chris est¨¢ hecho de una pasta especial". Ingenioso, entra?able y muy divertido, Entre limones narra las aventuras y desventuras de Chris y Annie durante sus primeros a?os en Las Alpujarras. El libro se convirti¨® en un bombazo: recibi¨® excelentes cr¨ªticas, cosech¨® premios, vendi¨® r¨¢pidamente un mill¨®n de ejemplares, fue traducido en Italia, Francia, Alemania, Holanda, Suecia, Finlandia, Dinamarca, Taiwan, Jap¨®n, Israel, Estonia, Polonia... Con 48 a?os, Chris pas¨® de ser un an¨®nimo esquilador en Andaluc¨ªa a un reclamado autor ingl¨¦s en prestigiosos encuentros literarios internacionales. En el primer Hay Festival al que acudi¨® demostr¨® todas sus habilidades manuales: esquil¨® ovejas ante el p¨²blico y luego charl¨® sobre su libro. Su publicaci¨®n en Espa?a, aunque tard¨ªa, tambi¨¦n ha sido espectacular: Entre limones apareci¨® en septiembre de 2006 y en tres meses vendi¨® m¨¢s de 40.000 ejemplares.
La prueba definitiva de su triunfo literario fueron las imprevistas visitas que empezaron a recibir en El Valero: ingleses, estonios, israel¨ªes, coreanos, japoneses, chinos, holandeses, suecos, alemanes? Al cortijo s¨®lo se llega a trav¨¦s de un ¨¢spero y largo camino de cabras sin se?alizar. A veces es preciso cruzar el impetuoso r¨ªo Trev¨¦lez, para lo que Chris tiene un Land Rover preparado en cada margen cuando el r¨ªo viene crecido: llega en un coche hasta el r¨ªo, cruza a pie y luego contin¨²a con el otro.
El paraje ser¨ªa el refugio ideal para un ermita?o: la versi¨®n alpujarre?a del retiro de san Antonio, al que un cuervo tra¨ªa cada d¨ªa una hogaza de pan para alimentarle. Acostumbrada al silencio, la familia Stewart escuchaba aproximarse las botas de los entusiastas lectores que acud¨ªan para observar el para¨ªso descrito en Entre limones. "Existe un movimiento llamado Ola verde que propone abandonar la vida urbana y regresar al campo en busca de algo m¨¢s profundo y satisfactorio. Por las cartas que recibo, creo que unas 50 personas que me han le¨ªdo se han establecido en Las Alpujarras, y m¨¢s de mil en Espa?a", aventura Chris, quien a sus 55 a?os mantiene el porte ¨¢gil de alguien que trabaja con su cuerpo.
Los visitantes no han cesado desde 1999. Tras Entre limones, Chris public¨® con igual ¨¦xito la continuaci¨®n, A parrot in the pepper tree, y recientemente, The almond blossom society. Quienes alcanzan El Valero encuentran una versi¨®n feliz, pero muy esforzada de la vuelta al campo. "Nos autoabastecemos en un 70%. Mi d¨ªa consiste en dar de comer a las gallinas, a las ovejas y a los corderos, pasear a los perros, trabajar en la huerta, recoger a mi hija, Chlo?, del colegio, preparar la cena? Formamos parte de una cooperativa aceitera y de otra de agricultura ecol¨®gica. Me cuesta dejar El Valero m¨¢s de cuatro d¨ªas seguidos: es como un ser vivo que te necesita. Si no fuera porque tengo que llevar a Chlo? al colegio, s¨®lo ir¨ªa al pueblo una vez a la semana", cuenta Annie, una mujer delgada, serena y fuerte, con unos preciosos ojos azules. Posado en su hombro permanece Porka, un loro enamorado con fama de mis¨¢ntropo, que no cesa de darle piquitos en la boca. Desde el ¨¦xito literario de Chris, es Annie quien se ocupa fundamentalmente del inmenso cortijo. "Yo he vivido siempre rodeado de mujeres fuertes: Annie, mi hija, mi editora, la intermediaria que me vendi¨® El Valero? En este cortijo s¨®lo hay un macho y medio: el loro es el macho. Yo represento el medio".
A pesar de su aislamiento, todo el mundo conoce a Chris en ?rgiva. El alcalde, Adolfo Mart¨ªn Padial, ha le¨ªdo Entre limones en la versi¨®n inglesa. Algunas cosas le gustaron m¨¢s; otras, menos: "Da una visi¨®n muy personal y algo id¨ªlica de nuestra tierra. Nosotros, los alpujarre?os, tenemos otra idea: aqu¨ª la vida es muy bonita, pero muy dura. Hay muchos cortijos abandonados porque la gente emigra. Y el retrato de los personajes me pareci¨® regular, regular. Denota un poco de desconocimiento de la realidad orgive?a y alpujarre?a. Su autor es un se?or muy educado, pero no est¨¢ muy integrado en el pueblo. Vive en un cortijo encima de un mogote con una gran vista. Un sitio estupendo para quien le guste vivir aislado, pero a la puerta de su casa no podr¨ªa llegar la ambulancia".
Chris no est¨¢ de acuerdo con la visi¨®n del alcalde: "Los nombres de los personajes est¨¢n cambiados, pero ellos son reales y sus retratos son bastante justos. Cuando Annie y yo llegamos, el sitio era maravilloso, pero la vida era brutal: hambre, trabajo duro, sin ducha? Hab¨ªa mucha pobreza, pero tambi¨¦n aventura y los placeres de lo sencillo. Yo cuento los ¨²ltimos a?os de la vida r¨²stica en La Alpujarra, en estos pueblos de estilo bereber con un paisaje tan agreste, salvaje y exquisito. Pero la vida ha cambiado en estos 18 a?os. Hay un abandono de la agricultura de monta?a y eso est¨¢ afectando la belleza de la zona. Y luego est¨¢n los tiburones, que intentan quitar el agua de Las Alpujarras para hacer campos de golf y urbanizaciones en la costa".
'Entre limones' mantiene la actitud rom¨¢ntica y fascinada ante lo espa?ol de viajeros brit¨¢nicos del siglo XIX como George Borrow o Richard Ford, pero es un libro del siglo XX: posee sentido del humor y la fina percepci¨®n de quien vive en el lugar. Los personajes tambi¨¦n difieren: ya no son bandoleros ni gitanos, sino at¨¢vicos campesinos y pastores locales y una extravagante mezcolanza de hippies, budistas y seguidores extranjeros de la new age. El autor describe con gracia, y con el maravilloso ojo ingenuo del extranjero, a los alpujarre?os. Buenas gentes que ofrecen a los budistas tocino y chorizo; pastores convencidos de que las ovejas morir¨¢n electrocutadas cuando Chris las trasquile con su m¨¢quina el¨¦ctrica; p¨ªcaros tratantes; sujetos que desayunan cabezas de pollo chamuscadas: hombres imaginativos que, como forma de combatir el calor, duermen dentro de las acequias, atados a una ra¨ªz para no ahogarse...
Al alcalde no le gustaron mucho los retratos de algunos de sus vecinos, pero probablemente ri¨® con las descripciones de los extranjeros: gentes que aseguran, por ejemplo, que las moscas no te molestan si est¨¢s en paz con la naturaleza y contigo mismo, y que utilizan s¨®lo como abono sus excrementos y algas marinas. O al leer la llegada de Chris y Annie a El Valero: "Lo que necesit¨¢bamos era a cup of tea [una taza de t¨¦]. Si eres ingl¨¦s, lo mismo que si eres chino, siempre necesitas una taza de t¨¦ en esos momentos". Como no ten¨ªan tazas, utilizaron latas vac¨ªas de at¨²n. "En la superficie del t¨¦ flotaba una capa de aceite de pescado. Nos sentamos y, con un suspiro, nos pusimos a contemplar la preciosa vista de r¨ªos y monta?as que se extend¨ªa a nuestros pies mientras beb¨ªamos a sorbos lo que sin duda era la bebida m¨¢s detestable que jam¨¢s hab¨ªa pasado por labios humanos".
Puede que Las Alpujarras sean una "exc¨¦ntrica regi¨®n al sur de Granada", como la definen los editores ingleses de Chris, pero es seguro que para ellos y para el alcalde la excentricidad tiene nacionalidades distintas. Lo que Peter Gabriel denomina "una vida id¨ªlica" es la raz¨®n de que numerosos alpujarre?os emigren a la ciudad. Chris realiz¨® el camino inverso cuando se estableci¨® en El Valero. El genuino asombro que sinti¨® al llegar a ?rgiva desde Inglaterra lo debieron de experimentar tambi¨¦n los vecinos al ver el inicio de su andadura por sus tierras. Y eso que en ?rgiva, un lugar cuando menos pintoresco, est¨¢n acostumbrados a lo inusual. No lejos de all¨ª se levanta el primer centro budista tibetano de Espa?a, y en un pueblo cercano naci¨® Osel Hita, el ni?o lama espa?ol. Por las calles de ?rgiva pueden verse budistas con sus ropajes granates y naranjas, hippies que viven en caravanas, ecologistas, practicantes de taichi y musulmanes, conocedores de que la zona fue lugar de retiro de Boabdil.
"En ?rgiva somos de derecho 5.600 habitantes y con los extranjeros llegamos a 7.000. Hay tres asentamientos estables de hippies en el r¨ªo Guadalfeo, que no est¨¢n integrados ni nada. Y luego est¨¢ la poblaci¨®n que llamamos los guiris, entre los que se encuentra Chris Stewart. Ellos s¨ª llevan a sus hijos a la escuela. Con tantos extranjeros hemos progresado algo en idiomas, pero no crea que va a la calle y se encuentra a la gente hablando en extranjero", aclara Adolfo, el alcalde.
Para a?adir sabor al lugar, los orgive?os se llaman entre ellos hueveros. Y, aplicando la misma l¨®gica, a su patr¨®n, el Cristo de la Expiraci¨®n, le conocen como El Cojon¨²o. Pero si los alpujarre?os tienen su aquel, la aventura de Chris debi¨® de parecer bastante exc¨¦ntrica a m¨¢s de uno, incluidos amigos y familiares. "Con 21 a?os vine a Sevilla a estudiar guitarra y me enamor¨¦ de Andaluc¨ªa. Casi dos d¨¦cadas despu¨¦s, cuando ya hab¨ªa le¨ªdo Al sur de Granada, de Gerald Brenan, recorr¨ª con Annie todas las provincias andaluzas hasta llegar a ?rgiva". Los vecinos se enteraron pronto de que un extranjero hab¨ªa comprado por cinco millones un cortijo cuyo due?o estaba dispuesto a venderlo por uno. Sin acceso ni electricidad ni agua corriente. En la margen equivocada del r¨ªo, cuyas crecidas lo a¨ªslan durante meses. Con la posibilidad de desaparecer bajo una futura presa. Plagado de alacranes y de culebras. Y con el antiguo propietario neg¨¢ndose a abandonar la casa con la excusa de que era "su hogar espiritual". ?Inaudito!
La preparaci¨®n del nuevo comprador para vivir del campo fue, digamos, peculiar. Tras dejar Genesis, Chris pas¨® por varios trabajos: percusionista en un circo, esquilador itinerante, miembro de la tripulaci¨®n de un yate a Grecia, escritor de gu¨ªas de viaje y guitarrista en un restaurante ruso de Londres. Tambi¨¦n sab¨ªa pilotar aviones y defenderse con la cocina francesa y con varios idiomas: sueco, holand¨¦s, alem¨¢n, chino, franc¨¦s y espa?ol. Pero ni los agricultores ni los pastores de los cortijos vecinos ten¨ªan mucho tiempo para dedicarlo a asombrarse, as¨ª que zanjaron el asunto de la siguiente guisa:
-?Y esto qu¨¦ es?
-?ste es el extranjero que ha comprado El Valero.
Luego las cosas cambiaron. Chris entabl¨® una hermosa amistad con su vecino Domingo, un hombre capaz de hacer cualquier cosa y hacerla bien. Introdujo la m¨¢quina de esquilar el¨¦ctrica en Las Alpujarras. Particip¨® en matanzas, fabric¨® puentes, levant¨® corrales, compr¨® ovejas... En 1990 tuvo una hija cortijera: Chlo?. "Has sembrado tu semilla aqu¨ª: ahora eres uno de nosotros", le dijo entonces el padre de Domingo. Un guiri, como confirma Chlo? en sinton¨ªa con el alcalde. "Yo soy de aqu¨ª y en cuanto pueda me voy a sacar el pasaporte espa?ol, pero mis padres son guiris". Pero Chris no es un guiri cualquiera: al igual que Gerald Brenan se convirti¨® en don Gerardo, ¨¦l ha pasado a ser Crist¨®bal el Ingl¨¦s.
Entre limones trajo a El Valero dinero y una seguridad que la familia Stewart no recordaba. "Durante diez a?os, antes del ¨¦xito del libro, trabajamos en el cortijo siete d¨ªas a la semana. Nuestros ingresos proven¨ªan fundamentalmente de mis viajes a Suecia, dos veces al a?o, para esquilar ovejas. Hubo ocasiones en que Annie y yo bajamos andando al pueblo (unos doce kil¨®metros) para ahorrar gasolina. Pero fue una compra muy meditada: hab¨ªamos encontrado un terreno casi salvaje, algo dif¨ªcil de hallar en una Europa donde casi todo est¨¢ urbanizado y lleno de autov¨ªas". Annie, cuya madre vive en Nerja, lo confirma: "Tard¨¦ un a?o en adaptarme. No sab¨ªa por d¨®nde empezar. Y hubo momentos en los que pens¨¦ en irme del cortijo, pero nunca de Espa?a".
Quien llegue a El Valero esperando encontrar una vivienda tipo Casa y Jard¨ªn quedar¨¢ decepcionado. A pesar de su desahogada situaci¨®n actual, los Stewart mantienen una gran austeridad. "Somos socialistas, radicales, rom¨¢nticos y hippies. Y muy afortunados. Estamos muy preocupados por el deterioro del planeta y nos esforzamos para que nuestra huella ecol¨®gica sea lo m¨¢s inocua posible. Es cierto que deber¨ªamos hacer algunas mejoras en la casa: la ¨²ltima vez que llovi¨® tuvimos 14 goteras. Pero yo disfruto manch¨¢ndome las manos en las obras y ahora no dispongo de tiempo", confiesa Chris. El Valero es un ejemplo de arquitectura espont¨¢nea: existen dos viviendas, la que ellos ocupan y otra que tienen alquilada. Diseminadas entre ellas, antiguos corrales y establos reconvertidos en una biblioteca, un hammam sin acabar y una futura habitaci¨®n para Chlo?, a medio hacer. No hay aire acondicionado ni m¨¢s calefacci¨®n que una chimenea. La ¨²nica fuente de energ¨ªa son placas solares, que cuando arranca el ordenador provocan que se apague el equipo de m¨²sica. Tan s¨®lo dos personas ayudan a tiempo parcial en el cortijo. "Lo que para nosotros es la gloria, para otros ser¨ªa una pesadilla", corrobora Chris.
En El Valero se respira armon¨ªa. Entre el matrimonio: "Annie y yo nos llevamos muy bien. Cuando nos conocimos, hace 30 a?os, sus padres le preguntaron si nos pele¨¢bamos. Ella dijo que no y entonces ellos le avisaron: 'Entonces esa relaci¨®n no tiene futuro'. Pues aqu¨ª nos tienes". Entre los padres y su hija adolescente: "A m¨ª me gusta vivir aqu¨ª", dice Chlo?, a pesar del aislamiento, de no tener televisi¨®n y de la ocasional presencia de alacranes paseando en sus vaqueros. Su padre sonr¨ªe: "Chlo? est¨¢ muy orgullosa de su pueblo". Hay armon¨ªa hasta entre los perros y los gatos, que parecen haber sido vacunados por el doctor Love.
En el entorno se han establecido nuevos extranjeros, atra¨ªdos por los libros de Chris. "El otro d¨ªa, un empresario de ?rgiva me abraz¨® en plena calle: '?Mi cafeter¨ªa est¨¢ llena de gente leyendo tu libro! ?Es maravilloso! Estamos pensando en levantarte una estatua de piedra en la plaza'. ?Qu¨¦ le iba a decir? 'Pero, hombre, ?no podr¨ªa ser en bronce?", bromea el escritor. El alcalde mantiene una prudente reserva: "Si el libro ha influido positivamente en el turismo, no le puedo decir. Tampoco puedo negarlo. Aqu¨ª siempre ha venido mucha gente atra¨ªda por las bendiciones de esta tierra: el clima magn¨ªfico, el sol, la situaci¨®n, a 40 kil¨®metros de las nieves perpetuas de Sierra Nevada y a 30 de la playa, la tranquilidad y que la gente es muy acogedora".
El Valero no s¨®lo llegan lectores entusiastas. Un d¨ªa aparecieron cuatro marroqu¨ªes que hab¨ªan alcanzado Algeciras en patera y andaban por la monta?a esquivando a la Guardia Civil. "Aunque vivimos aislados, estamos al tanto de lo que pasa en el mundo con The Guardian Weekly, Le Monde Diplomatique, The BBC World Service y El Ideal de Granada. Les ofrecimos comida, agua y tabaco. Tengo una plataforma de un mill¨®n de lectores y eso conlleva sus obligaciones: informar, entretener y hacer lo posible para mejorar el mundo. Trabaj¨¦ para Granada Acoge, pero tuve que dejarlo. No sab¨ªa nada del proceso administrativo y me pusieron a contestar el tel¨¦fono. Imag¨ªnate, con mi acento, los acentos de los dem¨¢s y todo el mundo gritando en la sala".
De los callos en las palmas de Chris s¨®lo queda una huella amarillenta y reblandecida. "Siempre quise ser m¨²sico y he resultado escritor. Eso es lo que soy, aunque a¨²n me averg¨¹enza no trabajar con las manos. A mis amigos escritores les digo que soy un campesino, y a mis amigos campesinos, que soy un escritor". En El Valero escribir¨¢ sus pr¨®ximos libros. Por lo menos de momento. "S¨®lo nos marcharemos si un d¨ªa se acaba el agua", comenta Annie, mirando con preocupaci¨®n los r¨ªos C¨¢diar y Trev¨¦lez, que serpentean a sus pies. "Entonces iremos a un lugar donde haya naranjos. El ser humano para vivir feliz s¨®lo necesita una familia y un naranjo. Bueno, eso del naranjo lo pienso ahora, antes pensaba que bastaba una mujer", sonr¨ªe Chris.
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