La galaxia del f¨²tbol

Fueron los primeros gal¨¢cticos. Pel¨¦, Franz Beckenbauer, Carlos Alberto, Johan Cruyff. Quiz¨¢ hasta entonces el mercantilismo del f¨²tbol no se hab¨ªa hecho tan presente. Y lleg¨® a la manera americana, con un equipo cuyo nombre ya anticipaba ecos de una lejana galaxia: el Cosmos de Nueva York. Corr¨ªan los a?os setenta y un tipo que no hab¨ªa visto un partido de f¨²tbol en su vida decidi¨® crear un club para la historia. Quiz¨¢ no para la del f¨²tbol, pero s¨ª para la historia del Derecho Mercantil. Ese hombre era Steve Ross, fundador de Warner Communications, y figura central del documental Once in a lifetime, excelente trabajo sobre los d¨ªas de gloria en el pa¨ªs de las barras y las estrellas del deporte que casi todos adoraban (salvo ellos mismos).

Con un prodigioso montaje en el que se rememora el estilo iconogr¨¢fico de aquellos a?os, a Once in a lifetime no le falta ni la bola de espejos del Studio 54, m¨ªtica discoteca en la que las estrellas del equipo (y los gerifaltes del club) eran tratados como dioses. Particiones de pantalla; cambios de plano al ritmo de la m¨²sica; ingente trabajo de documentaci¨®n; banda sonora a base de James Brown, The Supremes, Steely Dan... Paul Crowder y John Dower, creadores del documental, abarcan todo el abanico de implicaciones del Cosmos: el puramente futbol¨ªstico, donde los fan¨¢ticos admirar¨¢n la apote¨®sica clase de Pel¨¦; el econ¨®mico, donde la televisi¨®n jug¨® un importante papel para el ascenso y ca¨ªda de un deporte con una ¨²nica pausa para poder introducir anuncios, y el pol¨ªtico, donde no pod¨ªan faltar ni el omnipresente Henry Kissinger ni el iluso presidente Gerald Ford intentando dar dos toques seguidos a un bal¨®n que para ¨¦l era un mel¨®n.

Aguerrido, apasionante y veraz. S¨®lo una mancha en Once in a lifetime, no achacable a sus directores. No hay entrevistas actuales con Pel¨¦. Pidi¨® 100.000 d¨®lares por participar. La galaxia del dinero.