El Ni?o no crece
Sergio Garc¨ªa desaprovecha su ventaja en la ¨²ltima jornada y cede al triunfo a Harrington, al que ganaba por seis golpes
El golf es un deporte de excesos. Un juego propenso a la ciclotimia. S¨®lo apto para mentes de hierro y corazones a prueba de bomba. En algunas ocasiones, adem¨¢s, puede resultar cruel. Muy cruel.
Ocurri¨® ayer, en la ¨²ltima jornada del Open Brit¨¢nico. La que deb¨ªa llevar a la gloria a Sergio Garc¨ªa. Era la oportunidad de disipar sus fantasmas y acabar de una vez por todas con el estigma que le persigue: no haber ganado nunca un grande. Pero la maldici¨®n de Carnoustie volvi¨® a cebarse con el golfista espa?ol. Y lo hizo en el peor momento, cuando estaba a tan s¨®lo un golpe de figurar en los anales junto a Olaz¨¢bal y Ballesteros. Pero la gloria se la llev¨® otro.
Padraig Harrington se convirti¨® en el primer irland¨¦s en 60 a?os en vencer en el Open. Es su ¨²nica victoria en un torneo de calado y el primer major que consigue un europeo desde que en 1999 lo logr¨® Paul Lawrie en este mismo escenario. Harrington part¨ªa en la jornada como uno de los posibles aspirantes al triunfo, pero lejos del espa?ol, a seis golpes de distancia. Su juego, constante y sobrio, fue minando las diferencias hasta que todo se decidi¨® en un final dram¨¢tico.
Garc¨ªa atraves¨® una p¨¢jara en los hoyos intermedios y permiti¨® recuperarse a sus rivales
La maldici¨®n de Carnoustie volvi¨® a cebarse con el espa?ol a un golpe de la victoria
De nuevo el hoyo 18 del Open Brit¨¢nico. El m¨¢s dif¨ªcil de Carnoustie, el que m¨¢s pesadillas despierta y el que ha unido a su n¨®mina de v¨ªctimas ilustres el nombre de Sergio Garc¨ªa. Primero, la r¨ªa Barry se ceb¨® con Harrington. Hasta dos veces mand¨® la bola al agua el irland¨¦s. Con todo a favor, otra vez el efecto Carnoustie dict¨® su ley. Como en 1999, con Jean Van de Velde, el franc¨¦s que malgast¨® tres hoyos de ventaja y regal¨® el torneo. Pero el regusto que dej¨® fue el mismo, el de la gran oportunidad perdida. Todo a favor para el espa?ol, que deb¨ªa firmar el par del hoyo. S¨®lo cuatro golpes.
Garc¨ªa resoplaba en el tee. Soltaba la tensi¨®n. Agarr¨® un hierro y le peg¨® duro, con fe. El segundo fue bastante peor, envi¨® la bola al b¨²nker. Pero todav¨ªa hab¨ªa esperanza. La bola se qued¨® en una buena posici¨®n. Su madre y sus hermanos se observaban cerca del green, nerviosos, mirando al cielo.
La salida del b¨²nker fue muy buena. La bola se qued¨® a escasos dos metros. Era un putt sencillo. Sergio apoy¨® el palo en su ombligo y le peg¨® con mimo. El recorrido de la bola se hizo interminable. El hoyo fue ingrato. Escupi¨® la bola y mand¨® el partido al playoff.
Fue una l¨¢stima, porque el partido comenz¨® bien para Sergio. Las sensaciones eran buenas. Parec¨ªa tranquilo, sonriente, su rictus no denotaba una tensi¨®n excesiva. En el hoyo 3, su compa?ero de partido, y hasta ese momento m¨¢ximo rival, Steve Stricker, peg¨® un gran segundo golpe que dej¨® la bola a un palmo del green. Era la primera advertencia, la que evidenciaba que no ganar¨ªa el Open Brit¨¢nico sin sufrir. Buena reacci¨®n. Sergio emul¨® al estadounidense y dej¨® su bola en disposici¨®n de conseguir el primer birdie en su cuenta. No hab¨ªa mejor forma de empezar.
Pero Sergio atraves¨® una enorme p¨¢jara en los hoyos intermedios. A medida que iba avanzando en el recorrido, su ventaja se iba esfumando. Los bogeys en el quinto, el s¨¦ptimo y el octavo hoyo abrieron el abanico de candidatos a la victoria. De entre ellos, dos destacados: el irland¨¦s Harrington y Andr¨¦s Romero, un tapado salido de la nada que quer¨ªa emular a su compatriota ?ngel Cabrera, ganador del pasado US Open, y darle la segunda victoria a Argentina en un major esta temporada. La vuelta de Romero fue rara, por lo irregular y excepcional. Pero el hecho es que lleg¨® a alcanzar el liderato en solitario despu¨¦s de lograr hasta 10 birdies en todo el recorrido. Una barbaridad.
A Romero, sin embargo, se le apagaron las luces en el ¨²ltimo tramo del recorrido. En el hoyo 17, una mala salida envi¨® su bola al rough. El segundo golpe fue peor. Lo envi¨® fuera de los l¨ªmites del campo. Tuvo que dropar. El doble bogey le alejaba del t¨ªtulo. Otro fallo en el 18 fue su sentencia. Se qued¨® sin opciones, pero el sue?o fue bonito mientras dur¨® y el p¨²blico escoc¨¦s se lo reconoci¨® con una sonora ovaci¨®n.
Harrington se mostr¨® m¨¢s tranquilo durante toda la jornada, m¨¢s regular. Sin excesos. Pero su labor de zapa era constante. Hasta el ¨²ltimo hoyo su tarjeta no recog¨ªa mancha alguna. Ni un solo bogey en todo el d¨ªa para el irland¨¦s. Un eagle en el hoyo 14 neutraliz¨® la distancia con sus rivales y le coloc¨® en cabeza, liderato que se ir¨ªa alternando durante los ¨²ltimos hoyos con el argentino y el espa?ol, hasta el final del partido.
Ah¨ª, en la muerte s¨²bita, el partido deb¨ªa volver a la escena del crimen. Pero Harrington no dej¨® que el hoyo 18 le volviera a amargar la tarde. El irland¨¦s arranc¨® con fuerza, firmando un birdie en el hoyo 1, el primero del desempate. A Garc¨ªa, sin embargo, se le atragant¨®. Quiz¨¢s pensaba todav¨ªa en el putt fallado. El de Castell¨®n volvi¨® a errar. Mal s¨ªntoma.
Fue la espita que necesitaba el irland¨¦s. Harrington comenz¨® a sentirse m¨¢s seguro de sus posibilidades. Ol¨ªa la sangre de la presa. Ya se sent¨ªa el ganador. Comenz¨® a jalear al p¨²blico y a esbozar la sonrisa de la victoria.
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