Libreros
Asisto a una reuni¨®n de libreros independientes, una raza en peligro de extinci¨®n. En el transcurso de la velada se dan datos y se examinan las causas. Las grandes superficies, claro. Pero hay otras: en el centro de la ciudad los alquileres son prohibitivos y en la periferia hay menos gente de paso. Etc¨¦tera. Los libreros, que saben del tema, mencionan una raz¨®n m¨¢s profunda: la extensi¨®n de la cultura a todos los niveles lleva inevitablemente a la masificaci¨®n, y los integrantes de la masa prefieren el anonimato de una gran superficie, donde pueden hojear y elegir libros sin sentir en el cogote la mirada severa del librero ni tener que afrontar su veredicto. La librer¨ªa peque?a impone una intimidad en la que el comprador se siente inseguro. Teme pronunciar mal un nombre extranjero, atribuir una obra al autor que no es, elegir un t¨ªtulo cuya mediocridad provocar¨¢ el desd¨¦n del librero y tal vez de los dem¨¢s compradores, mucho m¨¢s versados. Miren qu¨¦ bazofia est¨¢ comprando este desgraciado; seguro que le gusta. La docta clientela prorrumpe en carcajadas y no falta el que propone expulsarlo del templo a latigazos.
La realidad, por supuesto, es muy otra. El librero es un comerciante: vive de lo que vende y siente respeto y gratitud hacia el cliente. Por vocaci¨®n, desea ser un gu¨ªa en la jungla del papel impreso, no para ense?ar al que no sabe, sino para proporcionar a cada uno aquello que m¨¢s le va a gustar, evitar que el lector inexperto caiga en las arenas movedizas de la novela hist¨®rica, o sea engullido por la boa de la literatura del yo, o picado por la tar¨¢ntula del esperpento disfrazado de nazi para todo. Acerca de los gustos imperantes no se hace ilusiones ni se queja. Sabe que las abultadas ventas del ¨¦xito de turno le permitir¨¢n mantener abierta la tienda y vender un tipo de libro que a su vez se podr¨¢ editar gracias a las ganancias que reportan los otros.
Buena gente por definici¨®n, el librero se enternece cuando alguien, temeroso de estar comprando un bodrio, finge hacerlo contra su voluntad: para cumplir un encargo engorroso o hacer un regalo. El librero asiente y aconseja otro libro, porque si el que ha elegido el cliente es del gusto de su anciana t¨ªa, el que ¨¦l le propone a¨²n le gustar¨¢ m¨¢s.
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