Donde vayas oir¨¢s p¨¢jaros
El control y las visitas reglamentadas convierten la isla en antesala y despensa del para¨ªso terrenal
Cuando amanece en Vigo, en C¨ªes hace mucho rato que los p¨¢jaros est¨¢n levantados, cantando, y durante el d¨ªa, donde vas oyes p¨¢jaros. Lo dijo Nuria Prada en el bar del puerto de Vigo, y fue verdad todo el rato, mientras estuvimos all¨ª, guiados por Pep¨ªn Fern¨¢ndez, bi¨®logo, coru?¨¦s que proviene de Ourense, su padre es de Lugo y su hijo es de Vigo. Un gallego de ojos azules, 43 a?os. Lleva tres temporadas (es decir, tres veranos, dirigiendo el parque nacional de C¨ªes, y lo trata como si fuera otro hijo).
Nos encontramos con ¨¦l y con Nuria Prada (y con la hermana de ¨¦sta, Elena) en el bar del puerto, antes de coger la barca que nos iba a llevar a C¨ªes. Las palomas entraban en la cafeter¨ªa. Le preguntamos a Nuria, que tiene 26 a?os y es la que lleva en la administraci¨®n de C¨ªes los certificados para que los barcos pasen o atraquen en el parque, qu¨¦ es lo que m¨¢s le impresion¨® de las islas cuando las visit¨® por primera vez.
En la isla s¨®lo hay una persona censada, pero se permite como m¨¢ximo 2.000 visitantes al d¨ªa
C¨ªes sufri¨® el embate del petr¨®leo del 'Prestige' y se convirti¨® en un escudo para la r¨ªa de Vigo
Ella estuvo en el parque nacional de Timanfaya, en Lanzarote, y volvi¨® a su tierra; aunque no est¨¢ en C¨ªes, sino en la oficina, en Vigo, tiene una imagen n¨ªtida de lo que recuerda:
-Lo ver¨¢s t¨²: donde quiera que vayas oir¨¢s p¨¢jaros.
Hace tres a?os, los p¨¢jaros, dice Pep¨ªn, estaban atemorizados; C¨ªes -la grande de las tres: San Marti?o, Ons, C¨ªes, les da nombre a todas- sufri¨® como ning¨²n otro litoral el embate del petr¨®leo del Prestige, y se convirti¨® en un escudo para que la contaminaci¨®n no arruinara la r¨ªa de Vigo. Y este enclave buc¨®lico y tranquilo, que a lo largo de su historia milenaria ("las arenas de C¨ªes tienen diez mil a?os", dice Pep¨ªn) vio decenas y decenas de naufragios y numerosas muertes, se aprest¨® a vivir su gran tragedia contempor¨¢nea. Sali¨® herido, muy malherido, pero viendo hoy lo que vemos ("la mejor playa del mundo", lo ha dicho el Guardian brit¨¢nico), es evidente que C¨ªes se ha recuperado con una salud formidable.
Todo el mundo quiere venir, a ver esa playa de leyenda, a recrearse con lo que el capit¨¢n Nemo de Verne vio en las C¨ªes; en poco tiempo, las peticiones para atracar o bucear se han multiplicado hasta 3.500 anuales, y aunque ahora en C¨ªes s¨®lo hay censada una persona (de nombre Francisco Conde), los habitantes espor¨¢dicos son reglados pero numerosos; dos mil al d¨ªa, como m¨¢ximo, que se juntan en recodos del camino con los guardas y con el personal que vigila que C¨ªes siga siendo la antesala y la despensa del para¨ªso terrenal. Aqu¨ª pescan navajas, percebes, erizos... Si un d¨ªa la isla no recibiera barcos ni v¨ªveres de ning¨²n sitio, sus habitantes seguir¨ªan comiendo como si estuvieran en los mercados de Par¨ªs.
Esos visitantes reglamentados, que llegan en los barcos tur¨ªsticos, reciben instrucciones muy precisas: han de regresar a Vigo con su basura, deben cuidar los senderos y no han de cruzar sino por donde se dice. Nadie les ha dicho que guarden silencio, pero las islas imponen, y no s¨®lo te dejan escuchar los p¨¢jaros, sino que el viento, que tiene tambi¨¦n su propia noci¨®n de la m¨²sica, se escucha como si fuera la sinton¨ªa de C¨ªes. Doscientas mil diez personas vinieron a ver el para¨ªso el a?o pasado, no les dejan llevarse ni una botella de arena, "y es que si esta arena se va", dice Pep¨ªn, "ya no vuelve jam¨¢s". La cuidan como el oro y parece vainilla.
Y est¨¢ muy fr¨ªa, el agua. Pep¨ªn dice que no importa que el agua est¨¦ fr¨ªa, al rev¨¦s. "El agua fr¨ªa es muy buena para la fertilidad; baja la temperatura testicular y aumenta la calidad de los espermatozoides". ?Y cu¨¢ntos hijos tienes, Pep¨ªn? "Uno, o sea, que habr¨¢ que ba?arse m¨¢s, ja ja ja".
De lejos ya se sabe que estamos ante un territorio excepcional, de una belleza que habr¨ªa tumbado (tambi¨¦n) a Stendhal. "Qu¨¦ va, la belleza no cansa. Algunos pueden aburrirse de verla, porque no la llevan por dentro, pero C¨ªes siempre cambia, es distinta; entras en el para¨ªso, pero el para¨ªso tiene muchas habitaciones y muchas ventanas".
La ventana est¨¢ abierta, y el barco all¨¢ nos lleva. Al mando, Fernando Carrera; a su lado, Francisco L¨®pez. Los dos han sido marineros de altura, han estado en Malvinas, en Gran Sol... Este trayecto, de Vigo al parque, es para ellos pan comido, lo hacen con la otra mano, mirando a los lados, como si lo hicieran de memoria... "Pero no te creas; a veces el mar cambia, y se vuelve muy bruto, y hay que dominarlo; ahora estamos en buen tiempo, pero cuando se revira es como si estuvieras en un temporal en medio del oc¨¦ano".
Cuando uno sabe que est¨¢ llegando a C¨ªes, veinte minutos despu¨¦s de haber dejado el puerto de Vigo, es porque se ve un monolito, el que el pueblo vigu¨¦s (?fue el pueblo vigu¨¦s?) le erigi¨® al dictador Francisco Franco. Ya no tiene el V¨ªctor, alguien se lo arranc¨®, pero seguir¨¢ ah¨ª, dice Pep¨ªn, hasta que se apruebe la Ley de la Memoria Hist¨®rica... Se iba a volar el 24 de octubre ¨²ltimo, pero una mano detuvo la piqueta.
La gente marisca utilizando el pulm¨®n; sacan navajas a pu?ados, limpias ya de la arena; cientos de gaviotas perezosas y cantarinas est¨¢n tomando el sol, y ante la contemplaci¨®n de la belleza serena que C¨ªes despide, Elena dice lo que dir¨ªa ya muchas veces m¨¢s: "Esto es una pasada". Alguien cuenta de los navajeros: "Sacan mucha pasta, pero es un trabajo que produce mucho desgaste; la presi¨®n en los o¨ªdos es tremenda, tienen que soplar y salir, ?uf!".
Cuando uno va a una isla es como si regresara al pasado; aqu¨ª, en C¨ªes, llegas a la prehistoria; est¨¢ como debi¨® estar, en muchos sitios, hace diez mil a?os, la edad de la arena; la clave de su conservaci¨®n, dicen, es que es p¨²blica, y que la Administraci¨®n (en este caso, la del Estado) la conserva sin otra interferencia privada; el Estado se ha propuesto ir comprando todo lo que alguna vez fue de particulares, y al final C¨ªes ser¨¢ patrimonio total de todos.
La conservaci¨®n a ultranza ha permitido que los posaderos de cormoranes sean los que siempre hubo, que los percebes sigan siendo el alimento m¨¢s feo y m¨¢s sabroso de los dioses... La leyenda y la realidad van pespunteando tanta belleza con algunas noticias del infierno; por aqu¨ª, nos se?alan en el barco, se hundi¨® en 1955 el Ave del Mar, y murieron 52 personas; all¨¢ arriba, un cruceiro conmemora el desastre... Hubo un cementerio (lo se?alar¨ªa luego Seraf¨ªn, que naci¨® en C¨ªes hace cerca de 80 a?os), pero ahora la gente prefiere que sus muertos se entierren en tierra firme... como si C¨ªes fuera del aire.
En C¨ªes llueve la mitad que en Vigo. Eso obliga a una vigilancia especial de los montes. ?Obsesiva la vigilancia en C¨ªes? "No", dice Pep¨ªn, "aqu¨ª lo que hacemos es aplicar el SC, el sentido com¨²n". Se aplica tambi¨¦n el SC para llevar a la gente a contribuir a la limpieza de C¨ªes; nos muestran el fondo marino: "As¨ª tendr¨ªa que estar toda la r¨ªa". Verde intenso, una combinaci¨®n de verde, azul y vainilla que da de s¨ª el espect¨¢culo de la playa de Rodas, "la mejor del mundo", seg¨²n la leyenda que ahora se acaba de consolidar.
?Y c¨®mo se ha conseguido que esa playa aparezca como una patena? "Porque la gente ya es consciente de que no viene a una playa, sino a un ecosistema". Nos llevamos un susto, porque junto al infausto monolito vemos una superficie intensamente negra, y cre¨ªmos que eran restos del antiguo chapapote con el que el Prestige firm¨® durante un tiempo esta obra de arte. No, no es chapapote; son l¨ªquenes negros, mejillones; las aguas y los peces y las rocas y la arena est¨¢n ah¨ª como si no se hubieran tocado antes. Quien toca C¨ªes toca la antig¨¹edad por vez primera.
Hay gente que va guiando a los visitantes para que no dejen en la isla otra firma que la de sus ojos. Beatriz Gamallo, de 35 a?os, es gu¨ªa desde 2003. No s¨®lo gu¨ªa en C¨ªes, sino que tambi¨¦n imparte Educaci¨®n Ambiental en colegios... ?Y eso se ense?a? "La gente no sabe visitar los parques; hay que ense?arles que son suyos, pero no para cualquier cosa; para que sean p¨²blicos, tienen que estar cuidados. La toma de conciencia no es autom¨¢tica, y a aplicarla me dedico".
El viaje se acompa?a del olor a pino y a eucalipto, y ¨¦ste es un regalo malhadado que le hizo Franco a C¨ªes; no es de aqu¨ª, se ir¨¢ retirando... Bajo el olor del eucalipto hablamos con Ram¨®n Nogueira, guarda mayor de C¨ªes. Lleva aqu¨ª m¨¢s de veinte a?os y muestra con orgullo los perfiles, las rocas de cada una de las islas, "tan juntas y tan distintas". Y se siente "responsable de mantener la belleza". De todo lo que ha visto, lo inolvidable y terrible "fue la lucha contra el chapapote". Pero en esa lucha tambi¨¦n aprendi¨® que trabaja en un cuerpo solidario, "el de Parques Nacionales".
La herida del chapapote queda, aunque no haya ya ni un hilillo. Pero eso a un gallego nadie se lo saca de la cabeza.
Un olor penetrante a agua de sal advierte que ese resquemor es s¨®lo de la memoria; alrededor, la estad¨ªstica habla de una naturaleza intacta que, como dec¨ªa Nuria Prada, canta constantemente. Conviven en C¨ªes 30.000 parejas de gaviotas, 2.000 parejas de cormoranes... ?Y no hay ninguno impar? "No, no; todos son parejas, como la Guardia Civil, ja ja ja".
Emilio Fern¨¢ndez Monzon¨ªs vino aqu¨ª hace muchos a?os con su padre, desde Vigo; ¨¦ste compr¨® una casucha, y ahora, al lado de esa casucha primitiva, Emilio tiene un restaurante y un c¨¢mping con 800 plazas, que se abri¨® en 1970. Emilio se siente un privilegiado, "sirviendo comidas en el para¨ªso". Cerca del restaurante de Emilio, una casa isle?a, una ventana, una puerta; la habita un ciego. Un ciego en C¨ªes. En la cocina del personal que cuida las islas, Santiago, el cocinero, prepara lentejas. ?Con este calor? Da fuerzas para seguir, la gente necesita hierro. Pero los visitantes no van a comer all¨ª, sino en la casa de Seraf¨ªn Sotelo Hervello; naci¨® aqu¨ª, como sus nueve hermanos, el 26 de septiembre de 1929; Aprendi¨® las primeras letras con el primer torrero que tuvo la isla, don Ceferino, un asturiano... "El mar siempre ayud¨®; lo ¨²nico que el mar no da es pan. Ni pan ni vino". Estuvo cuatro d¨ªas sin dormir, cuando el chapapote, y llor¨® "por dentro"; pero C¨ªes resisti¨® heroicamente, "y como si se produjera un milagro, la playa de Rodas qued¨® intacta".
Estamos como en un barco, dice Seraf¨ªn, "pero no se mueve". Cuando lo dejamos, las veredas nos dejan los paisajes de ar¨¢ndanos, las aguas cristalinas de la playa de Nuestra Se?ora, el convento del siglo XI, las inscripciones de los peregrinos ("Esto es un milagro, a pesar de ser humano", "Dios vino al mundo y descans¨® aqu¨ª")... Al irnos, me trajo a la memoria, a la vez, a Rosal¨ªa de Castro, a Carlos N¨²?ez y a Luz Casal cantando Negra sombra tambi¨¦n en los paisajes felices.
Llam¨¦ a Luz Casal para dec¨ªrselo, y ella dijo:
-Disfr¨²talo, ¨¦se es el para¨ªso tambi¨¦n cuando te vas.
Pero en el mar, camino de Vigo, ya no se oyen los p¨¢jaros.
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