Ingenier¨ªas sociales
El gran problema de las revoluciones del siglo XX, el de los socialismos reales, fue el de la relaci¨®n efectiva, concreta, no ilusoria, no ut¨®pica, entre el progreso verdadero de las sociedades y la izquierda. La izquierda en el poder en diversos lugares del mundo tom¨® medidas dr¨¢sticas, extremas, destinadas a llegar antes al desarrollo econ¨®mico, a la equidad, a la justicia social, y esas medidas, en muchos casos, en virtud de problemas complejos de ingenier¨ªa social, en lugar de traer progresos tangibles, provocaron retrocesos. El tema es largo, dram¨¢tico, y adem¨¢s de todo eso, ineludible. Si no se enfoca con seriedad, con decisi¨®n, sin dogmatismos, se cae en la complacencia y hasta en la demagogia, en la palabrer¨ªa. El stalinismo de la Rusia de la d¨¦cada del treinta fue la expresi¨®n m¨¢s descarnada y m¨¢s terrible de todo este asunto. La colectivizaci¨®n forzada de las tierras ordenada por Stalin se propon¨ªa mejorar la suerte de los campesinos, adem¨¢s de modernizar la agricultura, de ponerla al nivel de Europa Occidental y de los Estados Unidos. Pero el resultado pr¨¢ctico fue una hambruna monumental. Ahora, a trav¨¦s de testimonios aut¨¦nticos, muy dif¨ªciles de rebatir, se sabe que miles de mujeres del campo ruso, desesperadas de hambre, devoraron a sus propios hijos. Parece inveros¨ªmil, pero las grandes crisis de la historia siempre tienen facetas inveros¨ªmiles, momentos en que se tocan los l¨ªmites de la condici¨®n humana. La Revoluci¨®n Francesa, por lo dem¨¢s, que a primera vista parece m¨¢s moderada, m¨¢s razonable, tambi¨¦n tuvo etapas y episodios dantescos. Lean ustedes los testimonios hist¨®ricos m¨¢s seguros. O lean viejas novelas, como Los dioses tienen sed, de Anatole France. La sed de los dioses revolucionarios de Anatole France era sed de sangre. Los ideales de progreso, apasionados, profundos, movilizadores, siempre han tenido una vertiente peligrosa. Lo ¨²nico seguro es reflexionar con intensidad, sin concesiones, examinar todos los lados de cada medida, y desconfiar, no ser iluso.
En Chile, el obispo Alejandro Goic nos habla de un "sueldo ¨¦tico" de 250.000 pesos [365 euros], bastante superior al salario m¨ªnimo actual de 144.000 [220 euros]. A m¨ª me parece que introducir el tema de la ¨¦tica, o por lo menos una preocupaci¨®n de car¨¢cter ¨¦tico, en una econom¨ªa como la chilena, de mercado, neoliberal o como ustedes quieran llamarla, es necesario e importante. En los ¨²ltimos a?os hemos tenido una alianza disimulada, pero efectiva, y aparte de efectiva, eficaz, entre empresarios y pol¨ªticos de centro-izquierda o de centro, esto es, entre gente de empresa, por una parte, y por la otra socialistas renovados, que muchas veces alcanzaron a participar en el Gobierno de Salvador Allende, y dem¨®cratacristianos, que fueron en el pasado, a menudo, los peores enemigos de Allende y de la Unidad Popular, pero que part¨ªan de una idea ¨¦tica, planteada en las primeras Enc¨ªclicas papales, sobre las relaciones entre el capital y el trabajo.
El Gobierno de coalici¨®n que tenemos ahora representa una situaci¨®n in¨¦dita, original, a primera vista il¨®gica, y que ha permitido alcanzar un nivel de progreso interesante dentro de una atm¨®sfera de indudable libertad pol¨ªtica. No es poco, y dentro del contexto de Am¨¦rica Latina me atrever¨ªa a decir que es bastante y que el caso chileno hasta podr¨ªa servir de ejemplo. Pero ocurre que la coyuntura regional es compleja, contradictoria, y que Chile, casi por tradici¨®n, por estilo, e incluso por tama?o, est¨¢ obligado a mantener un perfil bajo. Ahora bien, el tal¨®n de Aquiles de la sociedad chilena de ahora, el flanco m¨¢s d¨¦bil, es el de la notoria, evidente, escandalosa desigualdad. No hay vuelta que darle. ?C¨®mo decir, entonces, que el obispo Goic se equivoca, o que es un ignorante en cuestiones de econom¨ªa? No se necesita ser un economista experto para saber que subir el salario m¨ªnimo a casi el doble provocar¨ªa dificultades graves, no s¨¦ si insuperables, en los niveles de empleo y en el crecimiento. A la vez, alguien, entre nosotros, ten¨ªa que poner el dedo en la llaga de la desigualdad y hacer un llamado a la conciencia. Llevamos d¨¦cadas de crecimiento sostenido. Pues bien, ya lleg¨®, y lleg¨® hace rato, el momento de compartirlo, de hacerlo un poco m¨¢s justo. Me permito a?adir, por mi lado, que no s¨®lo es un problema de ¨¦tica: es, adem¨¢s de eso, un problema de educaci¨®n y de cultura. En Francia o en Alemania, por ejemplo, uno tiene una libertad mucho mayor para escoger. ?Por qu¨¦ digo esto? Porque en esas sociedades la vida modesta, con todas sus limitaciones, no excluye el acceso a los bienes esenciales, y m¨¢s all¨¢ de ellos, a la educaci¨®n, a la cultura, a los libros, a la m¨²sica, a la informaci¨®n de todo orden. En otras palabras, la pobrezanunca llega a ser tan dram¨¢tica en el mundo desarrollado como lo es siempre entre nosotros.
Debemos, por lo tanto, presionar, y no s¨®lo exigir un sueldo ¨¦tico, sino una econom¨ªa, una cultura, una sociedad m¨¢s o menos presentables. Porque hemos progresado m¨¢s de algo, pero nuestros ¨ªndices todav¨ªa son pobres, paup¨¦rrimos, frente al mundo moderno desarrollado. En unas declaraciones recientes, Carlos Altamirano Orrego, jefe y hasta s¨ªmbolo del socialismo de izquierda de los tiempos de Allende, declar¨® que el Gobierno de Ricardo Lagos hab¨ªa sido el mejor Gobierno "de centro-derecha" de los ¨²ltimos cien a?os en Chile. La frase es ingeniosa, pero no me convence. ?Por qu¨¦ tenemos que regalarle a la derecha el ¨¦xito de una coalici¨®n formada por dem¨®cratacristianos, socialdem¨®cratas y socialistas? El ¨¦xito del Gobierno de Lagos, por el contrario, fue el de la reflexi¨®n sobre los problemas de la izquierda del pasado, el de la aceptaci¨®n del cambio, el de la renovaci¨®n. Carlos Altamirano hab¨ªa declarado en la ¨¦poca de Allende que hab¨ªa que avanzar sin transar. Ra¨²l Ampuero, conocido dirigente de su mismo partido, me dijo en la Embajada chilena en Francia, por aquellos d¨ªas, que se hab¨ªa confundido el lema de avanzar sin transar por el de avanzar sin pensar. Ahora, en cambio, se intenta avanzar con m¨¢s prudencia, y se cometen muchos errores, pero no, por lo menos, el de la aceleraci¨®n ciega.
El drama del Chile de hace ya m¨¢s de treinta a?os consisti¨®, quiz¨¢, en tener poco respeto por la realidad, por la din¨¢mica implacable de los hechos, por su inercia y su densidad, capaces de producir coletazos terribles. Ahora, cuando se nos plantea el tema del "sueldo ¨¦tico", uno tiene que examinar el asunto con un poco de calma. Si no se ejerce presi¨®n, los empresarios tienen una tendencia casi inevitable a dar el m¨ªnimo o menos del m¨ªnimo. Pero si no se tienen en cuenta los l¨ªmites concretos de la econom¨ªa, las buenas intenciones, las propuestas idealistas, si no van acompa?adas de fundamentos s¨®lidos, pueden provocar los efectos contrarios de los buscados. Esto podr¨ªa llevarnos a otra conclusi¨®n: que la ¨¦tica tambi¨¦n tiene una relaci¨®n directa con ciertas realidades, con la lucidez frente a las fuerzas elementales de la econom¨ªa, con el enfoque serio de los complejos problemas de la ingenier¨ªa social. En resumen, hay que poner un acento ¨¦tico en la econom¨ªa del Chile de hoy, pero esto no significa premiar la ingenuidad o la improvisaci¨®n. Mejoremos en toda la medida de lo posible las condiciones de vida de la clase trabajadora, pero con una conciencia que tambi¨¦n implica una opci¨®n ¨¦tica: si lo hacemos mal, en forma precipitada, sin respeto por las grandes realidades econ¨®micas, provocamos un descalabro y salimos perdiendo todos. La conciencia de la realidad, el manejo inteligente de los procesos pol¨ªticos y sociales, nunca fue una virtud exclusiva de la derecha. Si lo fuera, la izquierda nunca habr¨ªa hecho lo que pudo hacer en pa¨ªses como Suecia, Finlandia, Espa?a o Francia. Siempre habr¨ªa llegado a los callejones sin salida de los llamados socialismos reales, y encajonarse, paralizarse, aceptar sueldos de 60 d¨®lares [50 euros] al mes o menos y negarse, a pesar de eso, a todo cambio, no tiene nada de ¨¦tico. Puede que sea de izquierda, pero no es en ning¨²n caso de progreso. Fernando Savater sosten¨ªa hace poco que la polaridad de izquierda y derecha, que muchos declaran desaparecida, todav¨ªa est¨¢ vigente. Pero, dec¨ªa, el eje de lo progresista y lo reaccionario es m¨¢s moderno y m¨¢s capaz de movilizar a las sociedades de hoy. Y observaba, de paso, que las propuestas progresistas pueden venir, en el mundo actual, de la izquierda y tambi¨¦n de la derecha, as¨ª como las propuestas reaccionarias. Llevado a nuestro caso, creo que proponer un sueldo ¨¦tico, venga la propuesta de donde venga, es progresista en la medida en que sea posible, en que la racionalidad econ¨®mica sea tomada en cuenta. Lo de avanzar sin transar, en cambio, es un anacronismo completo, o una forma de nostalgia y de romanticismo. Lo cual, dentro del contexto de la econom¨ªa del siglo XXI, no nos lleva a ninguna parte.
Jorge Edwards es escritor chileno.
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