"Sientes el horror de despertar pegado al techo"
El estruendo de la explosi¨®n sac¨® a la calle de madrugada a los vecinos del barrio de San Fausto, de origen obrero e inmigrante, conscientes del riesgo de vivir junto a una casa cuartel
Los vecinos del barrio durangu¨¦s de San Fausto hace tiempo que asumieron "el riesgo" de vivir cerca de una casa cuartel. La madrugada del jueves tras la explosi¨®n, su estado de ¨¢nimo evolucion¨® por etapas. "Primero sientes el horror de despertar pegado al techo; luego llega el mosqueo de ver tu casa hecha polvo y por ¨²ltimo asumes con calma que t¨² y los tuyos est¨¢is bien", explicaba uno de ellos.
Quiz¨¢ por eso, cuando el estruendo de la explosi¨®n les sorprendi¨® de madrugada e hizo volar las persianas de sus viviendas, no tardaron en encontrar una explicaci¨®n. "Ha sido un atentado contra la Guardia Civil. La verdad es que hac¨ªa tiempo que me esperaba algo as¨ª", resumi¨® Manuel, un hombre de mediana edad residente en la calle UrkiagaTorre, perpendicular con la cuesta de Montorreta, en la que se ubica la instalaci¨®n atacada y a s¨®lo 20 metros de ¨¦sta. Tras revisar las viviendas afectadas, 20 personas que viv¨ªan en la Casa Cuartel tuvieron que ser realojadas en hoteles.
La onda expansiva rompi¨® las ventanas de dos bloques situados a m¨¢s de 100 metros
"La cama ha pegado un salto y toda la casa ha temblado", explic¨® una vecina
Otro de los vecinos, Mikel, de 25 a?os, tard¨® en superar el p¨¢nico. "Me despert¨¦ con la persiana en mi cara", relat¨®. Un inquilino m¨¢s maduro que iba todav¨ªa en pijama, recordaba con otros vecinos experiencias similares. "Yo ya he visto aqu¨ª salir gente pegando tiros y tambi¨¦n un par de explosiones m¨¢s", resum¨ªa en referencia a algunos de los atentados que la misma casa cuartel ha sufrido durante las ¨²ltimas d¨¦cadas. La costumbre, sin embargo, no evita la angustia en estas situaciones. "Mi hijo ha sufrido un ataque de ansiedad", a?adi¨® el mismo testigo se?alando a un joven veintea?ero a¨²n p¨¢lido por la impresi¨®n.
El barrio de la casa cuartel naci¨® a comienzos de la d¨¦cada de los 60 para acoger a los muchos emigrantes que por entonces llegaron a la localidad en busca de trabajo en la pujante industria local. Todav¨ªa hoy, la mayor¨ªa de sus habitantes siguen siendo de extracci¨®n social obrera.
Alrededor de las cuatro de la madrugada, los vecinos del inmueble m¨¢s afectado empezaron a salir de sus viviendas a pesar de la fuerte lluvia. "La cama ha dado como un salto y toda la casa ha temblado", explicaba otra mujer que, al igual que muchos de los testigos, prefiri¨® no ser identificada. Un vistazo al exterior del edificio era suficiente para comprobar los da?os: gran parte de los cristales de las ventanas estaban rotos por la onda expansiva hasta una distancia de unos 100 metros; en algunos casos, las persianas tambi¨¦n hab¨ªan quedado arrancadas. Sin embargo, ninguno de los ocupantes del inmueble result¨® herido.
Los da?os eran a¨²n m¨¢s evidentes en el bloque que mira a la calle Montorreta, a 35 metros del lugar de la explosi¨®n. Junto al portal situado en esa fachada aterrizaron los restos del parachoques del coche bomba. "Al o¨ªr el ruido, s¨®lo he pensado en mi hija, que a esa hora llega de trabajar", comentaba otra vecina del inmueble. El sobresalto debi¨® de ser a¨²n mayor para el operario de un cami¨®n de basuras que estaba vaciando uno de los contenedores a pocos metros del lugar de la explosi¨®n, seg¨²n relat¨® otro joven. "He salido como he podido del portal, porque estaba lleno de cristales, y le he visto. No le ha pillado por pocos metros", se?al¨® este testigo.
La violencia de la onda expansiva rompi¨® tambi¨¦n ventanas de otros dos bloques de viviendas situados a 115 y 170 metros respectivamente de la casa cuartel, en las calles UndaTorre y Zeharmendieta respectivamente. En esta ¨²ltima v¨ªa, los escaparates de tres locales comerciales quedaron destrozados. Una vivienda unifamiliar situada entre esos bloques y el cuartel tambi¨¦n sufri¨® desperfectos.
A primera hora de la ma?ana, algunos de los propietarios afectados se acercaron para comprobar los da?os. De all¨ª, acudieron a la cercana comisar¨ªa de la Ertzaintza para denunciar los da?os por indicaci¨®n del alcalde de la localidad, Juan Jos¨¦ Ziarrusta (PNV), que visit¨® la zona. El Ayuntamiento habilit¨® tambi¨¦n una ventanilla de atenci¨®n a los damnificados en la oficina del Registro Municipal, situada en los bajos del edificio consistorial. "Al menos no nos ha pasado nada a nosotros", se consolaba uno de ellos.
A media ma?ana, el olor a gasolina quemada era tan intenso como la rigidez de los agentes de la Guardia Civil que vigilaban el acceso de los periodistas al lugar de la explosi¨®n. Estos se esmeraron en evitar que los fot¨®grafos y las c¨¢maras de televisi¨®n se cebaran con la escena del atentado; el l¨ªmite lo marcaba la l¨ªnea discontin¨²a que recorre la carretera que une Durango con Elorrio. La furgoneta donde se coloc¨® el explosivo qued¨® totalmente desintegrada; la traves¨ªa de asfalto y los arcenes de hierbajo situados frente a la casa cuartel eran un mosaico de metralla, cristales y piezas de autom¨®vil descuartizadas. La fachada principal del cuartel estaba llena de huecos, pocas ventanas, marcos o persianas soportaron la intensidad de la deflagraci¨®n.
El hotel Kurutziaga est¨¢ situado a unos 200 metros del lugar del atentado. Tiene tres estrellas y un gran sistema de insonorizaci¨®n. La noche del jueves pernoctaban all¨ª 16 clientes. De ellos, s¨®lo uno se despert¨® atemorizado y de forma precipitada tras la explosi¨®n. Se asom¨® a la ventana y entendi¨® que se trataba de un atentado; as¨ª se lo relat¨® al recepcionista de guardia. Hizo sus maletas, pag¨® y pidi¨® al portero que le acompa?ara a su veh¨ªculo. Ten¨ªa miedo. Sin dar muchas m¨¢s explicaciones huy¨®. Med¨ªa hora m¨¢s tarde otro cliente finalizaba sus gestiones para abandonar el hotel. "Tuve que llamarle hasta cinco veces a la habitaci¨®n para despertarlo", comentaba con sorna el recepcionista. El resto de los clientes siguieron durmiendo placidamente sin saber que ETA acababa de romper la tregua calle arriba.
Enfrente del hotel est¨¢ la f¨¢brica de forja de tornillos Jes¨²s O?ate y Hermanos. A las seis de la ma?ana en la factor¨ªa se trabajaba con normalidad pese a la peculiaridad de las circunstancias. En el interior de la empresa los da?os eran evidentes: ventanas arrancadas, techos da?ados y la puerta principal bloqueada por los efectos de los inhibidores de frecuencia.
Feli y Juan Antonio est¨¢n casados, trabajan en la f¨¢brica y viven en una de las viviendas m¨¢s da?adas por la explosi¨®n. "En los instantes posteriores al atentado, mi marido corri¨® hacia casa para comprobar que est¨¢bamos bien", explica Feli. ?ste encontr¨® all¨ª a su mujer y a su hijo aturdidos y asustados por los da?os que la onda expansiva hab¨ªa causado en su domicilio. Dos horas m¨¢s tarde, Juan Antonio y su hijo se preparaban para ir a la Ertzaintza a denunciar el suceso. Mientras, Feli llevaba ya un rato trabajando en el almac¨¦n, "que voy a hacer", suspir¨®.
La metralla viaj¨® muy lejos. Tanto, que a unos 300 metros de la explosi¨®n, varios curiosos jugueteaban con las tuercas y con los trozos de acera mutilados. "Esto pasa tres horas antes y no lo comentamos, parec¨ªa que se ca¨ªa la casa". Jos¨¦ y Conchi, una pareja de jubilados narraban el mal trago mientras se afanaban en limpiar los destrozos que la bomba caus¨® en la panader¨ªa que regenta su hija. "Hasta cu¨¢ndo va a durar esto", se preguntaban.
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