Zapatos de claqu¨¦
El abogado de Trashorras encandila a su cliente pero deja una sensaci¨®n de condena inevitable
El chivato Zouhier llega al juicio de punta en blanco. Camisa de seda, pantalones ajustados, zapatos como de claqu¨¦. Si el programa se cumple, su abogado subir¨¢ al estrado a media ma?ana para pronunciar su alegato final y el juez G¨®mez Berm¨²dez, como tiene por costumbre, permitir¨¢ que el acusado abandone durante unos minutos la habitaci¨®n de cristal blindado y siga el juicio desde la primera fila. De ah¨ª la inusual compostura del confidente. Pero a las dos de la tarde, y despu¨¦s de casi cuatro horas de ret¨®rica, Gerardo Turiel, el abogado del traficante Su¨¢rez Trashorras, contin¨²a erre que erre.
-Nunca en los 50 a?os que llevo de abogado -llega a decir Turiel- hab¨ªa asistido a un proceso donde se manipularan tanto las pruebas. ?Estamos ante una aut¨¦ntica corruptela procesal!
Turiel: "En 50 a?os nunca hab¨ªa asistido a un juicio donde se manipularan tanto las pruebas. ?Estamos ante una aut¨¦ntica corruptela procesal"!
Trashorras -¨¦l s¨ª sentado en la primera fila- abandona su habitual letargo para soltar algo parecido a una sonrisa. No ser¨¢ la ¨²nica. Cada vez que el abogado de pelo blanco lanza una pulla contra el juez Juan del Olmo o la fiscal Olga S¨¢nchez -sus blancos favoritos-, el traficante pone cara de ?uy lo que ha dicho! y se r¨ªe a continuaci¨®n. Hay abogados, y Turiel es tal vez el mejor ejemplo, que sintonizan a la perfecci¨®n con sus clientes. Otros casos son los de Endika Zulueta con El Egipcio y Antonio Alberca con el propio Zouhier.
-No, no, no, ?que no!
Zouhier se desga?ita sin ¨¦xito en el interior de la habitaci¨®n de cristal blindado. El abogado de Trashorras acaba de decir en la sala que el confidente de la Guardia Civil dio con sus huesos en la c¨¢rcel de Villabona por reventar con explosivos una joyer¨ªa en 2001. Zouhier lleva raz¨®n al decir que no. Lo pillaron, s¨ª. Y por desvalijar una joyer¨ªa, tambi¨¦n. Pero no fue ayud¨¢ndose de dinamita, sino empleando un sutil m¨¦todo llamado alunizaje que consiste en estampar un veh¨ªculo robado -a ser posible del tipo todoterreno- contra el escaparate de una joyer¨ªa o una tienda de pieles y salir de najas -a ser posible antes de que llegue la polic¨ªa- en otro veh¨ªculo -a ser posible de gran cilindrada-. Da igual. Aunque a estas alturas del juicio todo el mundo en la sala sabe c¨®mo se perpetr¨® aquel robo -en el que tambi¨¦n particip¨® El Conejo-, Turiel contin¨²a su alegato y Zouhier, cansado, deja de decir que no.
-Mi cliente -vuelve a la carga el abogado de Su¨¢rez Trashorras- no sab¨ªa que El Chino era un terrorista...
Ahora no es Zouhier el que dice que no, pero una sonrisa guasona aflora en el rostro de abogados y p¨²blico habitual. No una ni dos veces, sino muchas m¨¢s durante las 52 jornadas del juicio, la fiscal S¨¢nchez y los abogados de la acusaci¨®n han puesto sobre la mesa un altercado protagonizado en febrero de 2004 por Carmen Toro, la entonces mujer de Trashorras, y El Chino.
De regreso de su viaje de novios, el traficante y su mujer visitaron a su amigo marroqu¨ª en la finca de Morata de Taju?a. Jamal Ahmidan les ofreci¨® un refresco de Mecca Cola y Carmen Toro le respondi¨® que prefer¨ªa la Coca-Cola. Se ensarzaron y terminaron malamente. El Chino ya no era el traficante de hach¨ªs que siempre fue, sino un fundamentalista convencido. Hasta les justific¨® sin cortarse un pelo el atentado de Al Qaeda contra las Torres Gemelas de Nueva York.
La intervenci¨®n de Turiel -del que se esperaba mucho- contin¨²a por ese camino. Encandila a sus colegas cuando habla y a su cliente cuando le atiza a la fiscal, pero naufraga cuando de lo general desciende a lo particular.
-Porque Cartagena, quiero decir Lavandero, o Lavandera...
Hace a?os se hizo famoso por los juzgados de Madrid un orondo abogado cuya especialidad consist¨ªa en encandilar a sus clientes durante el juicio con grandes gestos y palabros dif¨ªciles de entender.
-Don Emilio, don Emilio, ?usted cree que pondr¨¢n en libertad a mi Jonathan?
-S¨ª, mujer, ya hablar¨¦ con el se?or juez.
Al Jonathan lo terminaban condenando a una larga temporada en la c¨¢rcel, pero para entonces don Emilio ya hab¨ªa cobrado su minuta en dinero contante y sonante cuando no en un Mercedes de los grandes. Nada que ver por supuesto entre aquel don Emilio -que a d¨ªa de hoy exp¨ªa sus muchas culpas en prisi¨®n- con el prestigioso Gerardo Turiel. Salvo en una cosa. A juicio de muchos de los presentes, lo satisfecho que ayer caminaba el tal Su¨¢rez Trashorras de vuelta a la habitaci¨®n de cristal blindado no se correspond¨ªa con los argumentos aportados para desbaratar una petici¨®n de pena que se acerca a los 40.000 a?os. De hecho, hay un momento en que Turiel termina concediendo:
-Acepto que mi cliente indicara a El Chino d¨®nde conseguir los explosivos, pero de ah¨ª a ser colaborador necesario...
El chivato Zouhier sigue el juicio como nadie. Aplaude, protesta, utiliza el banco desocupado que tiene delante para apuntar notas que m¨¢s tarde env¨ªa a su abogado para ayudarle en su defensa. Ayer se desesper¨® esperando que el abogado de Trashorras dejara de hablar. Hoy, siguiendo el ritual, G¨®mez Berm¨²dez mandar¨¢ a los guardias que lo saquen de la habitaci¨®n de cristal blindado y lo sienten delante en la primera fila. Con sus m¨²sculos bien afilados y sus zapatos de claqu¨¦, pero, sobre todo, con la sensaci¨®n -visible en sus gestos- de que ya nadie se creer¨ªa aquello que dijo el primer d¨ªa del juicio.
-Soy superinocente, se?or¨ªa.
LA DEFENSA DEL EX MINERO
El abogado de Trashorras cita el limbo de Guant¨¢namo en su alegato final
"Esto no es Guant¨¢namo pero por ese camino vamos". El abogado de Emilio Su¨¢rez Trashorras, que supuestamente facilit¨® los explosivos para el atentado, denunci¨® ayer en la vista m¨²ltiples irregularidades en la instrucci¨®n judicial del caso.
El supuesto trastorno de un ex minero
La defensa de Trashorras defendi¨® que ex el minero es un enfermo mental que tiene perturbadas su inteligencia y su voluntad por lo que no puede ser condenado.
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