Muere Umbral, la voz de la iron¨ªa
El columnista, que public¨® m¨¢s de ochenta libros, falleci¨® ayer a los 72 a?os
Muri¨® Umbral. Y ya circula la leyenda de que lo hizo mientras dictaba su ¨²ltima columna. Lo dijo Esperanza Aguirre que se lo transmiti¨® el doctor Abarca y que a ¨¦ste se lo hab¨ªa comentado Mar¨ªa Espa?a, la mujer del escritor. Le dijo que estaba recogiendo las frases que le dictaba, pero que ya no se le entend¨ªa. La an¨¦cdota subraya que de todo lo que escribi¨® Francisco Umbral lo m¨¢s importante fueron sus colaboraciones diarias en la prensa. Era un hombre de su tiempo, que se zambull¨® en sus contradicciones para dar cuenta de ellas todos los d¨ªas, as¨ª que muri¨® con las botas puestas.
"?De qu¨¦ he posado...? De quinqui, de dandi, de revolucionario, de todo", escribi¨®
A las 2.30 de ayer, a Umbral se le par¨® el coraz¨®n en la cl¨ªnica Montepr¨ªncipe de Boadilla del Monte, en las afueras de Madrid. El fallo cardiorrespiratorio se llevaba as¨ª a uno de los escritores que m¨¢s hizo por incorporar la energ¨ªa de la lengua espa?ola, sus variedades y recursos, su riqueza de t¨¦rminos y sus posibilidades expresivas, sus met¨¢foras y su fuerte carga po¨¦tica, a la escritura de todos los d¨ªas, a la prosa period¨ªstica. Umbral llen¨® sus columnas de humor, iron¨ªa y sarcasmo y las carg¨® con la p¨®lvora de la actualidad. Sus v¨ªctimas fueron muchas y de condici¨®n muy variada. Muchos fueron tambi¨¦n los que fueron bendecidos con sus elogios.
Por el tanatorio de la cl¨ªnica en la que muri¨®, informa Silvia Blanco, pasaron ayer pol¨ªticos (Ruiz-Gallard¨®n, Esperanza Aguirre, Rajoy, C¨¦sar Antonio Molina), periodistas, personajes de la vida social (Jaime de Marichalar, Ramonc¨ªn, Massiel) y alg¨²n escritor (Luis Alberto de Cuenca). Uno de sus seguidores m¨¢s fieles tach¨® de "miserable" a la Academia por no haberlo integrado en la instituci¨®n.
Fue registrado como Francisco P¨¦rez Mart¨ªnez cuando naci¨® en Madrid el 11 de mayo de 1935. Se traslad¨® pronto con su familia a Laguna de Duero, en Valladolid, donde pas¨® sus primeros cinco a?os. A los 10 empez¨® su formaci¨®n escolar y a los 11 lo echaron del colegio. Comenz¨® a trabajar como botones tres a?os despu¨¦s. As¨ª que lleg¨® a la literatura de manera autodidacta y fueron sus lecturas las que verdaderamente lo formaron ("En el libro no hay nada. Todo lo pongo yo. Leer es crear. Lo activo, lo creativo, es leer, no escribir", escribi¨®). Su obra da cuenta de ello: no s¨®lo en la irrupci¨®n permanente en sus art¨ªculos de los cl¨¢sicos (Quevedo, sobre todo), los ilustrados, la generaci¨®n del 98 y las vanguardias, sino tambi¨¦n en los libros que dedic¨® a Larra, Lorca, Valle y Ram¨®n y en su pol¨¦micos Diccionario de literatura y Las palabras de la tribu, donde mostr¨® sus filias y fobias de manera arbitraria y caprichosa.
Empez¨® a publicar en Cisne, una revista del Sindicato Estudiantil Universitario (SEU) y su primer gran paso fue en 1958 cuando de la mano de Miguel Delibes empez¨® a colaborar en El Norte de Castilla. De ah¨ª fue a Le¨®n y en 1961 desembarc¨® en Madrid, como quien dice directamente al Caf¨¦ Gij¨®n, y fue esta ciudad la que le dio la fama y la que se convirti¨® en una de sus materias literarias m¨¢s queridas. Colabor¨® con los diarios Ya, ABC, La Vanguardia, EL PA?S (entre 1976 y 1988), Diario 16 y, desde 1989, El Mundo, adem¨¢s de estar presente en numerosas revistas. Umbral se cas¨® en 1959 con la fot¨®grafa Mar¨ªa Espa?a y tuvo un hijo, Pincho, que falleci¨® de leucemia a los seis a?os.
En Mortal y rosa (1975), para muchos su mejor novela, Umbral volc¨® su dolor por esa p¨¦rdida que lo marc¨® de manera definitiva ("El hijo es un rel¨¢mpago de futuro que nos deslumbra. Por ¨¦l, por mi hijo, he visto m¨¢s all¨¢, m¨¢s adentro, y m¨¢s lejos, y quiz¨¢s, ay, eso basta"). Toda su literatura ha sido siempre testimonial, con una arrolladora presencia del yo y con un obsesivo af¨¢n por ser memoria de una ¨¦poca y de unos lugares. Sus obras de ficci¨®n tienen as¨ª mucho de autobiogr¨¢fico, como lo tienen sus ensayos: en realidad, la literatura de Umbral tiene la consistencia de una larga columna, que no tiene necesariamente que construirse con la prisa de la actualidad y que puede desarrollarse tambi¨¦n en espacios mucho mayores.
"?De qu¨¦ he posado yo en la vida? De quinqui, de dandi, de revolucionario, de todo", escribi¨® Umbral. Las gafas de pasta oscura, la melena larga, la bufanda, los jerseys claros de cuello alto, la chaqueta de pana, el largo abrigo (seg¨²n las temporadas). El gato, del que tanto habl¨®, y las mujeres. La pol¨ªtica y el poder, la cr¨®nica rosa, las an¨¦cdotas sobre los personajes p¨²blicos que iba atrapando, sus rotundas afirmaciones y su gusto por provocar. Todo eso forma parte del personaje.
Reconocieron su escritura galardones de la importancia del Pr¨ªncipe de Asturias (1996) o el Cervantes (2000) -tras una maratoniana reuni¨®n del jurado y despu¨¦s de 10 votaciones-, am¨¦n de otros muchos que resultar¨ªa demasiado prolijo citar. No tuvo suerte con la Academia: en 1986 fue presentado por Delibes, Cela y Areilza para ocupar el sill¨®n F. A pesar del respaldo de sus padrinos, el elegido fue Jos¨¦ Luis Sampedro.
Entre sus libros, que son m¨¢s de ochenta, destacan Las ninfas (1975), La noche que llegu¨¦ al Caf¨¦ Gij¨®n (1977), Trilog¨ªa de Madrid (1984), El socialista sentimental (1999), ?Y c¨®mo eran las ligas de Madame Bovary? (2003) y D¨ªas felices en Arg¨¹elles (2005). En marzo de este a?o public¨® el ¨²ltimo, Amado siglo XX, donde hac¨ªa un balance de su vida.
"Quiz¨¢ la literatura sea eso", escribi¨® en Mortal y rosa. "Desaparecer en la escritura y reaparecer, gloriosamente, al ser le¨ªdo. Por eso no hay que hacer demasiado evidente el esfuerzo del pensamiento al escribir. Para no entorpecer la resurrecci¨®n de la carne que glorifica al autor cuando es le¨ªdo. Toda lectura tiene, por lo menos, este doble fondo. Hay una superficie de prosa, de ideas, y debajo, como una figura inmovilizada dentro del hielo, est¨¢ el autor".
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